Praga

Por Smiorgan
Praga es una preciosa ciudad que merece la pena visitar sin ninguna duda. Este ha sido mi segundo viaje a la capital de la República Checa, y ha vuelto a enamorarme.
Praga es historia y arquitectura. La ciudad vieja, con su plaza como centro neurálgico, el reloj astronómico, las agujas de la iglesia Týn...Las empinadas calles de Malá Strana y sus fantásticamente conservados edificios neorrenacentistas y art noveau...El castillo, con todo el esplendor gótico de la catedral de San Vito, la magnificencia del palacio antiguo, los maravillosos jardines...El puente de Carlos, que lleva desde el siglo XV viendo cruzar a diario a miles de personas...
Praga, además, es música. En cualquier iglesia, en cualquier recinto, cualquier día, puede uno disfrutar de obras de Vivaldi, Mozart, y por supuesto, Dvořák y Smetana. También en Praga adoran el jazz, y tenemos la posibilidad de asistir cada noche a auténticos clubes de jazz, amén de poder disfrutar de las bandas de jazz callejeras que tocan a diario en el puente de Carlos.
Por otro lado, es casi imposible hablar de Praga y no pensar en su cerveza. Actualmente la República Checa es el primer consumidor mundial de cerveza, que se elabora en unas 50 fábricas industriales y al menos 21 cervecerías-restaurantes. Es más fácil y más barato beber una cerveza que un botellín de agua en Praga, por lo que lo más inteligente (si además te encanta la cerveza como es mi caso) es dejarse llevar. Pude probar hasta 5 marcas de cerveza, de las cuales recuerdo como para comentar 4 de las más conocidas. La cerveza más consumida en la República Checa es la Pilsner Urquell, una cerveza tipo pilsen de intenso color dorado, espuma densa y persistente, aromas claros a cebada y algo floral; con cuerpo, sabor intenso, buen amargor y persistencia media. La cerveza del día a día, que sustituyó a casi cualquier otra bebida, salvo en el desayuno, durante todo el viaje. Otra cerveza que probé fue la impronunciable Velkopopovický Kozel, una lager negra muy buena. Color tostado no muy oscuro con espuma densa; aromas intensos a malta tostada y toques de caramelo; en boca es de cuerpo medio, con un toque dulzón y un final que me hizo recordó a los whiskies de malta. Rica, pero que puede cansar. La Gambrinus es una cerveza pilsen, de color rubio claro, aromas suaves a buena cerveza, no muy amarga y de duración corta. No está mal para tomar una o dos. Por último, la que para mi es quizá la mejor cerveza checa, la Budweiser Budwar, una lager amarillo dorado brillante, con espuma persistente, aromas suaves a malta y un delicioso y suave amargor, con una persistencia media. Una cerveza de la que me podría beber litros, me encanta.
Aprovechando este viaje, y puesto que no todo en la vida es cerveza, quise probar también vinos checos. La mejor zona de producción es la región de Moravia, y se cultivan uvas como Veltlínské zelené, Müller-Thurgau o Muškát moravský (blancas) y Frankovka o Svatovavřinecké (tintas). Por supuesto, también se elaboran vinos con castas más tradicionales, como Riesling, Cabernet Sauvignon, Pinot Noir y otras. Desgraciadamente, así como con la cerveza en Praga se disfruta muchísimo, no puedo decir lo mismo en relación a los vinos que probé. En primer lugar, mientra escuchábamos jazz en el Agharta Jazz Centrum, bebí un par de copas de un vino elaborado con Frankovka, cuyo nombre no pude conocer. Rojo rubí con ribetes granatosos; aromas muy poco expresivos, con algo de fruta roja, y paso por boca muy fluido, sin nada destacable. Un vino bastante insulso. Otro vino que probé fue un Reisten Riesling Kabinett 2007 (blanco joven, 100% Riesling, Reisten): amarillo pajizo brillante; aromas herbáceos y cítricos intensos; en boca se mostraba seco, fluido y con una acidez cítrica intensísima, que dejaba recuerdos como de morder un limón. No me resultó especialmente agradable, y está a años luz de los Riesling de Alsacia y Mosela que he probado. Para terminar, probé un Kovacs Pinot Noir 2009 (tinto con crianza, 100% Pinot Noir, Kovacs): granate con ribetes granatosos; aromas agradables y sutiles a fruta roja y notas cremosas con un muy leve especiado; en boca fluido, suave, con un tanino muy dulce al final. Nada espectacular, pero sencillo y agradable. En la búsqueda de vinos checos de más calidad, intenté ir a la conocida Ungelt Wine Shop, pero estaba cerrada por reformas. A pesar de los decepcionantes encuentros, me he traído a casa dos vinos de Mikulov Sommelier Club, un Müller Thurgau y un Modrý Portugal, que ya comentaré.
Vuelvo de Praga encantado de pasear por sus calles, mezclarme con la gente, disfrutar de la música y la cultura, saborear sus fantásticas cervezas, y un poco decepcionado con sus vinos.