Premiando…

Publicado el 11 febrero 2011 por Alvaropons

Es normal y comprensible que el Salón del Cómic de Barcelona busque sinergias con el cine y los videojuegos. No es que me entusiasme, pero las razones son justificadas: por un lado, las evidentes necesidades económicas del evento, ya convertido en un verdadero monstruo difícilmente manejable con unos presupuestos que además sufren recortes continuos y una crisis galopante, donde tanto la industria del cine como, sobre todo, la muy saneada del videojuego, son gigantes que pueden atraer inversiones al Salón de forma importante, ya directa, ya indirectamente, a través de la indudable inyección de visitantes arrastrada por una y otra. Por otro lado, ese aumento de visitas atrae, indudablemente, a nuevos lectores, favoreciendo la tan cacareada sinergia entre las diferentes industrias. Reconozco, eso sí, que no es un situación que me agrade por dos razones: primero, porque creo que la clara asimetría entre la industria del cómic, la del cine o la del videojuego puede dar lugar a la creación de una situación de peligrosa dependencia, que en ese ecosistema particular de la ley de mercado salvaje que vivimos se traduce automáticamente en depredación. Segundo, porque el Salón del Cómic de Barcelona puede tender a reconvertirse en un Salón de la industria del entretenimiento lúdico. Es lícito, desde luego, pero se corre el peligro de entender que la historieta es sólo una parte más de la industria del entretenimiento. Admito y creo fundamental la necesaria y obligada existencia de esa parte industrial como garante de la subsistencia del medio (tanto en el cómic como en el cine o los videojuegos), pero creo que la identificación unívoca de la historieta como entretenimiento nos puede hacer dar pasos atrás en la consideración sociocultural del noveno arte. Reconozcamos que la historieta es una forma cultural que forma parte, también, de la industria del entretenimiento en su riqueza y amplitud, pero no restrinjamos su función y existencia únicamente al entretenimiento por mucho que económicamente pueda ser la parte más importante del medio.
Sin embargo, lo que me parece un error importante es la inclusión de una categoría dedicada a “la mejor película basada en un cómic” dentro del palmarés de premios del Salón de Barcelona de este año. A falta de una Academia o de una organización que represente de forma completa a la profesión, los premios del Salón se han convertido con toda razón en los premios más importantes de la historieta en España, en una voz de la profesión y de la industria de reconocimiento hacia los mejores tebeos publicados en nuestro país. Añadir una categoría a “la mejor película” es un guiño evidente a la industria del séptimo arte que puede tener ventajas económicas, pero que pervierte por completo el sentido de los premios al anteponer cuestiones pecuniarias a la de prestigio y reconocimiento del propio medio. Se podían haber articulado muchísimas formas de incluir galardones tanto para el cine como los videojuegos dentro del Salón (como hace por ejemplo el Festival de Angoulême) mediante mecenazgos de empresas, asociaciones o instituciones, que se entregaran como un acto más de los programados dentro del Salón, pero fuera de un palmarés que por razones obvias debería quedar restringido a la historieta. Sinceramente, no veo qué interés para el cómic español puede tener dar un premio a la mejor película a Kick-Ass o Iron Man, la verdad. Del listado colgado por Ficomic en su web de películas “votables” (que ya parte de sorprendentes ausencias como las de “The Losers”, “Astroboy” o “Tamara Drewe” y de inclusiones extrañas como las de “Gainsbourg” –el cómic es posterior-), las únicas que podrías tener algo de sentido serían la espléndida “María y yo” o “El caballero del antifaz”, en tanto se basan en cómics españoles (saco de la lista a “El Gran Vázquez”, en tanto creo que no es una adaptación de un cómic, por muy interesante y relacionada que esté).
Creo que, mucho más importante que esta categoría es la reformulación completa de estos premios: inclusión de categorías dedicadas al tebeo infantil y juvenil (una parte del tebeo realmente importante en su futuro, presente y pasado que precisa de obligado reconocimiento y que, separado del resto se potencia a la par que se reconoce su importancia sin caer en la identificación peyorativa), a la realidad de las nuevas posibilidades de internet con el reconocimiento al mejor web-cómic, a la presencia del cómic en prensa con el reconocimiento al mejor humorista gráfico en prensa, la eliminación de categorías obsoletas como “mejor dibujo” y “mejor guión” (no se puede diferenciar una cosa de otra en la historieta, es imposible diferenciar de la lectura de una historieta dónde empieza la labor del dibujante y termina la del guionista, lo siento, que se premie a la mejor o a las mejores obras del año) y la inclusión, sí, de categorías que reconozcan a la industria: mejor calidad de edición, mejor labor de recuperación de clásicos, etc.
Ficomic es, de facto, la representación de la profesión. Y sus premios tienen una importancia y prestigio que obligan a un exquisito cuidado que no permita que se perviertan, al contrario, debe lucharse por el aumento de su prestigio y respeto tanto dentro como fuera de la profesión. Y, si se quiere, que se entreguen durante el Salón galardones a la mejor película basada en un cómic, la mejor adaptación a videojuego de un cómic, la mejor serie de TV basada en cómic o incluso mejor adaptación novelada de un cómic (que las hay), pero no dentro de ese palmares propio que debe ser por y para la profesión.