Pregón de San Jorge Megalomártir

Publicado el 23 abril 2016 por Francisco Francisco Acedo Fdez Pereira @Francisacedo

Señor Teniente de Alcalde, Corporación Municipal, dignísimas autoridades, señora mantenedora, Maestro Suárez, señoras y señores, queridos familiares y amigos, cacereños de nacimiento, vocación, adopción o resignación,

Paz y Bien a vosotros.Escribe a tus señores y muéstrateles agradecido; que la ingratitud es hija de la soberbia y uno de los mayores pecados que se sabe, y la persona que es agradecida a los que bien le han hecho, da indicio que también lo será a Dios, que tantos bienes le hizo y de contino le hace. Inevitable y previsible, necesario y justo es comenzar a estas alturas de este año cervantino con palabras de mi Señor Don Quijote para introducir los formales agradecimientos que se esperan de uno en este tipo de saraos. Comienzo por el Excelentísimo Ayuntamiento por haberme conferido el privilegio y la responsabilidad de pregonar a nuestro Patrono Principal, gesto que expresivamente agradezco. Gracias de corazón a los trabajadores de la Concejalía de Cultura y de Protocolo por sus inestimables esfuerzo y profesionalidad, y, por supuesto, a quien me propuso, lo que me hace pensar que, pese a mis estancias prolongadas fuera de Cáceres y la vida que hago cuando aquí estoy, casi eremítica, ya que poco o nada me prodigo, todavía se acuerdan de uno en la ciudad que lo vio nacer.Al hilo de esta divagación preliminar, permitidme que agradezca a Juanchus, a Mamá y a Manuel mi hermano, a toda mi familia y a mis amigos su constante apoyo y el tiempo que este oficio mío de escribidor y los otros en los que me pluriempleo me roban de su presencia y, hay que decirlo, la paciencia infinita que tienen conmigo por el terrible humor que se me pone cada vez que me siento a pergeñar un texto. Con lo educadito que parezco, tendríais que ver lo insoportable que me pongo de puertas adentro y de justicia es reconocer a quienes más cerca de mí están su temple con mi carácter, que se las trae. Gracias a la Fundación Liberbank por acogernos hoy en esta Sala Clavellinas, a Doña Victoria Campos por mantener el acto y al Maestro Antonio Luis Suárez, amigo desde hace años, por amenizar el acto con sus piezas lo que hará más pasajero al respetable el rollo macabeo que me voy a marcar. Mi agradecimiento a cuantos hoy estáis presentes para honrar a nuestro Santo Patrón y cuya presencia reconozco y a aquéllos que, desde la distancia o la imposibilidad, me han hecho llegar su afecto y buenos deseos. Deseo acordarme de los que ya no están con nosotros, especialmente de Papá, cuya presencia siento con fuerte intensidad estos días, quien ya estará gozando de la compañía de su gran amigo el Alcalde Luis González Cascos a quien dedico mi emocionado recuerdo.Hechos los oportunos agradecimientos va siendo hora de finalizar el proemio y comenzar a dar paso al pregón en sí,porque el único protagonista debe de ser hoy San Jorge Megalomártir. Lo haré, advierto, no basándome en heurísticos, que anclen en el reduccionismo o la simpleza, o hagiográficos, sino que abordaré el tema desde una perspectiva simbólica e iconológica con una metodología de la historia comparada de las religiones, como no podría ser de otro modo por deformación profesional, intentando acercarme a la complejidad de una figura que, a fuerza de ser conocida, es un absoluto extraño para la mayoría. Sin más dilaciones, entro en materia.Si nadie se acuerda de Santa Bárbara hasta que truena, Cáceres no recuerda la existencia de San Jorge hasta el mes de abril. No existe una localidad, que yo conozca, cuya relación con su Patrón sea más extraña y alejada que la de nuestra ciudad con el suyo, con el especial agravante de no ser un santo desconocido, extraño y de devoción meramente local, sino uno de las santos más universales y que, como se verá no se ciñe ya al catolicismo en particular o al cristianismo en general, sino que incluso es venerado en el islam. Sólo tuvo un templo a lo largo de las centurias, y ya llamarlo templo suena excesivo, que sería el oratorio de las desaparecidas Casas Consistoriales que estaban emplazadas en el actual Foro de los Balbos y del que sólo nos resta el relieve central del retablo (ya que éste se perdió) conservado en el Despacho de Alcaldía en el Ayuntamiento. A los cacereños, en general, no les mueve a devoción su Patrón, aunque su nombre haya proliferado en las últimas décadas pese, todo hay que decirlo, la dificultad que provoca su pronunciación con nuestro acento. Si tenemos una Plaza de San Jorge es de mera chiripa, porque Alfonso Bustamante apalabró en un anticuario de Madrid una escultura de la Virgen de la Caridad del Cobre para disponerla en las escaleras que Valcárcel diseñó. Pero, hete aquí, que como el alcalde no dio señal pecuniaria, cuando fue a recogerla ya se había vendido. Por eso a Canilleros y Cavestany se les ocurrió que encargara a Pepe Carmona (que estaba realizando la mayoría de los bultos redondos líticos que hoy se ven en la ciudad antigua y que parece que llevan ahí de toda la vida) una escultura broncínea del Megalomártir. De no haber sido así las cosas no hubiese tenido el pobre ni plaza. No sólo es que San Jorge no mueva a devoción, sino que es un absoluto desconocido, se tiene de él una imagen distorsionada no ya por las leyendas que lo han adornado desde su martirio, sino por las propias locales, aunque las originales se hayan perdido por el camino y haya que irse a los historiógrafos del XIX y el XX para encontrarse con las versiones más fidedignas. En esto tienen bastante responsabilidad esos individuos autodenominados “investigadores”, que son a la Historia lo que los curanderos a la Medicina, meros aficionados que hacen más daño que bien, intrusos profesionales aplaudidos por el público engañado que nada sabe, ni tiene obligación de saber, de rigores historiográficos o metodologías. Para ser historiador, como mínimo, hay que cursar una carrera y a estos osados personajes se les permite la impostura abiertamente, al tiempo que son, en muchos casos, encumbrados por los medios de comunicación y las instituciones y se atreven, incluso, a dar lecciones a quienes hemos empleado años de nuestras vidas para obtener unos títulos universitarios y seguimos, día a día, ejerciendo nuestro oficio y actualizando nuestros conocimientos de un modo académico y científico. Así pues la ya de por sí desconocida personalidad de San Jorge se distorsiona aún más en las mentalidades colectivas en las que no se distingue ficción de realidad.A pesar del carácter religioso de la festividad, el pregón que estoy pronunciando lo organiza el Ayuntamiento, la Misa y la procesión cívica, que me encanta especialmente por sus tintes berlanguianos, también. Tres cuartos de lo mismo sucede con el desfile y la quema del dragón con sus moros y cristianos incluidos, y que en nada se parece a la realidad, porque aquí ni hubo conquista, ni hubo lucha, simplemente una rendición del Qazris almohade, como la mayor parte de la Transierra, porque el Califato estaba demasiado ocupado con sus guerras en Túnez que eran más vitales para su supervivencia. Lo mismo podría decir de los toros, pero no sé qué jubileo hay montado con ello, porque no sigo la política local, aunque, si por mí  fuera, preferiría que la tauromaquia pasara definitivamente a la historia. Las hogueras de los barrios continúan, no con la intensidad de cuando era niño, pero se mantienen al menos. Quemadlo todo, el fuego purifica, como dijo alguien que acabó también en una hoguera. Se perdió para siempre a comienzos del pasado siglo la batalla de brevas con la que Cáceres conmemoraba a su patrón, con la excusa de que aquel año estaban verdes y podrían hacer daño. Intuyo que la propia simbología del fruto tuvo mucho que ver, y es que algo poco sabido es que el Árbol del Bien y del Mal fue una higuera hasta fines de la Edad Media, cuando en un exceso de celo, la Iglesia la convirtió en manzano, pero ésa es otra historia y hoy, de no haber sido por aquella prohibición municipal podríamos tener algo semejante a la Tomatina de Buñuel. Así es la vida…San Jorge de Capadocia, San Jorge de Lydda, San Jorge Megalomártir junto a San Demetrio de Tesalónica, San Jorge el de los mil velos, el que cada vez que se retira uno aparece con un rostro distinto, idéntico al anterior y al tiempo diverso, San Jorge trasunto divino y angélico, mistérico y hermético, oriental y occidental, accidental y arquetípico, cristiano y musulmán, sincrético y asimilado, San Jorge el de bucólico nombre y guerrera presencia. Tras su figura se esconden milenios de sagas y cultos, se camuflan deidades y héroes que se niegan a desaparecer de los inconscientes colectivos, porque los mitos y los ritos permanecen en ellos camuflándose tras los mantos de las diversas religiones que se suceden o superponen. El cristianismo y el islam, herederos del helenismo, de la esponjosa religiosidad romana, de las religiones de Oriente y del judaísmo, con su viaje desde el politeísmo al monoteísmo, pasando por un henoteísmo vacilante y latente durante siglos, no iban a escapar de los cultos que forjaron los inconscientes desde el Mediterráneo hasta la India desde tiempos inmemoriales. Así, al mirar frente a frente la figura de San Jorge, nos damos cuenta de que no nos encontramos ante un santo, del que poco se conoce, convertido en leyenda, sino en un mito, con toda la carga que ello conlleva.No abundaré, pese a pertenecer a la Pontificia Academia para el Culto de los Mártires, en la vida terrena de nuestro Patrono, entre otros motivos porque las fuentes que a ella se refieren suelen ser bastante tardías y confusas, de hecho, la más antigua que conocemos, la Passio Sancti Georgii, fue declarada apócrifa por el Papa Gelasio en el 496, el mismo Pontífice que dos años antes lo inscribiera en el Libro de los Santos con una extraña coletilla que textualmente dice con aquellos cuyos nombres son justamente reverenciados, pero cuyos actos sólo son conocidos por Dios. Pese a tan tardía canonización, el pueblo fiel y llano lo declaró Santo justo después de su muerte, acaecida en Nicomedia el 23 de abril del 303 a la hora Sexta en la persecución de Galerio, como era habitual en los primeros siglos de los cristianismos, cuando los procesos de canonización nada tenían que ver con lo que se convirtieron más tarde y prueba material de ello es el templo que en su honor levantaría Constantino el Grande sobre su tumba en la ciudad natal de su madre, Lydda, rebautizada como Diospolis, que es la actual Lod en la Palestina Ocupada. En dicho templo Constantino se hizo representar como el propio Santo, siguiendo las primeras iconografías que son las que han permanecido en Oriente, de pie, con lanza en mano asaeteando una serpiente. Ya comenzamos a ver el trasunto de Miguel Arcángel asomar a pocos años de su muerte y lanzo un primer interrogante al que intentaré responder a lo largo de la exposición y es el por qué un soldado que sufre no una, sino pasiones de las que es advertido por Dios con anterioridad a través de visiones y que las acepta, que es proclamado por los fieles como Megalomártir (el Gran Mártir) no es representado ni siquiera en sus comienzos en alguna actitud martirial (como San Sebastián, miliciano y Mártir él también, entre tantísimos otros) sino con símbolos tan antiguos como la serpiente o la lanza. La respuesta está en todo aquello que se esconde tras la verdadera figura de San Jorge, que es pura Transcendencia.Independientemente de la verdadera personalidad del Megalomártir, cuyos datos más o menos fehacientes pueden consultarse en el Martirologio Romano, especialmente todos los suplicios que se infligieron en sus dos pseudomartirios y en el definitivo por decapitación y que me abstendré de enumerar por respeto a estómagos delicados, su figura se convierte rápidamente en un trasunto de otros personajes fundamentales en el desarrollo de las ideas religiosas. Su primera iconografía, que es la que ha prevalecido en los cristianismos orientales, con lanza y serpiente, o simplemente en busto con dicho instrumento, guarda un enorme paralelismo con la de San Miguel Arcángel, príncipe de las milicias celestiales, que vence en nombre de Yahveh o Elohim al Maligno, concebido este último como monstruo acuático o como fiera del desierto, como mezcla de ballena y serpiente cornuda o como híbrido de escorpión y cocodrilo, bajo los nombres de Leviatán, Rahab, Behemoth o Tannín. Si a ello le unimos que el otro Megalomártir, San Demetrio, posee una enorme similitud iconográfica con San Gabriel, el enviado, y suelen ser representados en dípticos, tendremos una primera idea a la hora de aproximarnos a nuestro personaje.La serpiente, con el paso de los siglos, se acabará fijando en la figura de un dragón, extendida desde las cruzadas de oriente al occidente y septentrión cristianos y plasmada, de modo ya indeleble para lo que entendemos como cultura occidental en la Leyenda Áurea del Venerable Jacobo de Vorágine, de la que parten todas las versiones del episodio que se han producido y se seguirán produciendo. La lucha con el dragón es un motivo universal y de raíces milenarias que figura como elemento central en la cosmovisión y la iconografía de casi todas las culturas tradicionales. Con ligeras variantes, este combate contra el fabuloso monstruo acusa su presencia en los más apartados pueblos de la tierra, sin distinción de épocas ni latitudes, en lo que constituye una clara muestra de coincidencia intercultural o intertradicional. La alusión a serpientes y dragones es arquetípica en muchos pueblos y representa un arquetipo jungiano, el inconsciente colectivo, el sueño de culturas. San Jorge es una figura que nos introduce de lleno en la visión mítica y simbólica. Entre otras muchas cosas, la imagen del combate entre el héroe solar y la bestia de los abismos nos ilustra sobre asuntos tales como el proceso cosmogónico, las fuerzas en pugna por la configuración y mantenimiento del orden universal, el encuentro o el choque entre hombre y naturaleza, la génesis de la cultura y la civilización o el papel del hombre y de la mujer.Los orígenes de la lucha contra el dragón se pierden en los albores de los tiempos. En esta escena mítica habría un eco de las luchas que los hombres prehistóricos hubieron de librar contra sus propios miedos en forma de animal. Dondequiera que dirijamos la mirada encontramos la imagen del paladín de la luz contra la bestia abisal. En las más antiguas culturas aparece ese combate épico preñado de consecuencias civilizadoras desde el Egipto faraónico y la Mesopotamia semítica o indoeuropea, hasta la India védica o la Persia zoroástrica, por no entrar en otras culturas que poseen idénticos arquetipos, pero que se escapan del análisis de la figura de San Jorge.Egipto es fundamental en el desarrollo del judaísmo y el cristianismo, en los textos sagrados siempre existe una relación vinculante entre los grandes episodios de la Historia de la Salvación y esta tierra. Baste recordar a Abraham, Moisés o Jesús. En el desarrollo de los cristianismos primitivos y su contexto helenístico es primordial el peso de la religión egipcia, muchos de cuyos ritos y mitos subyacen en nuestras creencias. Así pues, la lucha con el dragón aparece bajo la forma del combate que Ra, el dios Sol, libra contra el monstruo Apep, llamado Apofis por los griegos quienes también beberán de las aguas de la religiosidad egipcia. Ra, es el Soberano del universo, señor de la luz y del cielo. Con su presencia mantienen el orden universal. Pero frente a él se alza Apep, su más encarnizado enemigo, sierpe de los abismos que acecha en la oscuridad para poner fin a la obra de Ra. Pese a su enorme poder y sus enormes dimensiones, sale siempre derrotado por el poder de Ra. El dragón Apofis será más tarde identificado con Set o Tifón en griego, genio del mal y de las tinieblas. Tendrá como enemigo a Osiris, que viene a ser una nueva forma de manifestación de Ra, pese a ser anterior a él en la cuatro veces milenaria cosmogonía egipcia, pero eso ya es otro tema.Imágenes muy semejantes encontramos en la civilización mesopotámica, en la que se incardina el pueblo hebreo y de cuyo panteón nacerán Elohim y Yahveh, los dos dioses rivales del Antiguo Testamento. El mito que nos interesa tiene como motivo central la lucha de Marduk, dios babilónico de la luz y de la inteligencia, con Tiamat, el dragón-serpiente de las profundidades marinas. Marduk aparece representado como rey con alas y armado de flechas o de un hacha, montado a veces sobre un caballo blanco, cosa que creo nos suena y que iremos encajando mentalmente con otros santos. Su figura tiene su inmediato precursor en el Ninurta sumerio, también llamado Enlil o Ningirsur, y su sucesor es el Ashur asirio.En la mitología hitita, pueblo indoeuropeo mesopotámico, el vencedor del dragón es Teshub, Terup o Tarku, dios de las tormentas, que vendría a ser el equivalente minoasiático del Thor germánico, porque comparte múltiples características, como su carácter guerrero y algunas armas distintivas, entre las que figura, además de la lanza, la espada y el tridente, el hacha de doble filo, que pudiera ser también una maza o un martillo. Entre los fenicios, Baal es el dios celeste y dios de las tormentas que tiene que luchar contra varios monstruos adragonados con nombres diferentes, pero parecen ser el mismo, ser Baal es una misma persona con Melkart, el héroe fenicio y cartaginés, asimilado por Grecia y Roma como Heracles y Hércules y que se une indisolublemente a la religión de Hispania antigua y la mítica historia de las tierras ibéricas.No sólo estos pueblos poseen sus propios mitos que irán escondiéndose tras la figura de San Jorge, sino algunos tan inesperados por un auditorio no iniciado, como la antigua India. Pensemos que desde tiempos inmemoriales Próximo Oriente y el Subcontinente están unidos no sólo por lazos de rutas comerciales, sino por conquistas y caminos de ida y vuelta. El último de ellos, hasta entonces, será el imperio de Alejandro Magno, que se extenderá desde Macedonia hasta el Indo. En el contexto helenístico, al que varias veces me he referido ya, las conexiones culturales eran continuas y fecundas. Cuando se habla del paralelismo entre las enseñanzas de Jesús y Buda se suele ignorar la existencias de comunidades budistas en Próximo Oriente hasta las primeras centurias de nuestra Era. No me extenderé en estos pormenores, que sobreexceden los límites de este pregón. Señalo que una de las versiones más conocidas de la lucha con el dragón es el episodio que se recoge en los Vedas, sonde se relata el enfrentamiento entre Indra y Vritra. En el mito indo ario, Indra, el dios prototipo de la realeza aria y de la nobleza guerrera que se agrupa en torno a su rey, restablece el orden del universo al derrotar a Vritra, el dragón que, desde su refugio en las montañas, aprisiona las aguas cósmicas y cubre la luz, haciendo imperar la oscuridad y el desorden. En el panteón védico hay otro dios que desempeña un papel paralelo al de Indra, con el perfil de matador del dragón: Parjanya, el que truena, dios de la lluvia y de la tormenta. Guarda un estrecho paralelo con el dios del trueno y rayo de otros pueblos indoeuropeos: el Taranis celta, el Perkunas báltico, el Perún eslavo. Porta las mismas armas que ellos y presenta rasgos muy similares a los de todas estas divinidades europeas y de nuestro San Jorge, que va teniendo cada vez menos secretos para nosotros.El zoroastrismo persa, una de cuyas derivaciones, el mitraísmo, se acabará conviertiendo en el único y gran competidor del cristianismo hasta el siglo IV, cuya doctrina gira en torno al combate cósmico entre Ahura Mazda u Ormuz, el dios de la verdad y la luz, y Angra-Mayniu o Ahrimán, el espíritu de las tinieblas y de la mentira, presentado como una serpiente o dragón destructor que lucha contra Ormuz, el sol. Los mitos persas, que guardan una estrecha correspondencia con el mito indo ario del combate entre Indra y Vritra, nos hablan de la oposición que enfrenta al héroe ario con el dragón del caos y la oscuridad, es la lucha de Karsasp con la serpiente Sarvara. No sólo nacerá de él el mitraísmo, sino también el maniqueísmo, sin cuya cosmogonía difícil sería entender el contexto en el que todas estas figuras se fueron reencarnando en el mito de San Jorge.Repito el contexto helenístico que posee el nacimiento de los cristianismos orientales, por ese motivo no puedo dejar de analizar los mitos griegos que sobrevivirán dentro del Megalomártir, porque la mitología griega es rica en episodios relacionados con el tema. Sus dioses y héroes han de enfrentarse a menudo con la serpiente, el dragón o el monstruo de los abismos, haciendo así de la dracomaquia un leitmotiv del mundo conceptual y simbólico de la antigua cultura helénica. Entre los dioses figura en primer lugar Apolo, divinidad olímpica y solar por excelencia, dios de la luz, de la belleza y la armonía. Su más destacada acción en este sentido es la lucha con Pitón, la dragona que guarda el santuario de Delfos, a la que da muerte con sus flechas. Zeus es otra figura divina que destaca como luchador contra el dragón. Zeus personifica el Cielo concebido como Padre, es el señor máximo de todos los dioses griegos y es la forma griega del Dyaus Pitar de las antiguas estirpes indoeuropeas. Se enfrenta con Tifón o Tifeo, uno de los más poderosos y temibles gigantes. Tifón es un ser monstruoso que vive en el nivel más profundo de los Infiernos, criado por Pitón, con descomunal tamaño, sin piernas, con cuerpo de serpiente y múltiples cabezas, que aterroriza a hombres y dioses y ataca el Cielo para destronar a Zeus. Después de varias escaramuzas, Zeus consigue fulminar con su rayo al temible enemigo. Como vencedora del dragón aparece también Atenea. Pero Atenea no se limita a vencer al dragón con sus propias armas y su propio esfuerzo, sino que está detrás de la mayoría de los vencedores de dragones del mito helénico. Entre los héroes humanos que en la mitología griega combaten dragones, cabría citar a Cadmo, Perseo, Belorofonte, Jasón y Heracles, aunque la lista sería interminable.Pero me detengo para recordar que tampoco a los antiguos tracios fue desconocida la figura del héroe divino alanceador del dragón, ya que hay un dios llamado Heros, que no bebe confundirse con su homónimo griego, representado con jinete que traspasa con una lanza a un negro monstruo para liberar a una doncella de estirpe real, Hera, quien nada tiene que ver tampoco con la diosa olímpica. Todos los elementos del típico cuadro de la dracomaquia están aquí presentes y las similitudes con el San Jorge cristiano son, en este caso, más que evidentes incluso para el más profano en la historia comparada de las religiones.Sólo desde un punto de vista de un terreno abonado durante milenios por divinidades y mitos de muerte y resurrección se puede entender, bajo un prisma historiográfico, el feliz nacimiento, desarrollo y éxito del cristianismo. Es fundamental que diga esto, puesto que no estoy abordando a San Jorge desde un punto de vista de la Fe, sino como historiador puro y duro. Por ello, en una sociedad habituada a sincretismos y asimilaciones no es extraño el fenómeno de la perduración de los mitos, el préstamo, e, incluso, el camuflaje. Así, el mílites helenístico martirizado por su Fe cristiana asimila en él no sólo elementos de su propia religión, sino otros que producen la perduración de estereotipos. Ésta no es una situación ni menos única o forzada, sino que el pueblo fiel y llano hizo converger en él una serie innumerable de arquetipos, borrando los rasgos primordiales e históricos de su figura y convirtiéndolo en un mito, trasunto de tantos otros, como he brevemente enumerado.La figura del dragón ocupa un lugar relevante en la simbología cristiana donde aparece desde los primeros tiempos representando el mal y el pecado, a las fuerzas que se oponen a Cristo y su mensaje. En la amplia imaginería, tanto literaria como artística, confluyen las concepciones de la cosmogonía bíblica, y, por otro, las derivadas de las antiguas culturas helénica, céltica y germánica, de las cuales se nutre la visión del mundo imperante en la cultura medieval. Identificado con el Leviatán y el Behemoth bíblicos, el dragón es tenido, al igual que la serpiente, por animal emblemático de Satanás. El mismo Cristo es representado como héroe o guerrero solar que pisa la cabeza de la bestia o la atraviesa con una lanza. También la Virgen María se perfila como vencedora del dragón. Se la suele representar con un dragón que se agita impotente bajos sus pies. Es quizá en el Apocalipsis donde aparece de forma más nítida la enemistad entre la Virgen y el dragón, heredera de aquélla de la primera Eva y la serpiente. En algunos pasajes de dicha obra se la describe como Dama vestida de sol que el dragón trata de devorar.Las figuras más representativas y paradigmáticas de la dracomaquia cristiana son, sin lugar a dudas, las de San Miguel Arcángel y San Jorge. El primero se alza como protagonista en la contienda celeste que enfrenta a los ángeles buenos y malos, en su calidad de caudillo de los ejércitos angélicos fieles a Dios. Héroe celestial de la luz, San Miguel saldrá vencedor en su lucha contra Lucifer y los ángeles rebeldes, convertidos en obscuros y horrendos dragones por su misma contumacia. En las representaciones artísticas aparece como un joven guerrero revestido con armadura y armado de lanza, espada y flechas de fuego.El otro gran vencedor del dragón es San Jorge, que llega incluso a sobrepasar a San Miguel por el arraigo en el alma popular y por el ambiente legendario en torno a su persona en la Edad Media. Pero San Jorge y San Miguel no son los únicos héroes sagrados que aparecen enfrentados a la fiera dracónica en la tradición cristiana. Hay una legión de santos y santas que luchan con el dragón y lo vencen.Pero no sólo el cristianismo venera a San Jorge, sino que también lo hace el Islam en la figura de Al-Khidr, en el que se conjugan las figuras del profeta Elías, Fineas, el predicador samaritano (otra de las religiones del Libro que no son sólo las tres que suele decirse), San Jorge y el santo preislámico Al Hadr. En la sura 18 del Corán se lo menciona junto a Moisés y su culto se extendió gracias a las corrientes gnósticas y místicas musulmanas, especialmente el sufismo, que tanta influencia tuvo en el mundo almohade y que quizá nos dé una clave más para entender los motivos del patronato de San Jorge en Cáceres. Pero hoy no deseo recorrer esos senderos de la especulación y la hipótesis. Al-Khidr es ángel, profeta, hombre, pero sobre todo, el único ser terrenal al que Allah consideró su amigo y recibió el acceso al pleno conocimiento a través de la cadena de oro de la sabiduría en el impreciso lugar donde se juntan los mares, donde conversó con Moisés. Su figura se relaciona con la fuente de la vida y la inmortalidad, no encontrándose en este mundo ni en el otro, sino vagando, transmutando y transmitiendo ese conocimiento recibido por la misma divinidad. En Al Khader, cerca de Belem, el monasterio ortodoxo de Mar Giries dedicado al Megalomártir, donde se veneran las cadenas con las que fue preso, es un lugar de peregrinación común todavía hoy para cristianos y musulmanes, junto a la también milagrosa Piscina de Salomón, tan cargada de simbolismo, puesto que de ella partía el acueducto que abastecía de agua al Templo de Jerusalem. Creo que las significaciones de todo esto son más que evidentes.Pero si San Jorge es trasunto, él mismo se convertirá en trasunto siglos más tarde. El episodio de la lucha entre el héroe y el dragón juega un papel capital en los poemas y libros de caballería, que tanto auge adquirieron durante la Edad Media. En este ámbito podríamos citar el poema de Beowulf, príncipe vikingo de los getas de Jutlandia. Otro célebre es Drachenkämpfer que cuenta las hazañas de Dietrich von Ben, en quien se intuye una mitificación de Teodorico, rey de los ostrogodos. La escena del caballero luchando con el dragón figura igualmente con frecuencia en las leyendas populares y los cuentos de hadas. Quizá el más conocido sea el cuento de La Bella Durmiente, que culmina con la liberación y el despertar de la princesa dormida. No puede pasarse por alto la importancia de este simbólico motivo en los antiguos libros de caballería. Así, por ejemplo, hace acto de presencia en el ciclo artúrico; en el Amadís de Gaula, que ejerció gran influencia en toda Europa durante los siglos XV y XVI; en Orlando Furioso, de Ludovico Ariosto, que recoge motivos y escenas del ciclo de Carlomagno. En esta tierra, cuna de los Fratres de Cáceres, germen de la Orden de Santiago, a la que algún escrito he dedicado, no es muy necesario recordar a Santiago con su caballo blanco descendiendo en la mítica Batalla de Clavijo desde los cielos para socorrer a Ramiro I de Asturias, donde el Apóstol Peregrino y también decapitado como San Jorge, adquiere una similitud pasmosa con éste. Así podemos contemplar a ambos en el primer cuerpo del retablo de nuestra Concatedral de Santa María. Una legión de santos guerreros reflejarán a partir del medioevo el mito georgiano: San Luis de Francia, San Fernando de Castilla, San Nuno Alvares Pereria, Santa Juana de Arco o el Beato Amadeo de Saboya, entre otros muchos.
El mito de la lucha con el dragón aparece también en el mundo conceptual del gnosticismo que se extendió de manera prodigiosa por el Próximo Oriente y la cuenca del Mediterráneo en los primeros siglos de la era cristiana. El término gnosticismo sirve para designar una heterogénea y compleja amalgama de grupos y corrientes de inspiración filosófica o religiosa de la Antigüedad, la mayor parte de ellas consideradas heréticas o heterodoxas por los primeros Concilios. No debe confundirse este término con el de Gnosis, que hace referencia a la Sabiduría, y crece muy a menudo dentro de la ortodoxia doctrinal y que constituye la cima de toda tradición espiritual. En el mito gnóstico, el dragón o leviatán encarna el mundo de lo material, que engulle y mantiene cautivas las partículas de luz que son las almas, impidiéndoles el ascenso hacia el Padre de las Luces del que provienen y tienen su verdadera patria.

El simbolismo del dragón es inseparable del de la serpiente. No en vano la palabra dragón proviene del griego  δράκων y del latín draco, que significan serpiente de gran tamaño. Ovidio, Lucano, Dante y otros muchos, no establecen ninguna distinción entre el dragón y la serpiente. Muchas ramas gnósticas ven en el dragón o la serpiente la encarnación de la ignorancia que apaga en el hombre la luz de la Gnosis y lo encadena al mundo de lo creado o manifestado, siendo contemplada la boca negra de la fiera abisal como un símbolo del abismo de la materia. Es el monstruo oscuro que, enemigo de la Sophia, se opone al avance y ascenso espiritual del alma humana, la cual, aprisionada en los niveles inferiores e ilusorios de lo hílico o material y de lo pasional o psíquico, tiene que vencer a ese dragón de la esclavitud material y escapar de su poder hipnótico, misión del pneumático u hombre espiritual, prototipo de la perfección humana para el gnosticismo.
Otro campo en el que la figura del dragón desempeña un papel importante es el de la alquimia y el simbolismo hermético. El dragón aparece en la simbología de la Arte regia o Arte hermética, como el obstáculo que impide la consecución del Oro alquímico, la Noble Piedra, la Piedra de los Sabios. Sin vencerle y pasar por encima de su cadáver no se puede avanzar en el camino que conduce a la Fuente de la Vida, a la Dama de los Filósofos. Son frecuentes los grabados alquímicos en que aparecen una o varias figuras humanas armadas de lanza, espada y flechas, en lucha contra uno o más dragones. En otras ilustraciones, se reproduce la lucha del guerrero con el dragón alado envuelto en llamas a la entrada de la cueva hermética. En otros emblemas aparece el dragón junto al árbol o como mismo árbol. Y no faltan grabados en que el héroe es un Andrógino o Rebis que se yergue victorioso plantando sus pies sobre el cuerpo de un dragón tendido impotente sobre una esfera alada, o como el águila bicéfala del Mercurio andrógino que abre sus alas por encima del dragón.Sin pretender ser exhaustivo, repasaré los principales elementos de nuestro mito y su leyenda. En Occidente, de donde surge el arquetipo que nos ocupa, el dragón es un símbolo del mal, de las tendencias demoníacas, del caos, de las pulsiones salvajes e incontroladas de nuestro inconsciente.  Un monstruo que nos aterroriza y que, con su fuego, es capaz de acabar con nosotros. Dice la leyenda que el dragón custodia la fuente de la que brota el agua.  La fuente es el origen, el principio, el fundamento, lo esencial, donde nace lo único que aplaca nuestra sed de vida.  El agua sacia nuestra sed, limpia nuestra suciedad y culpa, carece de forma propia y se amolda a cualquier recipiente. Somos en gran parte agua y estamos necesitados de ella.  El agua es la vida pura y cristalina, la vida feliz, el deseo esencial.  Esa felicidad que todos buscamos, aunque no siempre por los caminos adecuados.El dragón, sin embargo, nos impide acceder a la fuente.  Parece más fuerte que nosotros, le tenemos miedo y –en lugar de enfrentarnos a él- llegamos a un triste acuerdo.  Él nos dejará tomar algo de agua y, a cambio, nosotros nos ofreceremos en holocausto, muriendo cada vez un poco para tomar algo de agua, perdiendo una parte de nosotros mismos en cada sorbo.  Renunciamos a bañarnos y saciarnos en la fuente por no enfrentarnos a nuestros miedos, a nuestros monstruos, al dragón que oculta el tesoro.  Nos contentamos con pequeñas satisfacciones cuando la fuente de toda felicidad se encuentra en nuestro interior. Por su parte la princesa es el símbolo de nuestra propia perfección, de nuestro mejor yo, de esa imagen de nosotros mismos que por su belleza y perfección nos empuja al Amor.  Vamos renunciando a partes de nosotros mismos, vamos muriendo poco a poco a la Vida, hasta que lo que está en juego es lo más íntimo de nosotros mismos.  Llegado este momento, cuando el dragón amenaza con poner fin a nuestra autoestima, al merecido amor por lo mejor de uno mismo, sólo cabe entregarse a la muerte o la senda del héroe, la batalla épica, la lucha contra el dragón.  Es el Amor el que nos empuja a vencer nuestros miedos, el acicate para la auténtica Guerra Santa, que es una lucha de transformación espiritual, una victoria sobre nuestras sombras y demonios.El caballero es aquél que es capaz de dominar a su corcel, al psiquismo inconsciente que –si no fuera por quien lleva las riendas- correría a ciegas impulsado por sus pasiones.  Dice la leyenda que el caballo es blanco, el color que todo lo refleja y da luz porque no guarda nada para sí mismo, el color de la entrega y del desprendimiento, del descentramiento de uno mismo que supera todo egoísmo.  El espíritu caballeresco se mueve por un ideal, por Amor, se entrega a algo o a alguien que está más allá de uno mismo.  Toda evolución espiritual pasa por la absoluta entrega, por el vaciamiento de uno mismo que posibilita el descubrimiento y goce de quien está en nosotros y más allá de nosotros. Él lleva la lanza, el axis mundi, el eje que une lo de arriba con lo de abajo, el cielo con la tierra y con los infiernos, el camino que comunica todo lo existente permitiendo el ascenso y el descenso entre los mundos como si del árbol sefirótico se tratara.  Relacionada también con el báculo de mando, la lanza es el arma del que domina a sus enemigos con la fuerza de lo alto, tras haber encontrado su centro, tras haberse vencido primero a sí mismo.  Es el arma que todo lo une, la que no vence desgarrando sino penetrando.  El arma del Amor.Por su parte, la sangre que mana de la profunda herida es vehículo de vida, como muestra el hecho de que de ella nazca una flor, una rosa roja.  Cuando la lanza del Amor penetra en el dragón como consecuencia de la lucha, con sufrimiento y dolor, la sangre nos limpia y purifica (como lo hizo el Cristo mediante su Pasión), transfigurando las heridas y la muerte en un renacimiento místico que es fruto del Amor que todo lo abraza.  La hermosa flor, la rosa, aúna la belleza y las espinas, y nos hace tomar conciencia de que, al enfrentarnos al dragón con el arma y la decisión del Amor, pondremos fin a su pérfida existencia transmutándolo en una hermosa muestra de vida y pasión que, como todo, se alimentará y enriquecerá con la misma fuente a la que nos prohibía el acceso y de la que nunca había bebido.  Seguirá teniendo espinas, pero habremos descubierto la belleza que tenía -inmanifestada- en su interior.Podría seguir haciendo asociaciones, descubriendo mensajes, intuyendo verdades que se encuentran escritas entre las líneas del mito de San Jorge.  Seguid vosotros, yo ya os he acompañado en parte de este camino iniciático, milenario, oriental y mistérico. He intentado levantar los velos que cubren a nuestro Patrón para que veáis los mitos que tras él se encierran e intentar haceros comprender que él transciende mucho más allá de la mera leyenda, tras él se ocultan verdades muy profundas, grabadas a fuego desde la noche de los tiempos y que se siguen perpetuando en nuestros inconscientes colectivos. Ésa ha sido hoy mi misión, el Megalomártir se encargará del resto.Únicamente me queda añadir lo inevitable: Cacereños, por nuestros Fueros y Libertades ¡Viva San Jorge!He dicho.En Cáceres, a xix de abril de mmxvi A.D.,martes de la IV semana de Pascua,Memoria de San Expedito, Mártir.