Postureo veraniego

Por Soniavaliente @soniavaliente_

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La búsqueda del amor. De nuevo. Lo ve por todas partes. El amor asociado a la felicidad. Al sentido de la existencia. Compartir para ser. Un spot maravilloso de cerveza le hace pensar. Un hombre y una mujer se cruzan en un taxi y ella, olvida accidentalmente su tarjetero. El hombre inicia entonces una accidentada búsqueda por la ciudad siguiendo el rastro de miguitas de pan que ha dejado la pelirroja misteriosa a través de una exótica colección de tarjetas de visita. La búsqueda del amor lleva al hombre a visitar una barbería, una sastrería, un centro de baile, el hipódromo, un club de jazz exclusivo y un centro de meditación. Qué vida más apasionante, por el amor de Dios. Finalmente, es la casualidad quien quiere que, con el tarjetero de plata vacío, encuentre a la dama de vida trepidante. Un reencuentro, un inicio, una promesa.

Y… ¿si alguien encontrara su tarjetero? ¿Qué diría su tarjetero de ella? Probablemente que trabaja en exceso y que frecuenta demasiados eventos de networking, esos tristes encuentros de autónomos disfrazados de emprendedores tratando de epatar a otros losers, dice luchadores, con sus tarjetas de visita imposibles. La vida en los anuncios es más cara. Mejor. Como en las redes sociales.

En agosto Facebook es intransitable. Todo es amor, fantasía y diversión. Sushi, gintonics y fotos de pies en Formentera. ¿Cuándo nos volvimos tan felices? Vacaciones en calas idílicas y fotos ajenas de lugares impronunciables que no sabemos ni ubicar en el mapa. No es de extrañar que un corto presentado en Cannes titulado “What’s on your mind?”-¿En qué estás pensando?- se haya transformado en el viral de la temporada rozando los 9 millones de visualizaciones en Youtube.

El corto habla sobre la falsedad en las redes, de lo que comúnmente se conoce como postureo. Todo el mundo sube fotos sin parar. Los domingos las paellas de pollo y conejo o de marisco pueblan los muros, dominan la Tierra. Nadie, en cambio, escribe en su estado “Cenando sobras en pijama” tan sólo unas horas después. Y lo hacemos. Más de lo que nos gustaría. Porque somos mucho  más infelices que en los anuncios de cerveza. Aunque escuchemos mejor música.