El Consejo
ANDALUCÍA, LA MAYOR ESTAFA POLÍTICA
“Algo debe funcionar mal en Andalucía cuando las decenas de miles de millones de euros recibidos de Europa como ayudas para el desarrollo sólo han servido para que la región, después de un cuarto de siglo lloviéndole dinero, siga siendo una de las más atrasadas de Europa y de las que soportan mayores índices de desempleo, paga más impuestos, padece peores servicios públicos, es la campeona en clientelismo, en falta de espíritu emprendedor y la que cuenta con más políticos y empleados públicos viviendo a costa del Estado.”
A veces la ignorancia y la cobardía de algunos pueblos y sus ciudadanos, son consecuencias de sus excesivas y ensimismadas creencias, costumbres, e idiosincrasias, mi estimado autor y blogger.
Andalucía no es el Edén terrenal, como creen la mayor parte de sus ciudadanos. No todos los males que padece el pueblo andaluz se deben a sus dirigentes políticos económicos y sociales, que también. Más que un cambio de regeneración política social y económica, Andalucía, necesita una revolución cultural y educativa de la sociedad andaluza, con fuerte repercusión en las nuevas generaciones. La historia de Andalucía, ha sido y sigue siendo la historia de una interminable falta de respeto mutuo y la de una educación pésima, por eso nos va como nos va.
Y lo queramos aceptar o no, buena parte de nuestra idiosincrasia y filosofía de entender la vida, posiblemente parta de un gran error. Somos los mejores folcloristas del mundo, desentendidos con los esfuerzos y sacrificios, los más paganos e idolatras con las convicciones religiosas y otras creencias y aficiones, los más anárquicos en el mundo del trabajo, los más hipócritas, falsos informales, e indisciplinados. Sin embargo aceptamos con excesiva tolerancia, permisividad y respeto los principios y demás valores de otras culturas, sean o no coherentes con nuestras propias convicciones. Nuestras ancestrales raíces culturales, no han sido nunca perfiladas, revisadas, mejoradas ni proyectadas a nuevas formas de entender con practicidad objetiva los nuevos retos, que los tiempos y la globalización nos impone, para poder competir con otros pueblos y sociedades más cultos y avanzados.
Somos conformistas sociológicos, practicantes erróneos de la filantropÍa, innobles, inconsecuentes en las relaciones familiares y amistosas, despóticos con virtudes, como la honradez, el mérito, la dignidad, la valentía y osadamente envidiosos como consecuencia del propio reconocimiento por la no superación. Y lo siento, pero el tema político que nos trae, debe obligarnos a ser autocríticos con nosotros mismos, pues lo fácil, lo agradable, es mirarse al ombligo de los mejores narcisistas, sin voluntad para visionar y asumir otras perspectivas y horizontes, que puedan encajar en nuestras filosofías de vidas, sin perder genuinamente nuestros caracteres e idiosincrasias de mejores andaluces.
Tal vez, quizás, las mezclas genéticas de diferentes culturas, costumbres ancestrales desordenadas, la aceptación histórica por imperativos de fuerzas e implantación de doctrinas religiosas caducas, caciquismos locales de distintos signos, la mala redistribución de las riquezas, la decadente racionalización y desorganización productiva y la falta de voluntad unitaria, reflexiva y solidaria como pueblo, nos han llevados a no saber discernir, conceptos libres, responsables y humanamente democráticos.
Agravados por conductas de castas de dirigentes políticos económicos y religiosos perversos, embaucadores, vividores, oportunistas y reaccionariamente incultos y corruptos. La prudencia, justicia, fortaleza y templanza, han brillado por su ausencia en buena parte de nuestra historia pasada y contemporánea.
Todo lo cual y man que nos pese, muchas aficiones y costumbres en nuestras creencias religiosas, ideológicas, folclóricas, políticas y sociales, deberían ser profundamente reducadas y revisadas, con cambios formas y mentalidades que posibiliten realmente, la búsqueda de sÓlidos proyectos para convertir al pueblo andaluz, en una sociedad más consecuente realista y responsable, acorde a sus riquezas, recursos económicos, la promoción y premios a los emprendimientos e iniciativas privadas en sectores claves de la economía productiva, complementadas con las fuerzas y masas de rendimientos laborales, culturales y por supuesto con total preservación de los patrimonios y derechos inherentes consuetudinarios existentes.
Y efectivamente, “Andalucía lleva cuatro décadas con gobiernos socialistas, sin interrupción ni alternancia. El poder, durante ese larguísimo tiempo, se ha hecho viejo, corrupto, torpe y obtuso, incapaz de renovarse, deteriorando el nivel técnico y profesional de sus altos cargos y sometiendo a sus ciudadanos a un liderazgo que, cansado y envuelto en una madeja de compromisos, intereses y trabas, carece de la imaginación, las iniciativas y la lucidez necesarias para que Andalucía, una de las tierras potencialmente más ricas de Europa, escape del foso y despegue hacia la prosperidad, la justicia y el verdadero progreso”.
Sin embargo la obcecación por persistir, creer y confiar en ideas políticas utópicas, caducas sin consistencia, junto a la adoración y culto a la personalidad de fuertes arraigos, raíces y mentalidad que todavía subyace y predomina en la sociedad andaluza, hacen que el pueblo andaluz, siga anclado, atrasado y ensimismado sin atisbo de evolución y cambios, por sus contemporizadoras ideas en mantener creencias e ideas políticas absurdas, que solo propician, corrupción, clientelismo, borreguismos, nula voluntad para converger con seriedad en proyectos de futuro y lo que es más pernicioso, se insiste y se sigue tropezando con la misma piedra, pese a ser castigados por los mismos que impiden y entorpecen, la prosperidad y desarrollo del gran pueblo Andaluz.
Todo pueblo que acepta caridad, migajas, limosnas y miserias, por imposición, no solo está condenado a la incultura ignorancia, ostracismo, olvido e indiferencia, sino que paga muy caro su pasividad, pusilanimidad y cobardía, subsistiendo al son que le marcan otros, invadidos por elementos externos de aparentes poderes, con dirigentes políticos y económicos vacuos, vendidos a los usureros que trafican con los oportunismos, ignominias, impunidades, y las indecencias.
Y mientras permanezcamos cómodos e indiferentes con las desigualdades sociales, con las injusticias, corrupciones políticas, sin sangre en las venas y sin reacción, de poco servirán nuestras banalidades insustanciales, nuestro mejor folclorismos, rocíos, ferias, semana santas y otras costumbres y fiestas populares, porque indefectiblemente seguiremos siendo un pueblo sin decoro ni dignidad.
Anro Liberché