Hay un precioso librito de Hannah Arendt: "¿Qué es la política?" (Paidós, Barcelona, 1997), de apenas 150 páginas, que dedica varias de ellas al asunto de los prejuicios en política. Dice en una (pág. 49): "En nuestro tiempo, si se quiere hablar sobre política, debe empezarse por los prejuicios que todos nosotros, si no somos políticos de profesión, albergamos contra ella. Estos prejuicios, que nos son comunes a todos, representan por sí mismos algo político en el sentido más amplio de la palabra: no tienen su origen en la arrogancia de los intelectuales ni son debidos al cinismo de aquellos que han vivido demasiado y han comprendido demasiado poco. No podemos ignorarlos porque forman parte de nosotros mismos y no podemos acallarlos porque apelan a realidades innegables y reflejan fielmente la situación efectiva en la actualidad y sus aspectos políticos. Pero estos prejuicios no son juicios. Muestran que hemos ido a parar a una situación en que políticamente no sabemos -o todavía no sabemos- cómo movernos".
Un poco más adelante (pág. 97) vuelve sobre el mismo tema, clarificando el papel de los prejucios en política: "Los prejuicios representan siempre en el espacio público-político fundadamente un gran papel. Se refieren a lo que sin darnos cuenta compartimos todos y sobre lo que ya no juzgamos porque casi ya no tenemos la ocasión de experimentarlo directamente. Todos estos prejuicios, cuando son legítimos y no mera charlatenería, son juicios pretéritos. Sin ellos ningún hombre puede vivir porque una vida desprovista de prejuicios exigiría una atención sobrehumana, una constante disposición, imposible de conseguir, a dejarse afectar en cada momento por toda la realidad, como si cada día fuera el primero o el del Juicio Final".
El artículo de Manuel Arias Maldonado, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Málaga, al que hacia referencia más arriba se publicó en tres entregas, entre los días 25 de noviembre y 9 de diciembre del presente año en Revista de Libros con el título de "La guerra de trincheras", y pueden leerlos en estos enlaces: (I), (II) y (III). Las tres entregas son, en realidad, un único comentario crítico, de reconocimiento, a la personalidad de Antonio Muñoz Molina, Príncipe de Asturias de las Letras de este año, y a su libertad de juicio, expresada en su último libro "
Todo lo que era sólido" (Seix Barral, Barcelona, 2013)."¿En qué condiciones -se pregunta el profesor Arias- son producidas las ideas políticas y como circulan en una sociedad? Es una pregunta importante -dice-, porque parece razonable pensar que la vitalidad de una democracia dependerá en gran medida del buen funcionamiento de su maquinaria argumentativa. Quien se proclama poseedor de una ideología, sea cual sea, está legitimando el conjunto de sus jucios u opiniones a partir de su correspondencia con una serie de valores e instrumentos analíticos abrazados, en detrimento de otros, después de un largo proceso de decantamiento intelectual. El liberal -continúa- tirará enseguida de la mano invisible y el marxista de la lucha de clases, si bien el grado de sofistificación intelectual del ideólogo correspondiente producirá distintos grados de sofistificación expresiva. Las dos nociones tradicionales de ideología parecen confundirse: la idelología como falsa conciencia de la realidad (el obrero que ignora su propia alienación) y la ideología como cuerpo de valores sustantivos a los que uno se adhiere (proclamarse socialista, conservador, ecologista, liberal). Fácilmente propendemios a instalarnos en la ideología, ignorando las novedades o desmentidos que provengan de la realidad. Y el movimiento inductivo, que va de la observación a las ideas, será reemplazado por un movimiento deductivo que va, contrariamente, de las ideas a la observación. En lugar de ser una suerte de punto de llegada sometido a constante reevaluación, la ideología -concluye- se convierte en un punto de partida inamovible. Ahí está, naturalmente, el problema".
Les aconsejo la lectura del artículo en cuestión. Seguro que les resultará provechoso.
Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendtEntrada núm. 2010elblogdeharendt@gmail.comhttp://harendt.blogspot.comPues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)