Telefónica ha nombrado a Rodrigo Rato miembro de su Consejo Asesor para Europa y Latinoamérica, un cargo como decimos en catalán para “poca feina, mal fotuda i ben pagada” (poco trabajo, mal hecho y bien pagado). Curiosamente al mismo tiempo la revista Bloomberg Business Week, incluía al Sr. Rato en el quinto lugar de la lista de los peores directivos del 2012, basada en el criterio del mayor perjuicio causado a las empresas que gestionan y a sus accionistas.
Esta es una demostración más de que, se vote a quien se vote, en este país manda la oligarquía formada por las cúpulas de los dos principales partidos y los grandes grupos financieros que a través de la banca y las estafas que oficialmente se llaman servicios públicos, explotan, exprimen y abusan de la ciudadanía. Y todavía hay quien dice que calificar este mundo como capitalismo del palco del Bernabéu o como capitalismo Cibeles son elucubraciones de resentidos. El dinero que cada vez le cuesta más ganar al ciudadano medio es esquilmado de mala manera, con desprecio y con mentalidad feudal, por estos irresponsables que ya ni se preocupan por enmascarar ni tan solo mínimamente sus fechorías.
No sé si finalmente Catalunya será o no independiente, pero en lo que estoy dispuesto a comprometerme es en independizar a toda España de esta maldita oligarquía, y echar todos sus elementos al mar en el punto de nuestras costas donde las aguas sean más profundas.
El Sr. Rato no es responsable directo de la mayor parte de las barbaridades que se cometieron en Bankia, aunque si es su responsable indirecto desde el momento en que las asumió al aceptar el cargo, pero si tiene absolutamente toda la responsabilidad por la salida a bolsa más parecida a una estafa que se haya producido jamás, en la que también colaboraron, por acción u omisión, bastantes personajes e instituciones oficiales de esta oligarquia. Por si a alguien le falla la memoria, me permitiré recordar que el 20 de Julio del 2011, con el objeto de completar la transformación en banco de Caja Madrid y alcanzar los niveles de capitalización requeridos, Bankia inició su cotización en Bolsa después de una Oferta Pública de Acciones que colocó más de 3.000 millones de Euros entre 347.000 inversores privados, en base a los resultados positivos de la entidad hasta junio 2011, pero todavía no había transcurrido ni un año cuando a principios de mayo 2012, solo unas dos semanas después que el Banco de España hubiese aprobado y bendecido el plan de saneamiento de la entidad, el Sr. Rato presentó su dimisión como Presidente del banco y se produjo la desgraciada mala semana de Bankia, en que día a día se fue destapando a trozos la realidad del desastre, y finalmente se supo que la cifra de resultados del banco estaba en realidad muy por encima de 10 veces la cifra que se había dado en la Oferta de Acciones, con el insignificante matiz añadido de que no se trataban de ganancias sino de perdidas. En cualquier país mínimamente serio, el Sr. Rato, buena parte de las personas que con él formaban el Consejo de Administración del Banco acompañados por miembros al mismo nivel del Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores, estarían en este momento pendientes de juicio y en prisión sin fianza. Aquí la oligarquía, como ya es tradicional y ha ocurrido montones de veces, le busca un empleo muy bien pagado para que pueda seguir la juerga y la burla de la ciudadanía que formamos los vulgares siervos feudales excluidos de la aristocracia oligárquica, siervos que se supone tenemos bien aprendidas cuáles son nuestras funciones: Pagar, Votar y Callar.
Desgraciadamente esta oligarquía no se equivoca nunca, no acepta críticas porque todas son erróneas y malintencionadas, aunque siempre hablan de dialogo solo dialogan cuando se les da la razón, solo se rinden ante un poder superior al suyo o que suponga un riesgo serio, en caso contrario su reacción ante la oposición a sus principios básicos es visceral, es decir, en resumen, es imposible que se produzca el milagro de que tengan un ataque de mínima inteligencia y ellos mismos cambien las maneras de hacer política de este país, y por lo tanto, si alguna vez conseguimos librarnos de ellos solo será posible echándolos a patadas.
Estos días he acabado de leer “La berlina de Prim” de Ian Gibson, que relata los acontecimientos alrededor del asesinato del General Prim, y lo que más me ha sorprendido es que salvando la distancia del tiempo y el momento de la Historia en cuanto a los condicionantes políticos, la mentalidad y las maneras de hacer política de este país no han cambiado casi nada desde el último tercio del siglo XIX.