Preocupación por el bajo nivel político

Publicado el 03 diciembre 2019 por Carlosgu82

Independientemente de las ideas políticas de cada uno, creo que la mayoría de nosotros podemos coincidir en una obviedad: el nivel político que se ofrece al ciudadano, tanto en propuestas como en personalidades, no está a la altura de lo que merece la sociedad, que cada vez se percata más de ciertas tomaduras de pelo. Hoy el artículo va a tratar del siguiente tema: la falta de aptitudes en la clase política.

Es un hecho que en España nunca hemos tenido una gran camada de políticos de los que sentirse orgulloso. De hecho siempre ha sido un blanco fácil a la hora de exponer nuestras críticas.  No dudamos de los excelsos currículums que presentan la gran mayoría de ellos. Expedientes impecables (aunque de dudoso origen en algunos casos) que sin embargo, tapan aquello de lo que todos nos damos cuenta: un nivel insuficiente e inferior al que esperamos. Y es que la dedicación a la política es mucho más que grados, másters y doctorados, las herramientas fundamentales  del político deben ser otras tales como la honestidad, la empatía, la asertividad, la credibilidad,etc. Es preciso recordar que vivimos en una democracia representativa, lo cuál quiere decir que los políticos (fundamentalmente el Gobierno) son los representantes de los intereses del ciudadano y han de velar por él. Por este motivo el representante político tiene no solo el poder sino el deber de ponerse en el lugar del ciudadano pues, de lo contrario, optaríamos por una democracia directa en la que el ciudadano toma las decisiones por sus propios medios sin confiar en portavoces, lo cual lógicamente sería un auténtico disparate.

Y sin embargo, nada más lejos de la realidad. A día de hoy nos encontramos ante un panorama sin precedentes. Tras unas nuevas elecciones convocadas por capricho del señor Sánchez, cuyo presumible objetivo era gobernar sin necesidad de apoyo de otras fuerzas parlamentarias, podemos ver como le ha salido el tiro por la culata. Dado a su nulo crecimiento en cuanto a escaños y la subida de la derecha (próximamente trataremos la peligrosidad del auge de la extrema derecha, sin parangón en nuestra historia democrática, la cuál nos quieren disfrazar de «extrema necesidad»),  se ve en la necesidad de un gobierno de coalición con aquellos con los que según él mismo «no dormiría tranquilo si estuvieran en el gobierno». Parece ser que al líder del PSOE nadie le explico que un buen político es aquel que transmite coherencia y credibilidad, algo de lo que sin duda carece. La política es una cuestión de cooperación, negociación, acuerdos, etc. y más en los tiempos en los que vivimos donde el bipartidismo murió. Este tan solo es un ejemplo que una vez más demuestra lo que hablábamos antes, el bochorno que vivimos en España a la hora de elegir a nuestros representantes.

Cada vez son más las muestras que reflejan que importan más las formas que el fondo. Cada uno utiliza sus mecanismos a su antojo y para su propio beneficio. Todos habremos escuchado el típico «hizo aquello porque vende» o  «es puro marketing». Mientras, los que nos damos cuenta de este tipo de cosas, nos avergonzamos. Esta es una de las diferencias más notables que percibo respecto a épocas anteriores. Hace años la clase política actuaba de manera fiel a su ideario político, se mostraba cierta pasión por la profesión, mientras que ahora abunda la incongruencia. No digo que fueran mejores ni peores, pues no podemos olvidar corruptelas de miles de millones de euros de dinero público, sino que al menos en líneas generales se notaba una atmósfera de querer cambiar las cosas a mejor. Salvo excepciones, el político mostraba dignidad en sus palabras. La figura del político se ha caricaturizado, y con razón. 

Por ende y para finalizar, animo desde aquí a que desconfiemos, a que no seamos fanáticos creyendo cada palabra que dice el político que nos agrada dándoles la razón como si fueramos las ovejas de un rebaño. Tengamos cuidado con el populismo, mostremos espíritu crítico, pongamos en duda conductas y no las pasemos por alto. Es la única manera que tenemos de que no se acomoden, dejen de reírse en nuestras narices y de una vez por todas eleven el nivel en su conjunto.