Una de las actitudes que crean los grupos y que ha sido ampliamente analizada con experimentos en muchos lugares y tiempos, es la que dio lugar a la Teoría de la Dominancia Social. Esta teoría postula que existe una jerarquía humana de grupos y ella explicaría la aparición de los prejuicios contra los grupos sociales, el racismo, el autoritarismo, etc. Sospecho que sin Freud ni Marx, esta teoría jamás hubiera aparecido. No me lo tengáis muy en cuenta ya que también sospecho que existe una conspiración milenaria de la gente barbuda contra los barbilampiños.
¿A qué grupo pertenece cada niño?
La relación que establecen los grupos humanos entre sí y los individuos frente a los grupos en términos de conformidad, obediencia, violencia, autoridad, atracción, liderazgo, etc. fue estudiada antes de la aparición de la Teoría de la Dominancia. Bajo los genéricos e inocentes títulos de «prejuicio» y «estereotipo» se estudiaron con fruición los fenómenos del comportamiento social desde el punto de vista de los grupos: el miedo, el inconsciente colectivo, la lucha de clases, el racismo, etc. No es casualidad que los estudios sobre la masa tuvieran su punto álgido en el periodo de entreguerras.Dejando a un lado la famosa eugenesia escandinava, tan solo la lucha de clases siguió teniendo aceptación en los estudios de los grupos humanos. Tiendo a pensar que esto se debe a que el racismo se venció en el campo de batalla, revelando sus horrores. A la lucha de clases, no. Y por eso continúan dándole pábulo muchas fierecillas a esa concepción de las relaciones entre grupos como únicamente enfrentamiento entre grupos, sin aceptar que se aporte un poco de luz al tema, por ejemplo, diciendo que eso es aberrante. Eh, Dios me libre de querer que nadie levante los pies del suelo.
Distanciarnos de la emotividad del estudio proporciona la perspectiva necesaria para observar cómo se hacían antes estas investigaciones y especular cómo se podrían hacer hoy en día.
Pongamos como ejemplo Preferencias nacionales y estereotipos entre los niños de color, del doctor Meltzer, realizado en 1934 y publicado en 1939 en The Journal of Genetic Psychology. En su estudio, el doctor hacía que los niños (de 10 a 13 años) subrayaran su preferencia nacional (y si no tenían preferencia, que subrayaran a voleo. Hola Freud), entre parejas aleatorias de las siguientes nacionalidades y razas (hoy diríamos adjetivos): American, Armenian, Chinaman, Englishman, Frenchman, German, Greek, Hindu , Irishman, Italian, Japanese, Jew, Mexican, Negro, Pole, Russian, Scotchman, Spaniard, South American, Swede y Turk (respectivamente estadounidense, armenio, chino, inglés, francés, alemán, hindú, irlandés, italiano, japonés, judío, mexicano, negro, polaco, ruso, escocés, español, sudamericano, sueco y turco).
A continuación, en una lista de esos adjetivos, los niños tenían que marcar su preferencia puntuando de 1 a 5 (de "me gusta mucho" a "no me gusta nada") y explicando por qué.
La lista de prefrencias de los niños blancos (el estudio es sobre niños negros, pero los resultados se expresan en función de los resultados de los niños blancos, ejem) resultó:
- Estadounidense
- Inglés
- Francés
- Irlandés
- Alemán
- Español
- Escocés
- Sudamericano
- Italiano
- Sueco
- Mexicano
- Ruso
- Judío
- Polaco
- Griego
- Armenio
- Japonés
- Chino
- Turco
- Negro
- Hindú
- Negro
- Estadounidense
- Inglés
- Francés
- Sudamericano
- Mexicano
- Español
- Italiano
- Irlandés
- Japones
- Escocés
- Alemán
- Ruso
- Chino
- Sueco
- Armenio
- Judío
- Griego
- Polaco
- Turco
- Hindú
Luego está el problema de que tus sujetos de laboratorio sean niños. Las explicaciones que dan los chavales para valorar las nacionalidades son graciosas y terribles al mismo tiempo. Por ejemplo, un 6,59% de los que valoraron a los chinos decían que son buenos cocineros y que les gustaba «su chop suey», un 1,65% de los que valoraban a los estadounidenses decían «nos dan trabajo», un 16% de los que valoran a los alemanes decían «les gusta la guerra» (3,57% de los japoneses, 9% de los turcos), un 9,06% de los que valoraban españoles «me gustan sus bailes», un 7,4% de los sudamericanos «están cerca de América»... En general se establece la influencia de la escuela en las valoraciones de las nacionalidades. Así, los ingleses, «empezaron la Revolución Industrial», «les gustamos», «son la madre patria»; y los españoles «son descubridores y exploradores», «tienen mucho oro», pero también «nos hundieron el Maine».
Hoy es absurdo pensar que un grupo social tienda a compartir preferencias y actitudes debido a que pertenece a ese grupo social. Vista la influencia de los factores ambientales (lugar de residencia, profesores...) y el cada vez más barato acceso a fuentes de información (que pueden quebrar el encorsetamiento), es legítimo pensar que las actitudes hacia la lucha de clases difieran de lo que nos hacen creer (¿quiénes? los interesados en que exista una lucha de clases como método de control social). En otras palabras: el grupo social no determina los estereotipos asociados a ese grupo social, sino que son factores externos, no controlables por el grupo, los que lo determinan.
Y aquí volvemos a la Teoría del Dominio. Se supone que un grupo tiene la hegemonía y otros grupos menos consideración. Cuanto más poder tenga un grupo, más arriba será su posición respecto a otros. Ante esto hay dos aproximaciones:
- Legitimación del dominio: quienes están arriba harán todo lo posible por mantenerse. Mucho cuidado aquí, ya que quienes creen estar arriba (pertenecer al grupo hegemónico), también harán todo lo posible para «mantenerse arriba» (como dicen en mi tierra: «traballar para o inglés»).
- Deslegitimación del dominio: quienes se identifican con una posición inferior, harán todo lo posible por mejorar su situación, es decir, quebrar el dominio del grupo superior.
La tendencia al dominio social se puede medir en las personas. En general con asépticos tests. A nadie llama la atención que los miembros de las fuerzas de seguridad y los burócratas puntúen más alto que los empleados por cuenta ajena o los autónomos. A Luis XIV no le hicieron ningún test pero podemos sospechar qué resultado sacaría.
El autoritarismo político podría ser explicado en función de esta teoría: la seguridad y el orden son necesarios, la jerarquía de mando es deseable, la acumulación en los proveedores crea un reparto eficiente... A su vez, desde el punto de vista de la deslegitimación del dominio, esta teoría también explicaría los motivos detrás de quienes quieren un «reparto más justo (?) de la riqueza». Lo que no resuelve (y aquí viene lo gracioso) es la contradicción inherente al cambio de roles. Si los seres humanos, de forma natural, nos vemos en grupos que se organizan jerárquicamente (y de ahí nuestra discriminación y preferencias sociales), darle la vuelta a la situación no va a cambiar la raíz de las discriminaciones y preferencias sociales. Tan solo cambiará la ubicación geográfica de los grupos en la jerarquía, pero no sus roles.
Referencias:
- Meltzer, H. Nationality Preferences and Stereotypes of Colored Children. The Pedagogical Seminary and Journal of Genetic Psychology. Vol. 54, Iss. 2, 1939
- Sidanius y Pratto. Social Dominance. Cambridge University Press, 2001