Mariano Rajoy comienza a gobernar haciendo lo contrario de lo que prometía, tomando iguales medidas que Rubalcaba si llega a ganar el PSOE: subirle los impuestos a todos los asalariados como medida progresista, esto es, progresiva.
El PP mantiene las subvenciones a partidos y sindicatos, aunque las reduzca un quinto, proporción en la que disminuirá los altos cargos, y congela la incorporación de funcionarios, menos los de Hacienda para controlarnos mejor: el PSOE iba a hacer igual.
Congela los sueldos de esos funcionarios, y les pone 37,5 horas de trabajo semanales: todavía trabajarán menos que a los asalariados comunes, 40 horas.
Y mantiene parcialmente la Ley Sinde. Aumenta ligeramente las pensiones, como prometía ya el PSOE, pero no afronta su gran promesa: reducir los impuestos a los emprendedores, los únicos que crean empleo.
La esencia socialdemócrata del PSOE radicaba en subir algo el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), como la del PP era impulsar la creación de empresas reduciéndoles los impuestos.
Estamos ante proyectos muy similares: uno socialdemócrata, el del PSOE, y otro cristianodemócrata, el del Partido Popular Europeo, al que pertenece el PP, que es el heredero de la Internacional Socialcristiana de toda la vida. Los socialdemócratas son laicos, los socialcristianos creyentes.
La señal socialista del PP es que en las Comunidades donde gobierna la educación y la sanidad siguen y seguirán siendo públicas y gubernamentales, aunque tengan administración privada: el PSOE también fue así en Andalucía y Cataluña.
El problema para el PP es que heredó un déficit del ocho por ciento. Un déficit que estos socialistas religiosos tienen que afrontar con recortes socialistas, protegiendo, como prometen, a los más desfavorecidos.
Como consecuencia, se deduce que el PP de liberal y capitalista tiene poco, y mucho de la escuela de los socialistas, laicos y cristianos, que crearon el ya decadente Estado del Bienestar de la Europa actual.
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SALAS