Sentado frente a un piano de cola, nos recibe, en nuestra primera noche, el viejo pianista del hall del hotel, notas de acompañamiento que hacen más melódico el ajetreo de la zona principal.
Tras un viaje algo accidentado y sin apenas haber descansado, afrontamos con ilusiónnuestras primeras horas nocturnas sobre la vieja ciudad de Praga.
Supongo quees el destino caprichoso el que en este caso, nos hizo de guía y aseguró que nuestro primer viaje juntos, tuviese todos los alicientes que ha de tener para ser recordado.
Frente al hotel Pyramida, a unos metros, se encuentra la parada de tranvías. Sabemos cuales son los que llegan, pero poco hacia donde van. Nos importa poco, no conocemos nada, no conocemos a nadie, así que…¿ Por qué no simplemente montarnos y llegar a donde lleguen los demás? Siempre se ha dicho que en lugares que no conozcas, vayas allá donde va la gente de allí, y eso hicimos.
Poco a poco, parada a parada, van entrando gente en el viejo tranvía que se va dirigiendo con paso lento y seguro al centro. Recuerdo como, siguiendo al tumulto, subimos y bajamos en varias ocasiones recorriendo sus calles en las horas en el que la vistatiene poco que ver y los sentidos mucho que vivir…Jóvenestontean con jóvenes, risas e inocencias de las edades tempranas florecen entre semialumbradas plazas y jardines…
Con la luz del día, Praga viste su verano consus rojos en los tejados y mil y un color que prendenen sus descascarilladas y longevas fachadas. Es hora deacudir al corazón de la historia, de visitar el centroy origen de su pasado, recorrer sus arterias y formar parte de sus ritmos de vida.
Es la historia de viejos reyes e imperios los que descansanen sus adoquinados suelos, Antiguas Iglesias como la de Týn, orientan su centro, estrechos callejones como el “Callejón del Oro” bañan nuestra literatura bajo la mano de unjoven FranzKafka.
Foto: José M Sieres
Pasea por la pequeña plaza de Malá Strana, recorre sus calles, visita el viejo cementerio judío para conocer su historia, detente ante el camino empedrado del Puente de Carlos saltando al siempre vigía del río Moldava, cuyos pintores dan constante vida junto a las treinta esculturas que te acompañan en su despedida de la pequeña ciudad, su Torreón de la pólvora, paso obligado para el enamorado príncipe…Todo su día es majestuoso y toda su noche bohemia.En la terraza del hotel, ya tarde , aprendimos que un whisky con cocacola tiene la medida de medio dedal y que un whisky doble es simplemente un dedal…Y es que aprender, sumergirnos y contagiarnos de la cultura de otros, nos hace crecer como seres humanos. Al fondo ,volvemos a oír a nuestro viejo amigo pianista,,,