Todo el mundo, en el sopor de la tarde, hace cavilaciones sobre si Rajoy conseguirá ser investido presidente del Gobierno de España o tendremos que acudir a unas terceras elecciones generales para decidirlo: no los votantes, que ya por dos veces han decidido, sino los elegidos a ponerse de acuerdo. Como abundan los adivinos, no vamos a ser menos y activaremos nuestra soporífera e inútil capacidad de prever el futuro, aunque sólo el inmediato. Y lo que vemos es bastante sombrío, por cierto.
Ahora, las malas noticias, porque la ansiada recuperación será puesta, desgraciadamente, en entredicho por el incremento sustancial en las cifras del paro que se registrará en octubre tras el caramelito veraniego. Decenas de miles de contratos temporales de camareros, azafatas de hotel, empleados en tiendas y similares volverán engrosar las listas del INEM como demostración de la calidad laboral que hemos alcanzado en este país. Y es que para eso se hizo la Reforma Laboral, para potenciar un trabajo escaso, mal pagado y extremadamente precario que sea fácil y barato de rescindir gracias al contrato temporal por obra y servicio. Junto a un despido prácticamente gratis, la reforma ha sido un chollo para los empresarios y una cruz para los trabajadores. En medio de las denuncias que sindicatos y partidos políticos formularán hipócritamente de algo tan previsible como cíclico, el Gobierno entonará el canto por lo que no deja de considerar un signo positivo de recuperación del mercado laboral, en comparación con la destrucción de empleo en la época de Zapatero. Es posible que ya esté preparando el argumentario para achacarle al expresidente socialista la nueva recesión económica que amenaza a Europa a causa de los problemas de la banca italiana, el “brexit” inglés y el próximo incremento de los precios del petróleo que el cártel de la OPEP prepara ya. No cabe duda que siempre ha sido útil hallar un tonto a quien echarle la culpa. Y Fátima Báñez y su jefe lo tienen designado.
Entonces, como siempre que pintan la ocasión, José Mª Aznar terciará y publicará otro libro acerca de la importancia de mantenerse fiel a las esencias y no traicionar el legado de los protohombres del conservadurismo patrio español, en especial él mismo y, quizás, por citar al fundador que lo encumbró “sin tutelas ni tutías”, Manuel Fraga. Un libro que vendrá a recordar la importancia de llamarse José María en vez de Mariano y en el que apela al convencimiento indubitable de la existencia de armas de destrucción masiva que lo llevó apoyar la guerra de Irak. También revelará que la verdad sobre los atentados de Atocha aún no se conoce a pesar de sus esfuerzos, junto a los de Ángel Acebes, por esclarecerla. Esperanza Aguirre acogerá el libro como si fuera la Bibliay lo utilizará para fijar el dogma del pensamiento liberal del que cree adolece en los últimos tiempos su partido, lo que justifica la desafección ciudadana. Y es que jamás se retiran del todo estos líderes que, como los personajes bíblicos, son rémoras del pasado por mucho que dicten mensajes apocalípticos contra las desviaciones del presente.
Lo mismo sucede en la facción andaluza del PP, donde su líder provisional, descabalgado del Ayuntamiento de Sevilla y manejado a control remoto por Javier Arenas, sigue lamentando que la nueva corporación municipal no mantenga sus lucesitas de Navidad, herencia de su breve mandato de la que se siente más orgulloso, como Soledad Becerril de sus macetones. No se dan cuentan de que todos ellos pasan y permanece “el niño” Arenas, como la “fuerza” oculta en la sombra de la calle San Fernando.
Pero ya metidos en el curso venidero, otro Informe PISA volverá a revelar que nuestra educación está a la altura del culo del mundo. La primera universidad española en el ranking aparecerá detrás de otras doscientas que nos aventajan en producción académica e influencia cultural y científica. ¿Tendrá ello algo que ver con el desmesurado número de parados que registra España? ¿Acaso tendrá eso alguna relación con el bajo nivel de lectura de libros en nuestro país, la raquítica venta de periódicos y el escaso dominio de otro idioma en nuestra formación? ¿Influirá, en fin, todo ello en la calidad y prestigio de nuestros gobernantes? Hay cosas que son imposibles de adivinar ni con la bola de un pitoniso.
Y por último, la ciencia también proporcionará sorpresas, ya que descubrirá rastros de agua en Ganímedes, pero no servirá de nada por su lejanía. En Tocón, pedanía de Íllora (Granada) seguirán, como hace siglos, dependiendo del agua de pozos hasta que se sequen, como ha sucedido este verano, y se vean obligados a comprar agua embotellada. Y es que la ciencia es incapaz de contrarrestar la capacidad de negligencia y desidia humanas, sobre todo si por medio está el negocio. La avaricia y la ambición no hay adivino que los prevea.