Gertrudis Gómez de Avellaneda, la otra reina.Sobre el atentado sufrido a pie de calle y con el que concluimos el post anterior podemos señalar que el general Narváez salió ileso gracias a que viajaba en medio de los amigos que le acompañaban y que le sirvieron de escudo. Salvador Bermúdez de Castro, su acompañante de la izquierda, fue alcanzado por dos roces de balas y atendido inmediatamente por un medico facultativo en la propia calle del Desengaño, aunque sin mayores complicaciones. Pero el que corrió peor suerte fue el comandante Basseti, ayudante del general Narváez, que iba junto a los cristales en la parte derecha de la ventanilla. El joven comandante recibió dos infalibles impactos de balas que le atravesaron el cerebro, y a pesar de ser atendido con extrema diligencia, falleció dos días después a causa de la tremenda gravedad de las heridas. A continuación reproducimos lo publicado el 7 de noviembre de 1843 por La posdata en su editorial bajo el título de “Criminal tentativa”Anoche se ha intentado consumar un atentado horrible, un crimen espantoso de que no hay ejemplo en la historia de la inicua revolución que nos trabaja, de esa revolución impía que cada día toma un aspecto ms repugnante, y que en las agonías de la muerte quiere acometer todo género de felonías. Anoche se ha intentado asesinar al bizarro y noble general Narváez, honra y prez del ejército español, esperanzado su patria, y modelo de autoridades enérgicas y leales. Los asesinos han disparado sus aleves armas en la calle del Desengaño contra el coche que conducía al general a la hora del teatro, y los asesinos han logrado dejar yerto y espirante en los brazos del Sr. Narváez a su ayudante el desgraciado comandante Basseti, y han logrado también verter la sangre de nuestro ilustrado amigo el recomendable joven D. Salvador Bermúdez de Castro que fue herido en la descarga que hizo un grupo de asesinos contra el carruaje que conducía a tan distinguidas personas(…)Aquella noche, el general Narváez, después de dejar a los heridos a buen recaudo, y mientras eran atendidos (La Avellaneda y su familia entre ellos), continuó viaje hasta el teatro para dar cuenta y alertar personalmente a S.M. de lo acontecido. La Guardia Real tomo las medidas oportunas para el regreso de S.M y altezas reales a palacio.El atentado tuvo amplia repercusión en la prensa (El católico, La posdata, El heraldo, El eco del comercio, El boletín del ejército…) y en la mayoría de la sociedad española de aquellos días. Pero de ninguna manera los asesinos pudieron paralizar (como pretendían) los actos previstos para la jura de la constitución de Isabel II y coronarse como reina de España, acto previsto para tan solo cuatro días después, el 10 de noviembre de 1843, y tras haber sido declarada su mayoría de edad.Gertrudis Gómez de Avellaneda fue invitada a participar en aquellos actos y de ello dan cuentan los bocetos que se conservan en el Museo de Historia de Madrid donde su figura se puede apreciar de pie y muy cerca del general Narváez (todo muy a pesar de no estar enumeradas las personalidades que aparecen en el boceto). Y digo boceto porque la pintura nunca se llegó a realizar, solo quedó el borrador que hoy se puede ver en el citado Museo de Historia, y cuya autoría se atribuye al pintor madrileño José Castelaro y Perea. Era la primera vez que la Avellaneda asistía a un acto de tal envergadura (este tema ya fue tratado en un post publicado por La divina Tula el 26 de enero de 2013).Un mes después de la jura de Isabel II, el Liceo Artístico y Literario de Madrid, en honor a la declaración de la mayoría de edad de la reina, convocó sus propios actos en los cuales Gertrudis Gómez de Avellaneda obtuvo un protagonismo que le llevó a ser declarada por los románticos de la época como “la otra reina” porque brilló con luz propia. El periódico El Laberinto en su edición del 16 de enero de 1844 da testimonio gráfico de dicho acto, celebrado el 23 de diciembre de 1843. De la misma manera el famoso crítico literario José Augusto Escoto en una serie de artículos publicados en 1911 analiza en profundidad todo lo acontecido durante aquellos días.Pero entre la Jura de la Constitución y los actos celebrados en el Liceo Artístico y Literario de Madrid, la imprenta del Panorama Literario publicó el primer número de Álbum del bello sexo o las mujeres pintadas por sí mismas. La primera noticia que se tiene de tal publicación dedicada, en exclusiva, al bello sexo la da El eco del comercioel sábado 4 de noviembre de 1843, casualmente dos días antes del atentado a Narváez.A continuación transcribimos la crónica que publicó El eco del comercio (publicación que no precisamente compartió siempre criterios con la Avellaneda) el 26 de noviembre de 1843, días después de salir publicado el primer número de la revista. Dice El eco del comercio:Al ver el lujo con que se ha ostentado la primera entrega que ha salido á luz de Las mujeres pintadas por sí mismas, hemos quedado agradablemente sorprendidos, porque nos habíamos hecho cargo que las promesas del prospecto no quedarían del todo realizadas. Afortunadamente nos hemos engañado y por lo mismo es doble nuestro placer en poder celebrar de todas veras tan elegante y esmerada publicación.Amigos siempre de dar a las cosas su intrínseco valor para que nuestros lectores se enteren minuciosamente de nuestros relatos, queremos hacer una cumplida reseña de cuanto aparece en la citada primera entrega del Álbum del bello sexo.En primer lugar, la portada ó cubierta tiene un excelente grabado en madera en el que figura un edificio o parte de él con dos puertas abiertas de par en par, detrás de las cuales aparecen dos niños desnudos, uno de ellos con una enorme pluma, símbolo de la literatura, y el otro con un lapicero de gran tamaño que indica el dibujo. En el centro hay unas letras encarnadas de muy buen efecto.En la primera plana de la entrega se notan cuatro octavas reales, cuyo texto es la dedicatoria a S.M. la Reina doña Isabel II, y alrededor de aquellas una elegante orla apoyada en los costados por dos Sílfides que sostienen una especie de candelabros, en cuyo remate descuellan innumerables flores, que entremezcladas con algunos genios, rodean una medalla, donde está el busto de la Reina. Al pie se nota un cojín sobre el cual están el cetro y corona, atributos de la regia persona, a quien se halla dedicada la obra.Viene después un retrato de nuestra joven reina, orlado en oro, y en pliego separado. Empiezan en otra plana el texto de La Dama de gran tono, introduciéndose por una viñeta que sirve para ilustrar la materia de que se trata.El citado tipo está escrito por la célebre poetisa doña Gertrudis Gómez de Avellaneda que ha sabido comprender a las mil maravillas tan delicado asunto. El decir de su composición es fluido y elegante, castizo y altamente moral y filosófico. Al final del tipo está puesto el retrato de la autora grabado en madera, y en el centro se encuentra colocada una preciosa litografía en colores que representa a la protagonista en traje de calle.Cumplida sobremanera es la entrega de la obra en cuestión, adecuada en todos conceptos y digna de ser buscada por todos los amantes de nuestras artes.En su confección su director [editor, quisieron decir] ha ocupado muchos días y han trabajado asiduamente en ella los distinguidos y justamente celebrados artistas, señores Miranda, Bachiller, Gaspar, Chamorro, Kraskonski y Vallejo.Damos la enhorabuena al señor Vila [se refieren a Domingo Vila], director [editor] de la obra, por su buen acierto, esperando que sus tareas serán muy en breve recompensadas.Faltaríamos a nuestro buen propósito si dejásemos de recomendar altamente dicha publicación que todas las personas de algunos posibles deben procurarse.Como hemos podido comprobar, durante los meses de noviembre y diciembre de 1843 fueron de frenética actividad social, literaria, y especialmente publicitaria, para Gertrudis Gómez de Avellaneda. La escritora iba a la par que el país, su fama se consolidaba inexorablemente. Su oda, compuesta en honor a la joven reina, se publicó e hizo furor, siendo el tema de discusión principal en los cafés y tertulias madrileños. Su artículo La dama de gran tono causó gran sensación y alta conmoción entre la sociedad madrileña (principalmente la femenina). Hombres y mujeres clamaban a la autora que era motivo de comentarios varios que iban desde la entusiasta aclamación hasta la crítica feroz. Comenzaban a aparecer los primeros desencuentros con literatos y conocidos viejos moralistas de los cuales nos ocuparemos más adelante.En esa época es que la Avellaneda conoce a la joven Concepción Arenal que, preocupada por los temas que trata la autora (coincidentes con su manera de pensar), se acerca a ella y participa en las numerosas tertulias formadas alrededor de La dama de gran tono, la mordaz sátira y atrevido manifiesto en defensa de la mujer. Curioso es saber que en uno de esos ambientes literarios, Concepción Arenal conoció a Fernando García Carrasco, abogado y escritor del círculo de amistades más próximo a la Avellaneda, y con el que contraería nupcias un lustro más tarde.Antes de concluir el año de 1843, la prensa se dedica a informar detalladamente de todas las actividades de la joven escritora, fuera a donde fuera, e hiciera lo que hiciera. El 9 de diciembre el periódico La posdataanuncia que la Avellaneda ha presentado y leído en el teatro de la Cruz una tragedia en cuatro actos titulada Munio Alfonso. Pregona igualmente -como para ir preparando a los espectadores- que el famoso actor Carlos Latorre desempeñará el papel protagonista, dando por sentado que la obra ha sido aprobada para su representación. Tan solo unos días después, el 19 de diciembre, El Heraldo (otro periódico de la época) divulga la noticia de que la Avellaneda escribe, además de Espatolino -novela muy próxima a salir en otra publicación- una cuarta obra sobre la conquista de Méjico (Guatimozín).Detrás de todas aquellas noticias que los periódicos se empecinaban en publicar estaba la mano oculta del capitán general de Madrid, Ramón María de Narváez. Sin dudas Gertrudis Gómez de Avellaneda, fue ayudada por hombres poderosos en el camino para lograr sus más que merecidos éxitos. El genio y talento, que la criolla desbordaba por los cuatro costados, no eran lo suficiente para alcanzar la cúspide de la fama en un mundo gobernado por hombres, aunque reinara una mujer. Y he aquí uno de las posibles explicaciones del por qué el general Narváez se tomó tantas molestias alrededor de Gertrudis Gómez de Avellaneda, mujer en la que nunca puso los ojos desde el punto de vista amoroso, independientemente de que admirara sus creaciones y obra en general. España necesitaba demostrar a los mil y un detractores, carlistas y de otras tendencias políticas, que el bello sexo podía sobresalir, gobernar y hasta reinar, igual que hacían los hombres. La Casa Real –Isabel II en primer término- había dado la orden a Narváez de enaltecer la figura de la joven escritora. El gran error de Gertrudis Gómez de Avellaneda fue –según mi opinión- el no calcular lo que podría venírsele encima con sus “innovadoras teorías femeniles” al colaborar, sin ser totalmente consciente de ello, con el poder del Estado.Continuará…Manuel Lorenzo Abdalahttp://www.ladivnatula.blogspot.comBibliografía consultada:1. Escoto, José Augusto. Gertrudis Gómez de Avellaneda: Cartas inéditas y documentos relativos a su vida en Cuba de 1859 a 1864. Colección Ilustrada, La Pluma de oro, 19112. Reyero Hermosilla, Carlos. Pintar a Isabel II: en busca de una imagen para la reina.3. Pérez Garzón, Juan Sisinio. Isabel II: Los espejos de la reina. Marcial Pons Historia 2004.4. Madrid, Museo Municipal. Isabel II jurando la Constitución (Boceto). José Castelaro y Perea.5. El eco del comercio, periódico. Madrid (4 y 26 de noviembre de 1843) Hemeroteca digital, BNE.6. La posdata, periódico. Madrid (7 de noviembre, 9 de diciembre de 1843) Hemeroteca digital, BNE.7. El heraldo, periódico. Madrid (19 de diciembre de 1843) Hemeroteca digital, BNE.8. El Laberinto, periódico ilustrado Madrid (Noviembre, diciembre de 1843 y enero de 1844) Hemeroteca digital BNE.9. ...y otras fuentes no desveladas, de momento.
Gertrudis Gómez de Avellaneda, la otra reina.Sobre el atentado sufrido a pie de calle y con el que concluimos el post anterior podemos señalar que el general Narváez salió ileso gracias a que viajaba en medio de los amigos que le acompañaban y que le sirvieron de escudo. Salvador Bermúdez de Castro, su acompañante de la izquierda, fue alcanzado por dos roces de balas y atendido inmediatamente por un medico facultativo en la propia calle del Desengaño, aunque sin mayores complicaciones. Pero el que corrió peor suerte fue el comandante Basseti, ayudante del general Narváez, que iba junto a los cristales en la parte derecha de la ventanilla. El joven comandante recibió dos infalibles impactos de balas que le atravesaron el cerebro, y a pesar de ser atendido con extrema diligencia, falleció dos días después a causa de la tremenda gravedad de las heridas. A continuación reproducimos lo publicado el 7 de noviembre de 1843 por La posdata en su editorial bajo el título de “Criminal tentativa”Anoche se ha intentado consumar un atentado horrible, un crimen espantoso de que no hay ejemplo en la historia de la inicua revolución que nos trabaja, de esa revolución impía que cada día toma un aspecto ms repugnante, y que en las agonías de la muerte quiere acometer todo género de felonías. Anoche se ha intentado asesinar al bizarro y noble general Narváez, honra y prez del ejército español, esperanzado su patria, y modelo de autoridades enérgicas y leales. Los asesinos han disparado sus aleves armas en la calle del Desengaño contra el coche que conducía al general a la hora del teatro, y los asesinos han logrado dejar yerto y espirante en los brazos del Sr. Narváez a su ayudante el desgraciado comandante Basseti, y han logrado también verter la sangre de nuestro ilustrado amigo el recomendable joven D. Salvador Bermúdez de Castro que fue herido en la descarga que hizo un grupo de asesinos contra el carruaje que conducía a tan distinguidas personas(…)Aquella noche, el general Narváez, después de dejar a los heridos a buen recaudo, y mientras eran atendidos (La Avellaneda y su familia entre ellos), continuó viaje hasta el teatro para dar cuenta y alertar personalmente a S.M. de lo acontecido. La Guardia Real tomo las medidas oportunas para el regreso de S.M y altezas reales a palacio.El atentado tuvo amplia repercusión en la prensa (El católico, La posdata, El heraldo, El eco del comercio, El boletín del ejército…) y en la mayoría de la sociedad española de aquellos días. Pero de ninguna manera los asesinos pudieron paralizar (como pretendían) los actos previstos para la jura de la constitución de Isabel II y coronarse como reina de España, acto previsto para tan solo cuatro días después, el 10 de noviembre de 1843, y tras haber sido declarada su mayoría de edad.Gertrudis Gómez de Avellaneda fue invitada a participar en aquellos actos y de ello dan cuentan los bocetos que se conservan en el Museo de Historia de Madrid donde su figura se puede apreciar de pie y muy cerca del general Narváez (todo muy a pesar de no estar enumeradas las personalidades que aparecen en el boceto). Y digo boceto porque la pintura nunca se llegó a realizar, solo quedó el borrador que hoy se puede ver en el citado Museo de Historia, y cuya autoría se atribuye al pintor madrileño José Castelaro y Perea. Era la primera vez que la Avellaneda asistía a un acto de tal envergadura (este tema ya fue tratado en un post publicado por La divina Tula el 26 de enero de 2013).Un mes después de la jura de Isabel II, el Liceo Artístico y Literario de Madrid, en honor a la declaración de la mayoría de edad de la reina, convocó sus propios actos en los cuales Gertrudis Gómez de Avellaneda obtuvo un protagonismo que le llevó a ser declarada por los románticos de la época como “la otra reina” porque brilló con luz propia. El periódico El Laberinto en su edición del 16 de enero de 1844 da testimonio gráfico de dicho acto, celebrado el 23 de diciembre de 1843. De la misma manera el famoso crítico literario José Augusto Escoto en una serie de artículos publicados en 1911 analiza en profundidad todo lo acontecido durante aquellos días.Pero entre la Jura de la Constitución y los actos celebrados en el Liceo Artístico y Literario de Madrid, la imprenta del Panorama Literario publicó el primer número de Álbum del bello sexo o las mujeres pintadas por sí mismas. La primera noticia que se tiene de tal publicación dedicada, en exclusiva, al bello sexo la da El eco del comercioel sábado 4 de noviembre de 1843, casualmente dos días antes del atentado a Narváez.A continuación transcribimos la crónica que publicó El eco del comercio (publicación que no precisamente compartió siempre criterios con la Avellaneda) el 26 de noviembre de 1843, días después de salir publicado el primer número de la revista. Dice El eco del comercio:Al ver el lujo con que se ha ostentado la primera entrega que ha salido á luz de Las mujeres pintadas por sí mismas, hemos quedado agradablemente sorprendidos, porque nos habíamos hecho cargo que las promesas del prospecto no quedarían del todo realizadas. Afortunadamente nos hemos engañado y por lo mismo es doble nuestro placer en poder celebrar de todas veras tan elegante y esmerada publicación.Amigos siempre de dar a las cosas su intrínseco valor para que nuestros lectores se enteren minuciosamente de nuestros relatos, queremos hacer una cumplida reseña de cuanto aparece en la citada primera entrega del Álbum del bello sexo.En primer lugar, la portada ó cubierta tiene un excelente grabado en madera en el que figura un edificio o parte de él con dos puertas abiertas de par en par, detrás de las cuales aparecen dos niños desnudos, uno de ellos con una enorme pluma, símbolo de la literatura, y el otro con un lapicero de gran tamaño que indica el dibujo. En el centro hay unas letras encarnadas de muy buen efecto.En la primera plana de la entrega se notan cuatro octavas reales, cuyo texto es la dedicatoria a S.M. la Reina doña Isabel II, y alrededor de aquellas una elegante orla apoyada en los costados por dos Sílfides que sostienen una especie de candelabros, en cuyo remate descuellan innumerables flores, que entremezcladas con algunos genios, rodean una medalla, donde está el busto de la Reina. Al pie se nota un cojín sobre el cual están el cetro y corona, atributos de la regia persona, a quien se halla dedicada la obra.Viene después un retrato de nuestra joven reina, orlado en oro, y en pliego separado. Empiezan en otra plana el texto de La Dama de gran tono, introduciéndose por una viñeta que sirve para ilustrar la materia de que se trata.El citado tipo está escrito por la célebre poetisa doña Gertrudis Gómez de Avellaneda que ha sabido comprender a las mil maravillas tan delicado asunto. El decir de su composición es fluido y elegante, castizo y altamente moral y filosófico. Al final del tipo está puesto el retrato de la autora grabado en madera, y en el centro se encuentra colocada una preciosa litografía en colores que representa a la protagonista en traje de calle.Cumplida sobremanera es la entrega de la obra en cuestión, adecuada en todos conceptos y digna de ser buscada por todos los amantes de nuestras artes.En su confección su director [editor, quisieron decir] ha ocupado muchos días y han trabajado asiduamente en ella los distinguidos y justamente celebrados artistas, señores Miranda, Bachiller, Gaspar, Chamorro, Kraskonski y Vallejo.Damos la enhorabuena al señor Vila [se refieren a Domingo Vila], director [editor] de la obra, por su buen acierto, esperando que sus tareas serán muy en breve recompensadas.Faltaríamos a nuestro buen propósito si dejásemos de recomendar altamente dicha publicación que todas las personas de algunos posibles deben procurarse.Como hemos podido comprobar, durante los meses de noviembre y diciembre de 1843 fueron de frenética actividad social, literaria, y especialmente publicitaria, para Gertrudis Gómez de Avellaneda. La escritora iba a la par que el país, su fama se consolidaba inexorablemente. Su oda, compuesta en honor a la joven reina, se publicó e hizo furor, siendo el tema de discusión principal en los cafés y tertulias madrileños. Su artículo La dama de gran tono causó gran sensación y alta conmoción entre la sociedad madrileña (principalmente la femenina). Hombres y mujeres clamaban a la autora que era motivo de comentarios varios que iban desde la entusiasta aclamación hasta la crítica feroz. Comenzaban a aparecer los primeros desencuentros con literatos y conocidos viejos moralistas de los cuales nos ocuparemos más adelante.En esa época es que la Avellaneda conoce a la joven Concepción Arenal que, preocupada por los temas que trata la autora (coincidentes con su manera de pensar), se acerca a ella y participa en las numerosas tertulias formadas alrededor de La dama de gran tono, la mordaz sátira y atrevido manifiesto en defensa de la mujer. Curioso es saber que en uno de esos ambientes literarios, Concepción Arenal conoció a Fernando García Carrasco, abogado y escritor del círculo de amistades más próximo a la Avellaneda, y con el que contraería nupcias un lustro más tarde.Antes de concluir el año de 1843, la prensa se dedica a informar detalladamente de todas las actividades de la joven escritora, fuera a donde fuera, e hiciera lo que hiciera. El 9 de diciembre el periódico La posdataanuncia que la Avellaneda ha presentado y leído en el teatro de la Cruz una tragedia en cuatro actos titulada Munio Alfonso. Pregona igualmente -como para ir preparando a los espectadores- que el famoso actor Carlos Latorre desempeñará el papel protagonista, dando por sentado que la obra ha sido aprobada para su representación. Tan solo unos días después, el 19 de diciembre, El Heraldo (otro periódico de la época) divulga la noticia de que la Avellaneda escribe, además de Espatolino -novela muy próxima a salir en otra publicación- una cuarta obra sobre la conquista de Méjico (Guatimozín).Detrás de todas aquellas noticias que los periódicos se empecinaban en publicar estaba la mano oculta del capitán general de Madrid, Ramón María de Narváez. Sin dudas Gertrudis Gómez de Avellaneda, fue ayudada por hombres poderosos en el camino para lograr sus más que merecidos éxitos. El genio y talento, que la criolla desbordaba por los cuatro costados, no eran lo suficiente para alcanzar la cúspide de la fama en un mundo gobernado por hombres, aunque reinara una mujer. Y he aquí uno de las posibles explicaciones del por qué el general Narváez se tomó tantas molestias alrededor de Gertrudis Gómez de Avellaneda, mujer en la que nunca puso los ojos desde el punto de vista amoroso, independientemente de que admirara sus creaciones y obra en general. España necesitaba demostrar a los mil y un detractores, carlistas y de otras tendencias políticas, que el bello sexo podía sobresalir, gobernar y hasta reinar, igual que hacían los hombres. La Casa Real –Isabel II en primer término- había dado la orden a Narváez de enaltecer la figura de la joven escritora. El gran error de Gertrudis Gómez de Avellaneda fue –según mi opinión- el no calcular lo que podría venírsele encima con sus “innovadoras teorías femeniles” al colaborar, sin ser totalmente consciente de ello, con el poder del Estado.Continuará…Manuel Lorenzo Abdalahttp://www.ladivnatula.blogspot.comBibliografía consultada:1. Escoto, José Augusto. Gertrudis Gómez de Avellaneda: Cartas inéditas y documentos relativos a su vida en Cuba de 1859 a 1864. Colección Ilustrada, La Pluma de oro, 19112. Reyero Hermosilla, Carlos. Pintar a Isabel II: en busca de una imagen para la reina.3. Pérez Garzón, Juan Sisinio. Isabel II: Los espejos de la reina. Marcial Pons Historia 2004.4. Madrid, Museo Municipal. Isabel II jurando la Constitución (Boceto). José Castelaro y Perea.5. El eco del comercio, periódico. Madrid (4 y 26 de noviembre de 1843) Hemeroteca digital, BNE.6. La posdata, periódico. Madrid (7 de noviembre, 9 de diciembre de 1843) Hemeroteca digital, BNE.7. El heraldo, periódico. Madrid (19 de diciembre de 1843) Hemeroteca digital, BNE.8. El Laberinto, periódico ilustrado Madrid (Noviembre, diciembre de 1843 y enero de 1844) Hemeroteca digital BNE.9. ...y otras fuentes no desveladas, de momento.