Llevábamos tiempo queriendo viajar a la maravillosa Praga, pero por diferentes circunstancias no habíamos podido hacerlo hasta la fecha. En principio nuestra idea era planificar un viaje completo que no sólo englobará esta maravilla de ciudad a orillas del Moldava, sino que abarcara también gran parte del territorio checo. Pero en vista que ese momento no llegaba decidimos visitar Praga como complemento de un gran viaje más largo y dedicar a la ciudad cinco días completos para intentar llegar a cada rincón y a cada recoveco de Praga. Nuestro vuelo de Lufthansa aterrizaba al filo de la media noche en el Aeropuerto Internacional Václav Havel, donde un trànsfer que habíamos contratado con anterioridad nos dejó cómodamente en la recepción de nuestro hotel en el centro de Praga. Una gran oferta que encontramos hizo que nos alojáramos en el Eurostars Thailia, un magnífico hotel de cinco estrellas estratégicamente situado a pocos minutos andando de la Plaza de la Ciudad Vieja pero lejos a su vez del barullo nocturno de los turistas. Al día siguiente estábamos emocionados, desayunamos rápidamente y nos lanzamos explorar la ciudad. Y así, bajando la calle de nuestro hotel junto al Teatro Nacional de Praga se abrió frente a nosotros la vista del Río Moldava con el majestuoso Castillo de Praga al fondo de la escena. Una de esas imágenes que se te graban en la retina para siempre.
Este primer día teníamos claro que íbamos a ir empapándonos de Praga, pasear sin rumbo fijo, sin ningún objetivo concreto, con cierta parsimonia y disfrutando de cada monumento que nos encontráramos a nuestro paso. Así que continuamos paseando por la ribera del Moldava hasta llegar a los aledaños del Puente de Carlos, pero sin llegar a cruzar por él. Qué impresión nos causaron esos primeros instantes en Praga, todo lo que contemplaban nuestros ojos nos parecía de una belleza abrumadora.
Y como había dicho, a la altura del Puente de Carlos decidimos incorporarnos por una de las calles peatonales más transitadas de todo Praga. La sinuosa calle Karlova nos llevó desde el puente hasta uno de los rincones más increíbles de toda la ciudad, la Plaza de la Ciudad Vieja. Esta calle repleta de fachadas barrocas es para disfrutar con calma, aunque en ocasiones los ríos de gente hagan de la tarea un hecho heroico. Aparte de sus bellas fachadas profusamente decoradas también pudimos curiosear por las numerosas tiendas de recuerdos que se reparten por la larga calle. Algunos hoteles y algún que otro pequeño museo, junto a un teatro donde interpretan el famoso teatro negro complementan la oferta de esta calle por la que caminaríamos en más de una ocasión en nuestra estancia en Praga.
La imagen de la Plaza de la Ciudad Vieja abriéndose ante nuestros ojos con la Torre del Ayuntamiento de la Ciudad Vieja, donde luce desde hace siglos el famoso Reloj Astronómico de Praga, y la maravillosa estampa de la Iglesia de Nuestra Señora de Tyn -una de mis iglesias favoritas de Europa- es sublime, sólo comparable a la vista del Castillo de Praga desde el Moldava y con el Puente de Carlos en primer término. Aquí el gentío se reunía bajo el Reloj Astronómico al quedar poco tiempo para el espectáculo de las horas en punto.
La casa negra junto a la Torre - Casa del Minuto- forma parte del Ayuntamiento de la Ciudad Vieja. Su fachada decorada con detalle es típica de la arquitectura renacentista checa. Franz Kafka vivió en ella algo más de un lustro junto a sus padres. Merece la pena dedicar unos minutos para descubrir sus detallados esgrafiados.
Para nosotros la Plaza de la Ciudad Vieja es una de las plazas europeas más bellas. En una estancia larga en Praga es fácil merodear por ella en más de una ocasión ya que siempre se encuentra muy animada, y además es el punto de encuentro de los espectáculos de los buscavidas que pululan en verano las diferentes capitales y ciudades turísticas europeas. Sin duda las originales torres de la Iglesia de Nuestra Señora de Tyn presiden la estampa de la plaza con su imponente tamaño.
Pero la mayor atención y concentración de turistas la acapara el espectacular Reloj Astronómico de Praga. Esta obra de ingeniería relojera casi no tiene parangón en el mundo. El reloj, construido hace más de 600 años tiene tres partes diferenciadas. El calendario con los meses del año y con la presencia también de los signos del zodiaco en la esfera inferior del reloj mientras que en la esfera superior está el reloj astronómico que reproduce las órbitas del la luna y el sol. La última parte corresponde a las figuras de los doce apóstoles que desfilan ante el público a las horas en punto. Les acompaña las figuras de la muerte (un esqueleto), la avaricia, la vanidad y el príncipe turco que representa la lujuria.
En la esquina noroeste de la Plaza de la Ciudad Vieja destaca la blanca estampa de la Iglesia de San Nicolás. Esta obra maestra del barroco fue mandada construir por los jesuitas y es posible ascender a una de sus torres para contemplar el panorama de Praga desde las alturas. Su interior está profusamente decorado con bóvedas pintadas y multitud de esculturas así como dorados por doquier como corresponde al barroco.
Tras pasar una gran parte del día por la Ciudad Vieja- el barrio de Staré Mesto- decidimos desandar nuestros pasos e ir de nuevo en busca del Río Moldava. Esta vez en dirección norte en busca del famoso Antiguo Cementerio Judío de Praga, el barrio de Josefov. Pero antes pasamos por el impresionante edificio de la Filarmónica de Praga. Desde esta plaza se obtienen unas vistas privilegiadas del Castillo de Praga y del barrio de Malá Strana en la otra orilla del Moldava.
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