Rezar por la mañana y por la noche tres Ave Marías de rodillas, añadiendo después de cada Ave María la oración: Oh María, por tu Inmaculada Concepción, haz casto mi cuerpo y santa mi alma. Seguidamente pedirle la bendición a María como verdadera Madre que es. Tener por costumbre colocarse bajo el manto protector de Nuestra Señora, pidiéndole que nos libre durante el día y la noche de caer en pecado y de cualquier asechanza. Exponer una imagen de la Virgen cerca de nuestra cama para que custodie nuestro sueño.
La Dulce Doncella de Nazaret recibe con gozo este saludo, porque al oírlo reverdece el gozo que sintió cuando el Arcángel San Gabriel le anunció que iba a ser la Madre del Salvador…
Al oírlo todo el cielo se regocija, pero así también tiembla y huye el demonio al instante de nombrar el dulce nombre de María. Invocar a María es para el Hijo anuncio de gracia si es que la misma conviene para la salvación del alma.