Premier inn cambridge a14 j32 (cambridge)

Por Candreu
PREMIER INN CAMBRIDGE A14 J32 (***)
Ring Fort RD
Cambridge CB4 2GW
UNITED KINGDOM
Habitación: 205
Fecha de entrada: 13/08/2015
Tarifa: 65€

Situado al norte de la ciudad, entre la autopista y una tranquila área residencial de nueva construcción, bastante alejado del centro histórico. Un edificio de cuatro alturas separado en dos alas unidas por otro edificio acristalado en el que se ubican ascensores, escaleras, recepción y restaurante. De noche, la iluminación colorista de la fachada le da un punto algo más atractivo que el marrón, amarillento y gris claro que aparenta durante el día. 

Dos puertas automáticas nos conducen a la recepción. No muy espaciosa. Algo ruidosa, ya que a la izquierda se abre el bar restaurante. A la derecha, un sofá para esperar huéspedes con una mesa y un enorme armario con folletos, mapas  y servicios de la zona, los ascensores, una máquina de vending y un cajero automático. De frente, el mostrador de recepción, en madera clara, con dos puestos de atención. La sensación es un poco fría. La mañana no ayuda, la verdad, pero la luz tampoco. 
Igual de frío resulta el trato tras el mostrador. Casi más pendientes de sus tareas en el ordenador que de nosotros, nos recogen el equipaje ya que la habitación no está todavía disponible. Cuando regresamos, con algo más de atención, nos entregan la llave, y tenemos que preguntar nosotros por el parking, el wifi, los horarios... 
La tarjeta de la habitación es necesaria para acceder al ascensor. Hay dos. Grandes y luminosos. Uno sube a todas las plantas. El otro sólo a las pares. En su interior, un espejo oscuro y algunos carteles con servicios del hotel. Al salir, lo hacemos en un espacio amplio, con dos paredes de cristal a la calle: una a la entrada principal, la otra a la autopista. Aún así, el silencio es absoluto. Mucho más sereno que la recepción. Moqueta azulada en el suelo. Volvemos a necesitar la llave de la habitación para abrir una puerta que nos separa del pasillo de las habitaciones. Es de cristal y tiene un enorme cartel que indica que a partir de ahí debemos guardar silencio porque es una zona de descanso. Y la gente lo respeta, la verdad.
El pasillo de las habitaciones continúa con la misma moqueta. Algo estrecho. A él se abren con pesadas puertas de madera clara las habitaciones. La luz, ahora ya artificial, vuelve a ser fría. Como fría es, en general, la luz de la habitación. 
Justa de tamaño. Moqueta azul morada en el suelo. Paredes blancas. Nada más entrar, a la izquierda hay un armario abierto con un pequeño espejo y varias estanterías. En ellas se ofrecen por un lado una tetera, tazas y un surtido de tes y cafés; por otro dos almohadas más suaves de las que presenta la cama; y por otro una televisión plana. Una zona para colgar ropa con cuatro perchas antirrobo completa el armario. Frente a él, la puerta del baño.
A continuación, ya en la habitación, encontramos a la izquierda un escritorio de madera en color pino, a la derecha, bajo un cabecero en madera y tela morada, la cama blanca con un plaid morado; y al fondo, también en morado, un sofá bajo la ventana que puede convertirse en cama. La ventana está cubierta por un visillo sostenido por un inestable riel. Se puede abrir apenas cuatro dedos (una pegatina indica que por motivos de seguridad) y tiene vistas a la rotonda principal en la que se ubica el hotel. Se protege con una fea cortina - foscurit de colores amarillentos. 
El escritorio tiene una lámpara de trabajo y junto a él hay un par de enchufes. La silla resulta cómoda, aunque cuando está en uso, no queda espacio para pasar entre el respaldo y la cama. Esta es confortable. La lencería no es para tirar cohetes, pero correcta. Muy limpia y atractiva, aparece vestida con dos duras almohadas (hay otras más blandas en el armario) y cubierta con un nórdico, quizá excesivo para el verano. El colchón no resulta tan cómodo como aparenta ya que se curva hacia el centro y su anchura es justa para dos personas. 
La insonorización es absoluta. Tanto interior como exterior. La luz se cuela por la parte superior de la cortina al amanecer, pero no se oye nada. Ni dentro, ni fuera. El aire acondicionado funciona con fuerza y eficacia desde un display digital que permite indicar la temperatura y distintos niveles de potencia. Ofrece el formato automático pero el ruido es excesivo para dormir con él encendido. En cualquier caso, el verano de Cambridge no lo requiere, aunque quizá sí durante la mañana para airear y ventilar la habitación, ya que la escasa apertura de la ventana hace complicada la operación.
El wifi puede ser gratuito para navegar normalmente y descargarse el correo. Para streaming, descargas pesadas... se ofrece otra opción más rápida y potente pero de pago. La conexión es libre y sencilla. 
La cama ofrece sólo una mesilla en un lado, pero no enchufes cercanos. Por contra, en el otro lado, donde no hay mesilla, si que hay enchufe. Dos lámparas de noche a cada lado, de las que salen dos flexos direccionables de lectura, que intentan, en vano, poner algo de calidez al ambiente que es absolutamente gélido debido a la luz fría, como de hospital, que desprende una lámpara redonda situada en el techo en el centro de la estancia. 
El baño, sin ningún lujo, tiene lo justo. Que no es poco. Alicatado en baldosas blancas hasta el techo, con suelo de linóleo gris amarillento, ofrece una larga encimera con el lavabo y junto a él el inodoro. Encima de ambos un poderoso espejo bien iluminado. Un espejo de aumento, un dispensador de jabón y otro de papel higiénico, no en rollo, sino ya cortado, completan esa zona. 
La bañera, con cortina de colores morados, presenta el riel curvo, para ganar espacio dentro y evitar el roce del cuerpo con la cortina. El caudal y la presión resultan colosales. Igual que la temperatura, que se regula con un grifo termostático. Lástima que el mantenimiento de la ducha -que está fija en la pared y algo baja para los que somos demasiado altos- haga que se pierda algo por las juntas. El gel/champú se ofrece igual que el jabón en un display anclado a la pared.
Una toalla de lavabo y dos de ducha son el set de lencería. Algo justos de tamaño y calidad, pero limpios. La iluminación, que no es escasa, resulta de nuevo fría. Junto a la puerta hay un interruptor que activa el ventilador y extractor de olores y vapor. Aunque es bastante sonoro no resulta muy eficaz y pronto la humedad se extiende al dormitorio debido a la escasa ventilación que también ofrece la ventana.
El desayuno buffet ofrece dos versiones. Una cara -7 libras-, sin platos calientes (huevos, bacon, tomate, beans, salchichas) y otra carísima -9 libras- con ellos, además de zumos, café, bollería, cereales, mermeladas. No hay opciones cercanas, ni tampoco lejanas, así que poca alternativa queda.
La misma frialdad de trato que a la llegada, encontramos a la salida. Como la reserva fue en prepago no es necesario más que decir adiós, y como no hay minibar, sólo tienen que decirnos, goodbye. A algunos ni eso, porque junto a la puerta de acceso al hotel hay una pequeña urna para dejar la llave al salir.  
Calidad/precio: 7
Servicio: 4
Habitación: 6.5
Baño: 6
Estado conservación: 7.5
Valoración general: 6