Crónicas de una camarera
Este post no estaba previsto en mi planificación, pero me apetece hablarte de ello para conocer tu punto de vista.
Hace unos días estaba trabajando en el restaurante como siempre, era una noche normal y agradable en la que teníamos el salón reservado y la barra estaba vacía. Justo en el momento en que los clientes de las dos mesas grandes se acababan de sentar y miraban la carta, entra una señora a la barra. Le conté unos 60 años aproximadamente, rubia, arreglada, con pinta de señora pija, por hacer un resumen explicativo… se veía bastante normal hasta que me acerqué a atenderla y me habló.
Se notaba que tenía unos cuantos grados de alcohol encima, y su tono al hablarme tenía una pizca de altivez. Me pidió un vodka en vaso de sidra con hielo. Y yo enseguida recordé lo que me había contado uno de los chicos que trabaja en el restaurante de al lado unas semanas atrás.
Que había una mujer rubia con aspecto de señora bien que va asomándose a las barras de los locales del barrio, se bebe varias copas de vodka con hielo y luego te dice que no tiene dinero para pagarte y se larga tan ancha.
Me puse en alerta. Fui a la cocina a decírselo a mi chico (el chef) para que estuviese pendiente si había problemas y regresé. Ella me dijo que iba un momento al baño. Esperé a que volviera para ponerle la copa y cobrarle enseguida. Cuando se acercó y vio su espacio vacío me preguntó un ¿qué ocurrió? en un tono bastante displicente, le dije que a qué se refería y me repitió qué ocurrió que no estaba su copa, le contesté que se la estaba poniendo y que cobrábamos al momento.
Y ahí empezó. Intentaré ser lo más textual posible:
– Porque tú lo dices, me dijo.
-Sí señora, se cobra al momento, son X euros.
(Gritos)
-Llama a tu jefe que quiero hablar con él.
-La jefa soy yo (mentira).
-(Me mira con desprecio) ¿Tú? Si no debes tener ni papeles, eres una arrastrada muerta de hambre, ¡puta! ¡que eres una zorra!
-Señora no le voy a poner nada, váyase y deje los insultos.
-Que eres una puta, llama a tu jefe, yo de aquí no me voy.
Los calificativos los repetía sin parar. A todas estas, las dos mesas grandes estaban entretenidas conversando entre ellos y creo que no se estaban enterando de lo que estaba sucediendo, pero una pareja que estaba en la mesa más próxima a la barra supongo que sí escuchó todo.
Me fui rápido a la cocina, le dije a Iñigo que saliera y me volví a la barra, no sabía si se pondría más violenta y quería parar el numerito para que los clientes no lo notaran o lo hicieran lo menos posible. Me detuve delante de ella a unos dos metros y la miré seria.
La tía seguía llamándome puta, zorra, muerta de hambre y demás apelativos, y cuando mi chico le dijo que se fuera o llamaba a la policía, ella le contestó desafiante que llamara si le daba la gana pero que “la zorra esta se viene conmigo porque no tiene papeles”.
He de decir aquí que en ese momento cometí un pequeño error. Cuando él llegó le dije en voz alta “está borracha y no para de insultarme”, el calificativo al escucharlo la cabreó más aún e hizo que aumentara sus insultos contra mí. Yo no lo tomé en cuenta, pero al ser una persona con un problema de alcoholismo (que es evidente que lo tiene con sus antecedentes) llamarla ebria en su cara no es lo más aconsejable.
Total que mi chico cogió el teléfono y salió del local a llamar a la policía. Mientras, ella seguía sentada en la silla alta junto a la barra insultándome sin parar. Cuando vio que él ya hablaba por teléfono cogió su bolso y se fue sin más.
Y yo me pregunté cómo llega una persona a ese punto.
Cuando trabajas de cara al público -quien lo haga y me lea lo sabe- ya sea en hostelería, comercio u otro tipo de atención al cliente, sabes que es una labor en la que conoces lo mejor y lo peor de nosotros, los seres humanos. Te encuentras gente maravillosa, o simplemente gente normal, e interactuar y conocer las historias de cada uno supone un intercambio agradable dentro de esa corta convivencia que es capaz de aportar pequeños grandes momentos a esto que llamamos vida.
Pero también se es testigo de cómo podemos llegar a degradarnos o sacar lo peor de nosotros contaminando lo que nos rodea, y no me refiero a salir un día y pillar una borrachera con tus amigos, eso lo hemos vivido todos con mayor o menor frecuencia. Estoy hablando de convertirte en un elemento portador de la peor energía cuando estás tan amargado con tu propia vida y necesitas ir soltando comentarios desagradables y hasta ofensivos por donde vas; me refiero a tener una vida repleta de prejuicios respecto a los que sean diferentes a ti y sentirte con derecho a maltratar a tu semejante; hablo de los que buscan aliviar sus existencias y olvidarse de ellos mismos emborrachándose cada noche y recurrir incluso al robo para poder seguir con el vicio (en este caso la señora va estafando a los bares del barrio hasta que ya la conocen y no le sirven).
Cuando tengo que lidiar con personas de este estilo -y te puedo asegurar que ocurre con cierta frecuencia- siempre pienso que ellos no siempre fueron así, que seguro alguna vez tuvieron ilusiones, sueños, miraron al mundo con esperanza y ojos brillantes porque ello también forma parte del crecimiento de cada uno. Por diferentes circunstancias se convirtieron en los sujetos que yo he conocido.
Y no los juzgo, lo malo es cuando te toca ser su vertedero.
PD: este es el último post de la temporada. Me voy de vacaciones mañana y mi intención es desconectar, disfrutar y hacer balance para lo que viene. Si todo va bien nos veremos de nuevo en tres semanas.
Muchísimas gracias de verdad, por leerme y recibirme en tu bandeja de entrada, es un honor para mí y por eso me esfuerzo cada semana en hacer contenido que te sea útil o que simplemente te guste leer. Gracias.
Espero que estés teniendo y sigas viviendo un verano delicioso. ¡Nos vemos pronto!
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