Esperaba el discurso y sabía que diría algo sobre la dichosa Ley Sinde. Pero no es solo que nombrara el tema. Es todo: lo que dijo, cada palabra, cómo lo dijo, lo valiente y coherente que fue. Porque me dieron ganas de levantarme del sofá y aplaudir. Porque así sí se defiende la cultura y el cine: intentando huir de lo absurdo, de iniciativas que joden al espectador, planteando nuevos modelos. Reconociendo lo que muchos se niegan a admitir: que Internet es el presente, y tiene mil posibilidades abiertas. Que hay que respetar al público.
Y sí, Álex, eres un privilegiado por poder hacer cine. Pero me siento privilegiada yo también: se habla del cine español, y casi siempre, mal. Además de otras muchas cosas, al pensar en cine español, pensaré en ti. En el cine que has hecho, y en que hemos tenido la suerte de tener como presidente a un tío como tú, que hable en nombre de todos los ciudadanos en nuestra defensa, en defensa de nuestros intereses. Expusiste lo que muchos pensamos, y lo hiciste de manera que nadie puede decirte que lo que expresaste no es coherente. Quien se atreva, sabe que no tiene razón. Solo intenta defender su causa egoísta.
Y que les den a Sinde, a la Pajín, y a Javier Bardem.
Eres grande, muy grande, Álex.
¡Y yo sin ver aún Balada triste de trompeta! Qué fatal. Y no ganó apenas nada. Pero qué más da, estos premios, ya se sabe... Además, de la Iglesia se ganó anoche algo muchísimo más importante.
Y qué triste que un acto dedicado al cine, tenga que estar marcado por una política que le pone frenos a esta cultura, y a que se disfrute de ella.