Si quieres profundizar en el tema de las redes productivas, puedes echar un vistazo a lo que he escrito hasta ahora sobre algunos de los aprendizajes derivados de esta experiencia como, por ejemplo, las diferencias entre equipos y redes productivas, algunas reflexiones sobre redes productivas o sobre las relaciones de dependencia y subordinación en las estructuras jerárquicas y en las redes productivas.
A día de hoy, diría que casi todo lo que he escrito sobre este nuevo y prometedor tipo de estructura organizativa me sigue pareciendo válido y, por tanto, útil y aplicable. Sin embargo, releyendo mis textos, echo en falta mayor claridad sobre un elemento que considero imprescindible a la hora de hablar de la efectividad de este tipo de estructuras y que, sorprendentemente, no había mencionado con anterioridad – al menos de forma explícita – al escribir sobre el tema: el compromiso.
Digo de forma explícita porque el factor «compromiso» está en cierto modo implícito en la expresión «solapamiento fértil de intereses». El solapamiento de intereses es fértil en la medida que da frutos y los frutos son resultado del compromiso, ya que los resultados se consiguen por medio de acciones y las acciones son la expresión del compromiso.
Al decir que una red productiva puede describirse como el espacio que resulta de agregar las intersecciones de interés de sus pares de nodos, me doy cuenta de que estaba dando por hecho que el interés – me refiero al interés genuino – siempre es fértil, es decir, se ve siempre reflejado de forma automática en compromiso y, por consiguiente, en acciones. De hecho, esto sería lo lógico y esperable si las personas fuéramos siempre coherentes pero ya sabemos cómo son las cosas en realidad.
Es cierto que el grado de solapamiento entre los intereses de los nodos nos da una información muy útil sobre el grado de cohesión de la red y que esta cohesión está estrechamente relacionada con la «fertilidad potencial» de la red productiva, es decir, con su capacidad teórica para lograr resultados. Parece lógico pensar que una red cohesionada, en la que las discrepancias entre nodos son débiles, dedicará menos recursos a gestionar dichas discrepancias y podrá por tanto dedicarlos a conseguir el resultado del proyecto que ha dado lugar a la red. Llegados a este punto, me parece importante aclarar que cuando hablo de discrepancia, me refiero únicamente a discrepancia entre los intereses de cada nodo y no a discrepancia de opiniones o ideas, la cual considero positiva y enriquecedora.
Por otra parte, es también posible que sí haya coherencia entre el interés, la actitud y el compromiso de un determinado nodo, aunque externamente no lo parezca. Pero de ser así, eso significaría que el interés expresado por dicho nodo a los demás nodos de la red es falso y que el interés real del nodo es otro. En ese caso, como las redes productivas son también redes de confianza y ese nodo sería un nodo «impostor», es solo cuestión de tiempo que se descubra el engaño, momento en que la red dejará de forma natural de considerar a dicho nodo parte de ella, ignorándolo.
Los profesionales que trabajamos en la mejora de la efectividad personal y organizativa sabemos que sin compromiso no hay efectividad. Aunque el interés sea genuino, es la intensidad del compromiso la que hace que el interés se traduzca en resultados. Cuando el compromiso es insuficiente, el interés queda reducido a un puñado de «buenas intenciones». Por eso, aunque estas estructuras surgen del solapamiento fértil de intereses individuales, la efectividad de las redes productivas depende de grado de solapamiento de los compromisos individuales.
La experiencia de estos años me ha hecho darme cuenta de que el grado de cohesión de la red productiva no es garantía de que la red produzca resultados. Para saber si la red logrará o no sus resultados, y en qué medida los logrará, sigue haciendo falta algo más. Ese algo más que falta es el compromiso, que se convierte así en el factor clave que da coherencia al interés y lo fertiliza, haciendo que ese interés se evidencie en una actitud determinada que, a su vez, se verá traducida en acciones.
La actitud no es suficiente. Una actitud que no se traduce en acciones no produce resultados y por tanto está indicando que el grado de compromiso es insuficiente, ya que la efectividad no se demuestra con palabras sino con resultados. Precisamente por eso, las redes productivas, al igual que las personas, son el resultado de lo que hacen, no de lo que dicen que van a hacer.
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