Los préstamos personales
La compra de una vivienda o la puesta en marcha de una empresa son motivos habituales y, en muchos casos, insalvables a la hora de recurrir a capital bancario. No obstante, en los años previos al estallido de la crisis económico-financiera se observó un incremento de concesiones de créditos con fines más ociosos como viajes, tecnología de última generación o adquisición de vehículos de alta gama.
Sin embargo, la satisfacción inicial provocada por la posesión de un bien material o la realización de un viaje determinado, con frecuencia suelen tornarse en desasosiego e inquietud a medida que la entidad financiera hace efectivos los pagos pactados previamente.
En primera instancia, el individuo debe ser el mejor filtro para evitar situaciones no deseadas, cuestionando sus propias motivaciones: ¿Realmente lo necesito? ¿Cuál es mi situación económica actual y futura? ¿Qué implicaciones tendrá este préstamo en mi vida? Mención especial merecen los préstamos hipotecarios o aquellos con fines empresariales que, debido a su elevado importe, suelen ser avalados por familiares o amigos que pasan a ser agentes especialmente expuestos en el período acordado.
Las entidades financieras
De idéntico modo que con cualquier otra compra, el ciudadano tiene que adquirir el producto que más se ajuste a sus necesidades y a sus posibilidades. También buscar y comparar entidades financieras, pues cada una ofrece condiciones diferentes. Además, el individuo ha de ser consciente de que la solicitud de un préstamo implica adentrarse en terreno ajeno a su ámbito cotidiano, lo que supone un lenguaje técnico y jurídico a menudo ininteligible y, por ello, debe exigir todo tipo de explicaciones y aclaraciones sobre su futuro préstamo.
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