Ante el asombro y estupor de su entorno por la decisión tomada por ella, el primer y gran error lo comete (como había sucedido durante años) su propio padrastro que por aquellos días visitaba a la familia. Primeramente vaticinó, con manifiesta y malévola alegría, el fin de la carrera de la escritora. Acto seguido separó a Pepita, la hermana menor, y la envió durante una larga temporada a casa de sus familiares en Galicia para evitar la vergüenza por los pecaminosos actos. A Manuel, que carecía de profesión y oficio fijo, lo enviaron a la lejana Cuba con el absurdo pretexto de llevar las nuevas creaciones de su hermana. Curiosamente nadie se fijó entonces en que el propio Manuel era padre de dos hijos concebidos fuera del matrimonio.Cuando Gabriel García Tassara se enteró de que iba a ser padre, cosa que no creyó al principio, desapareció misteriosamente de Madrid durante unos días. Esa mezquina actitud, lejos de amilanar a la escritora, le brindó mayores fuerzas, aunque al principio le costó algo de trabajo porque un día llegó hasta despedirse de la poesía al componer Adiós a la lira. Pero finamente supo levantar el rostro y crecerse infinitamente. La Avellaneda era un mujer de carácter fuerte (No por gusto había sido comparada con hombres) El maléfico vaticinio de su padrastro como que no se iba a cumplir.Durante aquellos nueve meses de embarazo, Gertrudis Gómez de Avellaneda se ganó el respeto de todos sus amigos y hasta de sus enemigos que no se atrevieron a comentar absolutamente nada al respecto. La escritora, sin ocultarse del todo, se refugió en la creación, el arma que siempre utilizó para superar los golpes bajos que le deparó la vida. Tradujo varios textos, compuso poemas (bellos poemas) y mientras se ensayaba El príncipe de Viana, escribió en tan solo unos días un nuevo drama titulado: Egilona. La obra fue dedicada a su gran amiga y primerísima actriz Bárbara Lamadrid. En Egilona, la Avellaneda plasmó sus propias frustraciones, odio, vehemencia, soledad y hasta cierta culpa.En los primeros días de octubre salió publicado Guatimozín, el último emperador de Méjico, novela anunciada con anterioridad,y el día 7 del mismo mes se estrenó El príncipe de Viana (tragedia en cuatro actos y en verso) obra que la autora dedicó a D. Manuel José Quintana, instructor de la joven reina Isabel II y de su augusta hermana. La obra no gozó de igual éxito que Alfonso Munio y estuvo muy pocos días en cartelera.La noche del estreno, y por pura casualidad, coincidieron en el teatro, varios personajes que en el futuro estarían muy vinculados sentimentalmente a la escritora: Antonio Romero Ortiz, Pedro Sabater y también Gabriel García Tassara, aunque este lo hizo de alguna manera enmascarado. Unos días después la dirección del teatro decidió reponer Alfonso Munio.Cuando Manuel, el hermano de la Avellaneda, llego finalmente a La Habana, los ejemplares de las obras que llevó fueron requisados por la Aduana de la isla. Todas sus obras habían sido consideradas como subversivas y contrarias a la moral de la santa iglesia católica. Mientras esto sucedía en La Habana, en Madrid Tula subía de peso y no solo a causa del embarazo. El fin del año de 1844 le trajo nuevos y desagradables sinsabores: Su médico detectó que sufría una diabetes crónica.Continuará…Manuel Lorenzo Abdalahttp://www.ladivinatula.blogspot.com
Ante el asombro y estupor de su entorno por la decisión tomada por ella, el primer y gran error lo comete (como había sucedido durante años) su propio padrastro que por aquellos días visitaba a la familia. Primeramente vaticinó, con manifiesta y malévola alegría, el fin de la carrera de la escritora. Acto seguido separó a Pepita, la hermana menor, y la envió durante una larga temporada a casa de sus familiares en Galicia para evitar la vergüenza por los pecaminosos actos. A Manuel, que carecía de profesión y oficio fijo, lo enviaron a la lejana Cuba con el absurdo pretexto de llevar las nuevas creaciones de su hermana. Curiosamente nadie se fijó entonces en que el propio Manuel era padre de dos hijos concebidos fuera del matrimonio.Cuando Gabriel García Tassara se enteró de que iba a ser padre, cosa que no creyó al principio, desapareció misteriosamente de Madrid durante unos días. Esa mezquina actitud, lejos de amilanar a la escritora, le brindó mayores fuerzas, aunque al principio le costó algo de trabajo porque un día llegó hasta despedirse de la poesía al componer Adiós a la lira. Pero finamente supo levantar el rostro y crecerse infinitamente. La Avellaneda era un mujer de carácter fuerte (No por gusto había sido comparada con hombres) El maléfico vaticinio de su padrastro como que no se iba a cumplir.Durante aquellos nueve meses de embarazo, Gertrudis Gómez de Avellaneda se ganó el respeto de todos sus amigos y hasta de sus enemigos que no se atrevieron a comentar absolutamente nada al respecto. La escritora, sin ocultarse del todo, se refugió en la creación, el arma que siempre utilizó para superar los golpes bajos que le deparó la vida. Tradujo varios textos, compuso poemas (bellos poemas) y mientras se ensayaba El príncipe de Viana, escribió en tan solo unos días un nuevo drama titulado: Egilona. La obra fue dedicada a su gran amiga y primerísima actriz Bárbara Lamadrid. En Egilona, la Avellaneda plasmó sus propias frustraciones, odio, vehemencia, soledad y hasta cierta culpa.En los primeros días de octubre salió publicado Guatimozín, el último emperador de Méjico, novela anunciada con anterioridad,y el día 7 del mismo mes se estrenó El príncipe de Viana (tragedia en cuatro actos y en verso) obra que la autora dedicó a D. Manuel José Quintana, instructor de la joven reina Isabel II y de su augusta hermana. La obra no gozó de igual éxito que Alfonso Munio y estuvo muy pocos días en cartelera.La noche del estreno, y por pura casualidad, coincidieron en el teatro, varios personajes que en el futuro estarían muy vinculados sentimentalmente a la escritora: Antonio Romero Ortiz, Pedro Sabater y también Gabriel García Tassara, aunque este lo hizo de alguna manera enmascarado. Unos días después la dirección del teatro decidió reponer Alfonso Munio.Cuando Manuel, el hermano de la Avellaneda, llego finalmente a La Habana, los ejemplares de las obras que llevó fueron requisados por la Aduana de la isla. Todas sus obras habían sido consideradas como subversivas y contrarias a la moral de la santa iglesia católica. Mientras esto sucedía en La Habana, en Madrid Tula subía de peso y no solo a causa del embarazo. El fin del año de 1844 le trajo nuevos y desagradables sinsabores: Su médico detectó que sufría una diabetes crónica.Continuará…Manuel Lorenzo Abdalahttp://www.ladivinatula.blogspot.com