Revista Ilustración

Practicando la crítica gastronómica cuando la lírica pierde todo sentido

Por Davidrefoyo @drefoyo
Practicando la crítica gastronómica cuando la lírica pierde todo sentidoLos cocineros son las nuevas estrellas del rock y entendí por qué la lírica ocupó el recóndito espacio de la insignificancia. Por qué las palabras no podían definir la textura de la oreja blanca o el frescor del membrillo dulce como pezones adolescentes, los vestidos largos, el maquillaje definido en tus carnosos labios de ultratumba. Y tracé el único plan posible: regodearme en el vino y en el chiste fácil. Miré el fondo del pozo, hallándonos entre tarjetas de crédito que se creían mejores que nosotros, como si eso nos hubiera importado cuando nos sentamos a la mesa. Nunca confié en las velas, pero esta luz cenital invitaba a ka autopsia. Tomaste el bisturí y besaste el acero quirúrgico de la cecina sobre el plato alargado. Nos tendimos sobre el mantel y nos quedamos dormidos, en el sueño práctico de los excesos y las elucubraciones. No nos gustan las calculadoras y desciframos el enigma del chef o cómo defender cuerpo a cuerpo cada plato que salía al comedor. Éramos una pareja de baile en mitad de un entierro. Una bailarina en el Madison Square Garden. Un verso de Sabina lejos del juego de palabras. Virutas de chocolate y crema de Nocilla. Fin del ceremonial. Dame un cigarro y larguémonos de aquí. Subimos al coche. Convertidos a la palabra del nuevo testamento. Un ermitaño coloca las cartas sobre las mesas esperando nuevos comensales. De regreso, crees que nos echarán de menos. Y lo harán, me digo, lo harán.

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