Premio Internacional de Literatura de Berlín 2012 para Mircea Cărtărescu

Publicado el 21 junio 2012 por Kovua

El autor ha sido galardonado con este premio con su libro Orbitor II: El cuerpo, este premio recompensa de igual forma tanto a la obra como a su traducción al alemán. La obra ha sido seleccionada ente más de 140 obras que se presentaban este año al premio. En palabras del propio autor: «He sido nominado este año en dos categorías importantes de Alemania, en Bruche Preis, dedicada a los autores de Europa Oriental y en Internationaler Literatur Preis, que según mi opinión es el más importante y visible premio. El primero lo perdí –ganó un autor húngaro, Péter Nadás– pero afortunadamente el segundo lo recibí yo. Fue una gran sorpresa para mí y me agrada mucho».
En palabras del propio jurado compuesto por editores, escritores y críticos literarios alemanes sobre la novela al autor “Mircea Cartarescu logró crear una novela fulminante y una obra de arte electrizante desde el punto de vista lingüístico, muy intensa y luminosa”.
El Premio Internacional de Literatura de Berlín entrega al galardonado un premio de veinticinco millones de euros. La entrega de premios tendrá lugar el próximo 6 de junio en “Haus del Kulturen del Welt (La casa de las culturas del mundo)” de Berlín.
Extractos:
Cuando yo haya muerto, mi cripta, mi guarida, seguirá flotando en esa niebla negra y sólida, y lle­vará estas hojas a ninguna parte para que nadie las lea. Pero en ellas está, al fin y al cabo, todo. He escrito varios miles de páginas de literatura —pol­vo, nada más que polvo—. Intrigas construidas de forma magistral, fantoches con sonrisas galvaniza­das, pero, ¿cómo vas a poder decir algo, por poco que sea, en esta inmensa convención que es el arte? Querrías sacudir el corazón del lector pero, ¿qué hace él? A las tres terminas tu libro y a las cuatro empiezas con otro, por muy bueno que sea el libro que tú hayas depositado en sus manos. Sin embar­go, estas diez o quince páginas son otra cosa, se trata de un juego diferente. Mi lector de ahora no es otro que la muerte. Veo ya sus ojos negros, hú­medos, atentos como los ojos de una adolescente, leer mientras completo una línea tras otra. Estas hojas contienen mi proyecto de inmortalidad.
El ruletista (2010)
De vuelta al acuario vacío de la villa de Cumpătu, lleno tan sólo de un aire camaleónico —ahora dorado, más claro o más oscuro según la sombra que las nubes arrojan sobre el pue­blo— y del silbido del silencio que gira entre los muebles. Abro la puerta de mi habitación y me envuelve el calor de la estufa encendida. En la ventana golpea la misma rama de pino, grisácea y, en cierto sentido, llena de vida, tensa y segura de sí misma. Pero echo las cortinas y enciendo la lámpara, porque la vida no tiene nada que ver con el artificio de las páginas que tengo ante mí, un artificio que debe ser exaltado y protegido. Cuando, de niño, iba al circo, no me gustaban los animales ni los payasos, sino que me enloquecía un cierto matiz fugaz violeta-purpúreo o un verde-brillante-azul-intenso del vestido cuajado de lentejuelas de alguna amazona o de una trapecis­ta; me invadía, como un deleite sombrío, el derretimiento de los huesos en el color. También coleccionaba los papeles bri­llantes de las chocolatinas por sus matices innombrables, por aquellos brillos verdes y rojos que no eran colores sino pura emoción, puros estados de espíritu. ¿Dónde vi, en una noche de invierno, en plena ventisca, una ventana iluminada en la que se recortó, por un instante, el rostro de una joven, con colorete en las mejillas, los labios violentamente maquillados y ojos brillantes? Una chica de pelo muy corto que se burló de la ventisca y que, dibujando círculos con el aliento, cerró de nuevo la ventana. Es un recuerdo vago pero extremadamente persistente, cuyos contornos no puedo aprehender.
Lulu (2011)