Prensa hermética, José Blanco y Federico Jiménez Losantos

Publicado el 19 julio 2013 por Pelearocorrer @pelearocorrer

Me pregunto qué papel debemos jugar los ciudadanos frente a la torrentera de información que nos abruma cada día. ¿Merece la pena conocer la verdad? Pienso en el llamado “caso campeón” que ha tenido a José Blanco atribulado de juzgados y abogados durante veintidós meses. Ayer el diario El País publicaba en su edición digital la noticia del archivo de la causa contra el ex ministro de fomento; queda el político por lo tanto libre de toda responsabilidad penal. Como cabía esperar, Federico Jiménez Losantos ha lanzado una diatriba contra la justicia española; otros medios afines al partido popular (esta expresión debería avergonzarnos) han subrayado la noticia como si dieran cuenta de un mal chiste. Todas las sentencias judiciales adolecen de ser sospechosas en un juego kafkiano de intereses desconocidos para la opinión pública. El filtro de la información nos destila un aceite corrompido, demasiado procesado, y nuestra propia opinión es un refrito mal digerido de opiniones ajenas. No hay escapatoria ni posibilidad de juicio propio cuando todo lo que recibimos son ya valoraciones de hechos y no hechos desnudos, realidades en bruto. El caso de los ERE, el caso campeón, los papeles de Bárcenas, el caso Noos. Nadie sabe muy bien en qué consisten estos asuntos judiciales, sabemos sólo que despiden un aroma desagradable y acompañan muy bien los desayunos desoladores de la oficina.

En el ámbito filosófico la hermenéutica es una doctrina que entiende la realidad del mundo como un símbolo que debe interpretarse pero nunca describirse o explicarse objetivamente. Los acontecimientos sociales, para esta rama de la filosofía, son símbolos que hemos de aprender a descifrar. El periodismo español es eminentemente hermético desde la perspectiva del ciudadano, y nos arroja diariamente interpretaciones de hechos pero nunca el hecho en sí, nunca la verdad. He encontrado esta frase de Martin Heidegger que se ajusta a la perfección con lo que quiero decir: Toda interpretación, para producir comprensión, debe ya tener comprendido lo que va a interpretar. El juego de palabras es hermoso y muy ilustrativo. Federico Jiménez Losantos, antes de declamar en su radio contra el archivo del caso campeón, comprende algo: el ex ministro es culpable, los hechos no importan, la realidad es un laberinto y yo soy Teseo, yo encontraré la salida, yo mataré al Minotauro.

Quizá José Blanco sea culpable y Luis Bárcenas inocente. Desde la calle y opinando también se puede acertar, al emitir un juicio uno tiene las mismas posibilidades de acertar que de equivocarse; pero la opinión entonces no deja de ser un juego, una apuesta.

España es un país visceral, muy dado al enfrentamiento, nos atesoran varias guerras civiles y nuestra historia ha sido siempre una sucesión de odios y luchas internas por el poder o por un centímetro más de frontera. Preferimos el juego al análisis; mediante el juego comprendemos mucho mejor el mundo (lo interpretamos) y preferimos apostar al cinco rojo antes de estudiar las posibilidades que tiene de salir, tal vez sólo por llevar la contraria. Opinar es apostar, es la apuesta que hacemos creyendo que la verdad es una cuestión de suerte. Es una pena que no sea así, sería hermoso, sería un acto de justicia poética, que la verdad estuviera gobernada por la fortuna. Pero no es así: la opinión es un sucedáneo de la verdad y resulta que nos creíamos rodeados de información (verdad) cuando todo lo que nos rodea es una trampa, una minuciosa y lenta máquina de persuasión. Quizá no merezca la pena conocer la verdad, quizá la verdad sea inspoportable.


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