Praga vi

Por Orlando Tunnermann


Último capítulo de mi periplo inolvidable por Praga. Me llevan mis pies hasta la fascinante ciudadela de Visehrad. Nada más salir del metro ya me acoge a lo lejos una maravillosa panorámica de la ciudad sobre el puente que cruza la carretera. No está muy bien explicado cómo llegar al complejo monumental. La distancia es en realidad de unos 15 minutos a pie, si no te lías y no te pierdes. El metro, línea 3, es súper rápido y moderno. Te costará 24 coronas por media hora y 32 por una hora y media de validez.
Por supuesto, es casi ya de perogrullo mencionar que aquí, en este lado recoleto de Praga, tampoco faltan las casas de colores de estética alucinante. Durante mi breve caminata encontraré numerosos edificios preciosos que ya no son lo que fueran; como por ejemplo una abadía preciosa que ahora es un hospital, una iglesia o conjunto eclesiástico es sede de la policía, etc.
Una arboleda impertérrita pretende fagocitarse la ciudad entera. Por fin llego al conjunto histórico monumental amurallado. A primera hora, e incluso después, no se puede decir que haya oleadas de turistas. Es agradable pasear por un parque con magnifico mirador a la ciudad que baña el río Moldava. Magníficas las enormes estatuas que parecen colosos mitológicos por tamaño.

Mucho gótico y algunos deportistas quebrando la quietud matinal. Espero a que abran a las 10:00  la iglesia gótica de San Pedro y San Pablo, que pese a estar algo ennegrecida, es una maravilla. La entrada vale 50 coronas más otras 5 por un folleto explicativo.


Ya adelanta su excelencia esa puerta sólida con escudos tachonados de colores. También es muy bonito, siempre en ese contexto de belleza romántica decadente medieval, el cementerio: elegante, preciosas estatuas, panteones, rodeado todo por un claustro de belleza adormilada en las telarañas del tiempo. Estilo italiano renacentista, este es el hogar permanente de eximios personajes como Dvorak, Jan Neruda, Blazek,  Bedrich Smetana, Puccini o Capek, inventor de la palabra "robot", del checo "robotovat”, que significa "labor, trabajo".



Accedo a la iglesia, circuido de asombrosas pinturas por doquier y un gótico sobrecogedor. Desafortunadamente, debo coger un avión y mi paso por la iglesia es fugaz, pero me cuesta dejar atrás ese universo interior de rojos, azules, verdes, creando una jungla irisada espectacular que recrea motivos sacros y florales.