Rajoy y los suyos dijeron primero que derogarían la ley del aborto, pero ahora dicen que sólo la reformarán, sin aclarar hasta donde llegará esa reforma. Aseguraron que bajarían los impuestos, pero ahora afirman que no los subirán. Cuando se les pregunta sobre temas comprometidos, que exigen clarificación, como la voluntad de reformar el sistema y afrontar la regeneración, no saben qué responder o guardan un silencio cargado de sospecha. Al PP se le empieza a ver la patita y mucha gente está descubriendo con sorpresa que, aunque el estilo y el lenguaje sean distintos, en el fondo se parece al PSOE como dos gotas de agua.
Muchos españoles se han sorprendido de que Mariano Rajoy asuma y apruebe la política anti-ETA desarrollada por el PSOE. La sorpresa es mayor cuando se descubre que Rajoy estaba al tanto de los pasos que el PSOE estaba dando en su política para acabar con ETA. Otros muchos ciudadanos se sorprenden ante el hecho de que los dirigentes del PSOE que alcanzan el poder, tras haber prometido que cerrarian televisiones autonómicas y municipales inútiles, las mantienen y colocan a sus amigos al frente de esas entidades, que sólo sirven para difundir propaganda política envenenada.
PSOE y PP votaron juntos y se opusieron con el mismo descaro al cambio de la ley para que los desahuciados saldaran su deuda entregando la vivienda al banco. También han votado al unísono cada vez que se han subido los sueldos y los privilegios, al igual que en el momento de endurecer las condiciones para que los nuevos partidos pequeños puedan presentarse a las elecciones.
Con tanta sorpresa como asco, muchos españoles están descubriendo ahora, en vísperas de las elecciones, que la derecha y la izquierda españolas se parecen como dos gotas de agua: idéntico distanciamiento del ciudadano, el mismo amor a la partitocracia, similar desprecio a la verdadera democracia, convivencia fácil con la corrupción, manejo hábil de la manipulación y la mentira... y un larguísimo etcétera desesperante y frustrante.
Aunque si fuéramos rigurosos en el análisis y tuviéramos memoria, no tendría que haber sorpresa alguna, ya que la Historia nos demuestra que PSOE y PP, en lo sustancial, se parecen como dos hermanos gemelos.
Durante el Aznarismo, ambos partidos se pusieron de acuerdo para aprobar aquel Pacto por la Justicia que incrementó notablemente el control político de la carrera judicial, eliminando la independencia de los tribunales, un requisito imprescindible para que exista la democracia. Aznar tuvo ocho años para mejorar la enseñanza, pero sólo lo hizo al final, sin tiempo para que la nueva ley entrara en vigor, demostrando escaso interés por cambiar ese vital capítulo.
Es cierto que existen diferencia, pero sólo en lo menos importante. Aunque la gestión de la economía promete ser diferente, con un PP que pone más énfasis en dar facilidades a la empresa, consciente de que sólo los empresarios saben crear empleo y riqueza, en casi todo lo demás son demasiado parecidos. Hasta se financian del mismo modo, son partidarios de que los fondos públicos financien a los partidos y son igualmente opacos a la hora de captar fondos.
Si le preguntan a un dirigente sindical por la etapa de Javier Arenas como ministro de Trabajo, descubrirán con sorpresa que UGT y CC.OO. la alaban porque el sindicalismo recibió subvenciones a mansalva y fue mimado hasta el extremo por el gobierno de derechas, aunque quizás no tanto como en los despreciables y ruinosos tiempos de Zapatero.
Si se analiza el endeudamiento y la corrupción, uno descubre que el ayuntamiento de Madrid es líder en endeudamiento y despilfarro, mientras que la comunidad de Valencia, gobernada por el PP, destaca, al igual que la Andalucía socialista, en muchas corrupciones y abusos.
Si el PSOE tiene que arrepentirse por haber esquilmado la caja de Castilla la Mancha, el PP debería llorar y pedir perdón por lo que ha hecho en la CAM de la región valenciana, otro paraíso incomparable para que directivos y políticos metieran las manos en la caja fuerte, hasta llevar la entidad a la ruina.
En fin... ¿para qué seguir? Para desgracia de los españoles, este país parece obligado a optar entre dos partidos políticos que educan a sus miembros en el autoritarismo interno, la sumisión al líder, la ausencia de debate y la escasez de valores humanos y cívicos. El cóctel es el menos adecuado para formar hombres libres y virtuosos. Cuando esa gente llega al poder, no suele poseer ni la preparación política mínima, ni los valores humanos necesarios para liderar una sociedad democrática. Ambos partidos son más organizaciones de poder que de servicio y se construyen como una amalgama de militantes más unidos, al parecer, por el interés de mandar y disfrutar de las mieles del poder que del servicio a la nación y a sus a los ciudadanos, bajo el imperio de la ley y el bien común.