Pregón de Navidad 2011. Ciudad de Tarifa

Por Fran Teran

Pregón de Navidad 2011
A cargo de D. Francisco Javier Terán Reyes
Historiador

Tarifa, Sábado 17 de Diciembre,
En la parroquia de San Francisco
Sr. Padre espiritual de las iglesias de Tarifa. Sr. Alcalde, Sr. Presidente y miembros de la Asociación Belenista, queridos familiares, amigos todos.
Es para mí un placer y una satisfacción el encontrarme ante todos ustedes con motivo de la proclamación de estas fiestas.
Antes de iniciar este pregón de Navidad, debo comenzar agradeciendo a la Directiva de la Asociación de Belenistas de Tarifa, a cuya decisión, debo el honor de estar aquí, ante vosotros, con la hermosa tarea de realizar el Pregón de Navidad de este año 2011. Del mismo modo quisiera hacer extensivo el agradecimiento a la Coral y Rondalla de Tarifa, un grupo humano dirigido por la extraordinaria batuta de don Fermín Franco, quienes se prestan constantemente a colaborar con todos nosotros, y en especial nos deleitan con sus cantos en Navidad, pues con sus voces, instrumentos e ilusión, nos dejan un legado de incalculable alcance, poniendo en valor cada año más, nuestros Villancicos tradicionales. Sería imposible no entender la Navidad sin la Coral Tarifeña. Y por último, quería dar las gracias a María del Carmen Tizón, pregonera del año pasado por dedicarme tan bellas palabras.
Quisiera también dedicar este pregón a esas personas que día tras día luchan con ahínco por alguna enfermedad, quienes depositan sus mayores fuerzas en sus profundas ganas de seguir viviendo. A todos aquellos que están ahora mismo en la cama de cualquier hospital y a tí mujer, a mi dulce amiga Andrea, por tu sonrisa, bondad y caridad.
Y ahora cumplido este deber al que la gratitud y el afecto nos obliga, entremos de lleno en nuestro pregón.
Cuando llega la Navidad esperamos expectantes estas fiestas cada año, y lo hacemos a sabiendas de que son momentos cumbres de la historia de la humanidad, porque aquél Dios que se encarnó y nace en Navidad cada año, se renueva.
Digamos que se celebra el cumpleaños de Jesús. Sobre un autentico mar humano, el pueblo se funde por arte de magia en buenas sonrisas, encuentros amistosos y de unión familiar.
La Navidad produce en cada uno de nosotros sentimientos contradictorios de alegría y de tristeza. Forma parte de ese andar lúcido y a tientas que es la vida, marcado por la debilidad y la oscuridad pero activado por la búsqueda y, en definitiva, por el gozo.
De una parte la Navidad es fiesta, felicitaciones, regalos, villancicos. Es además un momento entrañable de encuentro con los seres queridos. Pero no es raro escuchar estos días a personas que se lamentan por la llegada de la Navidad. “A mi-dicen- no me gustan las navidades” o bien “ojalá hubieran pasado ya estas fechas”.
Todos estos sentimientos obedecen a veces a una razón tan sencilla como el agobio que producen los preparativos festivos; de esto saben mucho las amas de casa,
siempre corriendo, que no llego, que tengo que realizar la compra, que van a subir los precios. Y todo por hacer la vida más grata a los suyos.
Otras veces son sentimientos de profunda tristeza, causados por la añoranza de los seres perdidos, por el hastío de tanta alegría prefabricada y sobre todo, por la percepción de la pobreza y la injusticia.
Al preparar estas líneas me venían a la mente, de forma desordenada muchas veces, recuerdos, vivencias, sentimientos, impresiones... Ingredientes todos ellos, que me gustaría ser capaz de seleccionar, mezclar, amasar y hornear como nuestras madres y abuelas han hecho siempre en Tarifa y así poder traeros hoy mi pregón, cual friolera navideña Tarifeña, de presentación austera, menuda, dulce al paladar y preparado en casa con mucho cariño.
De ese cúmulo de pensamientos os traigo esta personal evocación de la Navidad. Todos tenemos una memoria navideña donde vamos grabando entrañables momentos vividos en estas fechas. Busco en mi mente recuerdos de mis Navidades infantiles, en aquellos años y me voy situando.
Mis navidades seguramente no son muy diferente a las vuestras, yo nací en la década de los años 70, probablemente somos la generación del chándal azul marino con franjas blancas en la manga, los que disfrutamos con el mundial de naranjito, aquella generación que jugábamos en la calle a las canicas, al trompo, a las chapas o al elástico, Somos aquellos donde nuestras madres limpiaban los churretes con un poco de saliva y que si se nos caía un trozo de pan al suelo, le dábamos un besito y ya no los podíamos comer. Pasábamos el tiempo elaborando pasos de semana santa chiquitos con su posterior procesión, hacíamos nuestros quioscos con cajas de cartón y vendíamos lo que tuviésemos antiguo, viejo o a mano, a ello le sumábamos las escopetas de caña que hacíamos con un trozo de madera y varias pinzas de la ropa. Así durante todo el año jugábamos deseando que llegase una nueva Navidad para estrenar algún jersey nuevo o conjuntito de lo de Pimienta y poder jugar en nuestra bonita Alameda.
Mi Navidad comienza cuando podía ver colocadas las luces del maravilloso alumbrado que invita a pasear, cuando veo el humo de las castañas asadas de nuestra puerta de Jerez y cuando desempolvamos las viejas figurillas del belén y los adornos del árbol.
La colocación del Belén
Es el momento de colocar nuestro particular Belén. Colocar el Belén es volver a la fascinación que ese momento significaba en mi infancia cada año. Queríamos reproducir la ciudad de Belén, en su lengua original Bet-le-hem que significa “casa del pan”, queríamos representar un pequeño poblamiento situado a tan sólo nueve kilómetros de Jerusalén, que no debía contar con más de unos mil habitantes, sobre todo pastores y campesinos.
¡Montar el Belén! o ¡Poner el Belén!, es una expresión que me recuerda que estamos ya cerca de la Navidad, acaba el Adviento y estamos preparando nuestras casas y nuestros corazones para recibir a los demás.
Al principio me limitaba a preparar la mesita, el papel pintado que simulaba un paisaje estrellado nocturno, ayudaba a sacar la caja del Belén y dejarlo preparado para que cuando llegase mi padre de trabajar, entre él y mi madre lo montasen. Poco a poco mi participación fue en aumento, recoger ramas, piedras de la caleta, piñas, desenvolver las figuras, revisarlas, restaurar los posibles desperfectos.
No faltaban naturalmente las luces de colores, que con su intermitencia parecían dar movimiento a las figuras. Recuerdo con cariño cómo mi padre hacía que coincidiese una bombillita roja con la hoguera de los pastores, otras dentro de las casitas de corcho y una luz blanca y grande en el portal.
De niño, yo aprendía, y de la misma forma que hacen hoy todos los chiquillos, jugaba con el Belén. Yo no me conformaba con mover las figuritas de los Reyes Magos acercándolas al establo, No, yo lo movía todo.
A mi Belén acudían pastores, click de famobil, master del universos como Giman y Eskeletor, vaqueros, pitufos, tiburones de plásticos y todo aquel muñeco que cupiese en él.
Cada año íbamos a comprar algún adorno nuevo, bien a la tienda de Galerías Villanueva, o a su ferretería, aquella que estaba en el rincón de Illescas, o bien a lo de Radio Serrano y eso era porque aun no existía la tienda de los veinte duros, ni la de los chinos.
El nacimiento ahora se coloca en el alfeizar interior de uno de los ventanales del comedor. Pero aun siguen quedando esos Belenes, de una puerta vieja de madera que actúa de soporte para las figuras del misterio, para el Castillo de Herodes, para colocar la posada, los reyes con sus camellos y los pajes que llevan las riendas, los pastores, las ovejas, un pescador y una lavandera. Y con los años algunos, sobretodo los críos nos gustaba introducir en algún recoveco la figurita del hombre haciendo sus necesidades.
El primer paso era comprar en lo de Ruffo el papel de estrella, luego íbamos montando con corcho las montañas y cavernas, que decorábamos espolvoreando harina que echábamos con un colador para simular nieve en esos altos picos. Si no teníamos o no queríamos utilizar harina, un poco de polvo de talco bastaba e incluso algunos habrán rayado algo de corcho blanco. También recogíamos musgo o hierbas del Olivar. Muchos nos acercábamos al ángulo de esa pequeña esquina de la puerta del perdón de nuestra iglesia de San Mateo donde se apreciaba vivamente algo de esas pequeñas plantitas.
El famoso río de papel de plata, se hacía de pape de albar y añadíamos tierra o fina arena de nuestra playa tarifeña. Ya teníamos nuestro belén montado.
Con los años estas figuras iban mejorando, la hacíamos nosotros. Recuerdo especialmente a mi padre pintándolas, con esos dedos torcidos pero templados, con tanto mimo y cuidado que depositaba en su estupendo pincel de pelo de conejo. Y cuando ya estaba perfectamente pintadas, ¡No¡ - gritaba Yo.- Las cubría de betún de Judea, todo negro, las limpiaba inmediatamente envejeciéndola y añadiéndole un poco de polvo de talco.
Se palpaba la navidad. Estábamos ansioso por ver el portal de Belén de San Mateo, fundamentalmente ese del Sagrario, con ese agua corriendo, ese molino de viento con sus aspas en movimiento, esa lavandera en acción y esas figuras de reyes a caballo que bien podrían ser pequeñas obras de arte.
Disfrutaba también contemplando el Belén de las casas particulares de amigos y familiares, especialmente los de mi tíos, al igual que disfrutaba con los belenes de mi padrino y madrina como eran los del Curro el Sacero y su mujer Pepita.
Pero no en todas las casas había un belén y en cuanto a su panorama, esta asociación de Belenistas en Tarifa lo ha revolucionado y ha ido rescatando de la memoria colectiva e histórica este arte de poner un belén. Recordamos frescamente esos dioramas, pequeñas escenas de la vida de Cristo que majestuosamente se pueden ver reflejadas en la cárcel real. Serenidad y entrega. Alrededor de 30 personas son capaces de revivirnos un auténtico pesebre con todo lujo de detalles, escenas con templos romanos, con el orden dórico perfectamente trazado, con un bellísimo puerto Alejandrino que recuerda a las antiguas almadrabas y entre hueco y hueco es capaz de colarse nuestra bella portada de San Mateo Y juegan con las luces, sí, con atmósferas y sonidos, y son capaces de idear un autentico imaginario cristiano.
Desde luego, maravillosa iniciativa, digna de admiración y reconocimiento a su trabajo y esfuerzo.
Inseparablemente de nuestro Belén, está nuestro famoso arbolito de Navidad. Armarlo ya era toda una experiencia incomparable y siempre lo hacíamos en los primeros días de Diciembre, sobretodo antes del día de la Inmaculada. Cada esfera que se ponía es un anhelo, una espera de buenos momentos.
No se como, de repente aparecía un pino o pequeño abeto en mi casa. Todos mis hermanos y yo, ayudábamos en la decoración y estábamos atentos por si se caía una bola al suelo, para recoger los cristales inmediatamente antes de que mi madre se enterase.
Se pintaban las piñas, recogidas en el pinar más cercano de purpurina dorada. También Ramas de Algarrobos servían de decoración.
Mientras tanto en Radio Tarifa, sonaban los villancicos del Tamborilero o Noche de paz, o una Pandereta suena o el Rico Avariento, villancicos de puerta en puerta para que cayera un buen aguinaldo y sobretodo recuerdo a la Coral, haciendo paradas en las casas de amigos, y le obsequiábamos con la típica copa de anís o coñac y el mantecado.
Recuerdo a toda esa gente y a ese apuesto Fernando Villanueva pregonando a voz viva la buena nueva.
CORAL: “El Rico Avariento”
Quiero ofrecer un poco de lo mucho que se guarda, de lo más íntimo de cada uno. Son días de paz, de convivencia de perdón y olvido de ofensas, día de quitarnos las telarañas pegadas al corazón.
Son estas fiestas una sinfonía de los sentidos.
Se recrea la vista, con los adornos, luces y sonrisas, el oído se despierta. Tarifa desprende un olor distinto y se huele a pestiño de Isabelita Chamizo, a tortas y buñuelos de Andrea a polvorones y pavo frito, a centollas de lo del Grifo, a gambas y a un buen caldito.
Y se dan gracias, por estar juntos, se recuerda a nuestra virgen de la Luz, por encontrarnos nuevamente todos unidos y se tiene un recuerdo sereno, agradecido y tierno de los seres queridos ausentes.
Gracias madre, porque eres
La luz del faro que guía
El por qué de cada día
La mejor de las mujeres.
Eres alegría de penas
Eres luz y eres verdad
Eres brisa marinera
Que calma la tempestad.
Eres brillo de la aurora
Que reluce sin cesar.
Eres mañana, eres tarde
Que no es oscuridad.
Eres el verdor del campo
El color azul del mar,
Eres perdón, eres vida
Eres reina de la paz.
Y eres también esperanza
Rosa fresca y fortaleza
Y eres madre de Tarifa
Admiración y sorpresa.
Y madre de la Campiña
Eres guapa como nadie
Y eres bonita y morena
Que reluce en Navidad.
Novenas, natillas, buñuelos, pesebre, y familia. Esta época es sin duda especial para mí desde que tengo memoria, la Navidad es la excusa más grande para pasar un excelente momento con las personas que más valoro.
Son fechas donde sale el típico latigillo de felices Pascuas, el consabido, recibimos a cada momento verbalmente, y a uno lo hace ponerse orondo y muy ancho, poseído por ese puntito de orgullo que humanamente hay que perdonar.
¡Dejémosno de Herodes! La navidad merece la pena.
Si yo pudiera pedir perdón y que no me costara tanto, si fuéramos, y No digo Santos, gente sin rencor, seguro que merecería la pena estas fiestas.
Dejadme pegadito a la muralla,
Con los míos y mi familia
Dejadme pegadito a mi castillo,
Con una alegría serena que se deja ver por estas fechas.
Si yo pudiera Jesús
Ser también tu amigo
De mis dos brazos haría tu cruz,
Mis manos tus presentes
Mis ojos tu estrella de Oriente
Mi juventud mi poema
Y con él haría tus pies.
Mis piernas tus flecos de plata y bordados
Y a mi alma, le pondría un pañuelo blanco, para que enjuagaras todas las lágrimas y rencores del año.
La noche del 24, la Nochebuena y todos sus preparativos, es especial, mágica diría yo. Mamá, haciendo alardes de gran economista, adquirirá en el mercado los mejores productos al alcance de nuestro bolsillo y nos preparará una opípara cena que nos sabe a gloría.
Las familias más pudientes adquirirán el típico pavo de Navidad o un buen Voraz. En Navidad los gastos se disparan, la familia hace un gran esfuerzo.
Recuerdo a mi madre y a mi tía Mari luz, preparando un pollo gigante y en alguna ocasión un pavo desplumado, que algún que otro quebradero de cabeza nos dio.
A eso de las ocho u ocho y medía, iban llegando los invitados, mis tíos, primos, cuñados y demás familiares y nos sentábamos en la gran mesa del comedor de la calle Silos. Toda la familia alrededor de una mesa y es esa compañía la que viste de manjar el plato más humilde.
A los postres, papá sacaba, de no sabemos donde, porque más que lo habíamos buscado no lo habíamos encontrado, la caja de mantecados de 5 Kilos, y nos comíamos algún que otro mazapán, roscos de anís o alfajores! Al mismo tiempo salían los deliciosos turrones, aquellas tabletas de turrón duro el “Almendro”, que para partirlo había que hacerlo sobre una tabla con un cuchillo y un martillo, y había que comerlo poco a poco a base de ir royendo como lo haría el mejor de los ratones, también aparecía algún turrón de frutas, que muy poca gente lo tanteaba, al igual que el polvorón de limón o de canela. Y lo que hacían algunos con ese turrón de frutas, era despojarlo de sus pequeños frutos y dejar así, el armazón que las sostenía. Curiosamente muchos de nosotros, nos reservábamos al turrón de chocolate suchard.
Bebíamos Champán (aun muy poca gente había oído hablar del Cava), incluido los niños a la hora de brindar. Brindamos por mi abuelo Reyes con una copita de Chiclana y ahora nos acordamos mucho de los que se han ido y ya no están.
A alguien se le escapan unas lágrimas, y discurren por sus mejillas y empapan sus ojos, mirada de gratitud y asentimiento con la cabeza a la vez que un ligero temblor mueve su barbilla.
¡Y es que hemos hablado por teléfono con nuestros familiares más lejanos, con nuestros seres queridos!
Para romper el hielo, ha llegado la hora de cantar villancicos, todos cogíamos un instrumento. Previamente unos se habían acercado a la Dionda a coger cañas de cañizo para la zambomba, otros habían hecho algún sonajero a mano con chapas de refrescos y algún trozo de madera; la botella de anís preparada con una estupenda cuchara o un tenedor; mi hermano a las castañuelas, y mi madre preparando su maravillosa voz, pues nos iba a deleitar con Campanilleros.
Antes habíamos sacado ya del cajón todas las panderetas, que aun conservamos y que cada Nochebuena apuntamos el año con un rotulador edding en su piel. La de mi padre es un pandero grande con más de 30 nochebuenas apuntadas y si algún año falta, es porque alguno estaba malo o porque ese año alguien nos dejó.
Tras la cena, muchos acuden a la misa del Gallo. Cuyo nombre parte de una antigua fábula que afirma que el primer ser vivo que presenció el nacimiento del niño Jesús en la cueva de Belén y lo comunicó al mundo, fue un gallo. Cuenta la historia que el gallo estaba instalado en lo alto del establo y al presenciar el prodigioso acontecimiento salió rápidamente a pregonar la buena nueva a los cuatros vientos: primero a la mula y al buey, luego a los pastores y a sus ovejas y más tarde a la gente que vivían en la región. En ese tiempo somos capaces, sin saber bien por qué, de desprendernos de esa coraza que diluye nuestros sentimientos a lo largo del año y nos resulta más fácil el saludo y la comprensión, nos acordamos como cada diciembre de aquel amigo o amiga que se encuentra lejos y le hacemos llegar nuestro deseo de felicidad.
Muchos Tarifeños esperan de forma desesperada, que el ángel anunciador les comunique la noticia, de que sus nóminas respirarán tranquilas a fin de mes, otros simplemente, ruegan por el hecho de poder disfrutar de un puesto de trabajo, aunque sean sin contrato, unos esperan tener una cena digna de Navidad, y muchos otros, para que los Reyes Magos, no tengan la necesidad de pasar por Cáritas antes de llegar a casa.
CORAL: “Venid Pastores”
Para mí la Navidad hay que vivirla todo el año, yo diría que continuamente es Navidad. Nuestro día a día está lleno de dichos, proverbios o refranes que utilizamos aludiendo constantemente a ella. O es que nadie a escuchao se armó el Belén o la Marimorena, frente a un gran bullicio; o échale guindas al pavo, cuando algo va a peor, o estoy más mosqueao que un pavo oyendo una pandereta, porque sabe que prontito llegará su hora.
Nuestra Navidad es una Navidad muy tarifeña., algunos recordaran ese estupendo eslogan de Año nuevo, Villanueva y es que yo creo, que uno vive mejor la Navidad si es tarifeño.
Uno no es tarifeño si no te santiguas 3 veces al bajar o subir la calle de la Luz, si Sor Elvira no te ha dado clases de religión, si no jugastes por la Chanca, el Olivar o saltastes la tapia del cementerio; si no comprantes erizos en lo del Grifo, Uno, uno no es tarifeño.
Si no comistes pan macho, chicharrones, tagarninas o manteca colorá; si no jugastes en los futbolines, si no tuvistes los RM del mercadillo, si no has comido la ensaladilla rusa o mayonesa de lo de Reyes, si no probastes el adobo de Celaje; Si no te pegaron un jalón de patillas en el colegio, si no vistes a Juan José el del Cádiz, en las pistas del parque feria, Uno, uno no es tarifeño.
Si no acompañó a la virgen de la Luz hasta la huerta de Triviño, si no jugó en las pistas de Rufino, si no se acuerda de Cobito y su transistor rojo, si no ha comido los tranvías, bizcotelas, cajillas, negritos y tocinos de cielo de ambas pastelería Bernal.
Uno no es tarifeño, si no visitaste el Balneario y si no conocistes a la PM patrullando la ciudad.
Uno no es Tarifeño si al Eroski no le llamas Hipersol, y si no fuiste en ascensor a la planta de juguetes de Galerías Villanueva; Si en verano no te tirastes de la Punta del Santo y en la playa chica del Pico de oro, la loza o la caja de los tres muertos.
Uno no es tarifeño, si no compró pan en lo de Miliano, algún tabaco en Pablo Manso y alguna pila en Radio Serrano.
Uno no celebra la Navidad si no se acuerda de su gente, si es incapaz de que los pelos se le pongan de punta con los recuerdos más queridos.
Si no probastes los churros de Tarifa, los Coquis de Juan, si no recuerda a Pompo el cartero o al bueno de Jesús Terán.
Uno no es tarifeño y no es capaz de vivir la Navidad.
Si no comprastes un ramo en lo de Mariluz flores o en lo de Parralo, si Pepe Doucet no te tomó la tensión, si no probastes el atún del cuatro esquina, el pescaito del Playa blanca o jugastes por algún corral.
Si no dices chico escuajo, si al canillo le llamas alcantarilla, si no te tomastes un café an cá Morilla, si no pasó por nuestro Casino y descansó en la Posada, en los Mellí o en lo Juan. Si no llamas a los hermanos Álvarez cuando se estropea una antena, o si no a Manzanero que al laito quea.
Uno no es tarifeño si no atravesó la Alameda por medio de lo de Pérez Quero, si no pesca en los bloques o en la punta del Gasoil, si no se acuerda de la Miau y de los vinos de Terán, de los Nuñez, los Peraltas y de la Coral.
Uno no es tarifeño si no se acuerda de su viento, de los vinos de Paco Pérez; del padre Aquiles, de Troya o del padre Pedro, de su Romería, de su feria o Navidad; De Trujillo de lo de Checa, del francés y su famosa Ría.
Uno no es tarifeño si no vive la navidad, con los bocadillos de lo de Rico y las Salchichas colorá del Feo, si no cita el Congo, la Cometa o el Miramar.
Si no habla de la almadraba, de la caballa, la mojama, del antiguo polideportivo y la piscina municipal.
Uno no es tarifeño si no le dio a Manolín un poco de ropa pa llevá a Marruecos, si Nieves no te dio clases de historia, si no bebes el chiclana an ca Perea, si no se acuerda de la curva de Antonio Rodríguez, del Solera y de los zumos del Manao, de los arenques y sardinas en tabales, de la tienda de Inés, de Pepe Campo o MariaOrtega
Uno no es tarifeño si no se pelo en lo de Jape, en Paco el peluquero, en Follones o en el maestro Chan.
Uno no es tarifeño si no canta ese fandango marinero que dice que todos los que aquí venimos somos gente de la mar y al niño dios le traemos de regalo un calamar,
Si andas por la playa y no dices hasta el río na mas, si no escuchastes las piruletas del gran Nico, si no te tirasteis por la revaleta de la marina y si no vistes los carteles de la reina an ca Toledo, Uno, Uno no es tarifeño.

Llega la hora de despedir el año, de dejar rencores y recibir un buen propósito. Todas las luces están ya encendidas y con algo de oro en la copa de champán para brindar por la nueva etapa. Tan sólo nos queda ya la emocionante y mágica noche de Reyes

La cabalgata de Reyes
Cualquier duda sobre la existencia de los Reyes Magos carece de importancia ante la ilusión que en niños, no tan niños, padres y abuelos crea la llegada de la cabalgata de los Reyes Magos en el anochecer del día 5 de enero.
Atardecer lleno de nervios y expectación, y noche de pesadilla, vela y ensueño para unos niños que esperan la llegada a su casa de unos Magos que, después de degustar los dulces y licores que han puesto junto al zapato, dejarán los esperados juguetes y algún trozo de carbón para los que no se han portado todo lo bien que debieran.
Quizás la fiesta ha perdido parte del misterio que tenía hace treinta años, cuando sólo recibíamos juguetes en esta noche mágica, y nos pasábamos la Navidad aplastando la nariz contra el escaparate de las jugueterías. Recuerdo especialmente ese escaparate de la calle de la Luz de los Villanuevas, que cogía toda la esquina y allí se depositaban todos los juguetes a modo de exposición. Siempre había un tren eléctrico dando vueltas y no era raro ver al mozo de Juan León poniendo un perfecto número en cualquier etiqueta. Nosotros nos quedábamos embobao y luego Andito pasaba un paño al cristal, para dejarlo perfectamente pulcro y limpio. Y no era curioso ni raro ver en ese mismo escaparate, como los chiquillos en la esquina se subían al mismo tiempo que levantabas una pierna de tal manera que al reflejarse en el cristal, uno parecía que estaba flotando. Así nos divertíamos en Navidades y en la Noche de Reyes.
Ahora, llegado el día, se arma un gran estruendo entrechocando las tapaderas o cuberterías de las cazuelas y pucheros para llamar la atención de sus "majestades", y descubrir a la mañana siguiente un caballo de cartón, una bicicleta nueva, una muñeca con su complemento en forma de capazo o cuna, un juego de cocinilla, o una pelota, cuidando muy bien que a cada uno le llegué el regalo adecuado.
Recuerdo cómo vivía de niño ese cosquilleo interior escribiendo y enviando la carta, dejando los zapatos bien limpios en el salón, ese es el recuerdo de la hermosa, emocionante y mágica noche de Reyes, como broche final a unos días que se iniciaban en el mes de diciembre. Los adultos nos volvemos niños; los camellos de los Magos de Oriente cruzan nuestro Estrecho acercándose un poco más cada día a nuestra fantasía y a la gran noche que los padres se encargan de recrear contando increíbles historias acerca de la bondad y la grandeza de los queridos Reyes Magos.
Para terminar me gustaría que éstas Navidades fueran muy dulces y aunque los momentos son difíciles, tenemos que hacer un pequeño esfuerzo para estar alegre, ser amables, tender la mano a quien la necesita, vivir buenos momentos en familia, compartir en el trabajo, por supuesto quien lo tenga y disfrutar de los amigos. Estas fechas son una oportunidad para parar un poquito la máquina de las rutinas y las prisas y dedicar más tiempo a la familia. Tomémosnos el tiempo para elegir los regalos a conciencia y compartir los preparativos con los hijos. Las Navidades nos visitan año tras año, nos trae esperanza, miradas inocentes y la capacidad por ilusionarnos por las pequeñas cosas. Y es que el mejor regalo que nos trae la Navidad es poder volver a la inocencia de la infancia.
Dicen que brindar se suele
cuando la alegría reina
cuando se levanta el codo
y se descorchan botellas.
Y no es porque el vino sea
de la uva rica perla, ni
porque contenga alcoholes
que suben a la cabeza;
sino para darle honores
a quién se lo merezca
Más cómo el uno y el otro
se unen y nos alientan.
Aprovechad la ocasión
y a brindar que esta es la nuestra
¡Feliz Navidad!
CORAL: “Campanas de la Mezquita”