Esta es la historia de un escritor al que se le olvidó cómo plasmar las letras sobre el papel, de un soñador que se dejó las metas en la almohada, de un idealista sin ideales, moral o convicciones.
Presa del paso del tiempo, enésima víctima de la rutina, transformó su mundo en el que todos querían y se olvidó de dónde guardaba la llave de aquel niño interno que le hacía querer levantarse cada mañana. La ilusión sonaba a cuento, la felicidad a leyenda y no logró ser consciente de ello hasta que su canción favorita no le hizo vibrar.
Una noche preguntó al viento acerca de por qué había dejado de sentir el peso de la primavera, y éste, sin pesar, le contestó que hay cosas que sólo se pueden ver los ojos de un iluso.
Resignado, volvió a su hogar, retornó a su oscuridad. Pensó en abrir su cuaderno, de pintar su historia, de soñar entre líneas, de bucear entre recuerdos, pero el peso del tiempo ganó, la luz nunca volvió a aparecer, cada noche se convirtió en un cuento que no merecía ser contado.
Se olvidó tanto de sí mismo, que un día, hasta su viejo cuaderno se marchó.
Carmelo Beltrán@CarBel1994