Sin ánimo de ser simplista, ya que me adentro en un tema de tremenda complejidad y dramatismo, me atrevería a decir que uno de los factores (más sutiles pero a la vez más trascendentales) por los que los países subsaharianos y de África Central llevan sumidos muchas muchas décadas en la más profunda de las miserias, es el éxodo masivo de sus jóvenes, especialmente de aquellos/as más preparados/as, en busca de un futuro prometedor en alguna parte del mal llamado "primer mundo". En estos países, no se si de forma premeditada por el concierto internacional, desde los años 60 del pasado siglo se han forzado a convivir bajo una misma identidad nacional a tribus que han sido (y son) enemigos seculares, dando como resultado pseudogobiernos corruptos y autárquicos, centrados en la guerra, e incapaces de aportar recursos e infraestructuras que creen oportunidades de empleo y prosperidad para sus conciudadanos. Como consecuencia, las poblaciones de estos países se empobrecen, no sólo en lo económico, sino sobre todo en lo poblacional, ya que se desangran de las nuevas generaciones capaces de renovar las instituciones y de aportar su fuerza y su valía a un país que progresivamente se hunde más y más en el inframundo.Salvando las distancias (unos cuantos kilómetros nos separan del norte de África) , mi ciudad, Cádiz, proclamada por el gobierno local como "La ciudad que funciona", está sumida paradójicamente en una situación con muchas similitudes. Si antes decía que no quería parecer simplista ahora tampoco me gustaría resultar catastrófico, pero es dramatico constatar que en los últimos 20 años han abandonado mi ciudad más de 30.000 jóvenes (5.000 de ellos en los últimos 5 años). En la actualidad, la población mayor de 65 años iguala a la menor de 25, lo que indica que en unos pocos lustros Cádiz será un inmenso geriátrico sostenido por pensiones y jubilaciones. Hemos llegado a esta situación por pseudogobiernos más centrados en la guerra política y de desprestigio del adversario que en tratar de generar políticas activas de vivienda, empleo y fomento de oportunidades para que las nuevas generaciones desarrollaran su proyecto de vida en la ciudad. Desde que tengo uso de razón Cádiz y sus jóvenes están en crisis, sumidos en esa espiral de hundimiento progresivo que comenzó con la reconversión del sector naval en 1984 y que ha proseguido ante la pasividad de la clase política con el desmantelamiento del tejido industrial de la Bahía y la consiguiente pérdida de industrias como General Motors-Delphi, Tabacalera-Altadis, Visteón, etc... A día de hoy, la tasa de paro en la ciudad supera el 42% y, desaparecido el tejido industrial, el sector servicios a duras penas puede crear puestos de trabajo para los/as jóvenes gaditanos/as (el desempleo juvenil es alarmante), muchos de ellos buscando una solución desesperada de autoempleo que ahora los pseudopolíticos llaman emprendimiento. Así, "la ciudad que funciona" tiene como principales "industrias" el Ayuntamiento, la Diputación, el Hospital Puerta del Mar y El Corte Inglés, a lo que se le une el turismo estacional de sol y playa y un goteo incesante de cruceristas que bajan del barco con sus latas de refrescos y sus bocatas y no están en la ciudad más que un par de horas (algo que se vende como un gran logro en los últimos tiempos). Mientras, y de una forma silente pero desgarradora, Cádiz se desangra de su savia nueva haciendo que la ciudad vaya poquito a poco dando pasos hacia ese inframundo, menos oscuro que en los países africanos, no sólo por el distinto color de la piel (que algunos descerebrados piensan que eso es un factor diferencial) sino sobre todo porque aún existen ciertos mecanismos de protección social que tarde o temprano me temo que sean también desmantelados. A todo esto, y quizás lo que más dolor me produce, se unen los escolares y los universitarios, que se cuentan por miles, que se esforzarán a diario en prepararse académicamente y que, desde el momento en el que ponen sus pies en las aulas con 3 añitos, tienen en el horizonte un panorama desalentador para poder trabajar y prosperar en su tierra. Es lo que yo llamo "la generación pre-parada", aquella que nace y crece con el estigma del desempleo encima de sus débiles espaldas por mucha formación académica que tengan. Por desgracia, son también muchos/a los/as que ante tanto desaliento y falta de políticas educativas eficaces, abandonan las aulas, lo que en Cádiz sopone más del 38% de la población escolar, conduciendo lo uno y lo otro a una situación de desventaja social discriminadora e injusta. El final de estos/as jóvenes es la exclusión social o el éxodo.Y ante todo esto ¿qué hacer?. Mi apuesta decidida es reunir el talento, que todavía queda mucho, en una plataforma ciudadana sustentada por gaditanos y gaditanas capaces de revertir esta situación desde la creatividad, el esfuerzo, la resiliencia (que mucha falta hará), el trabajo colaborativo y cooperativo, la solidaridad y la justicia social, en pro de la busqueda de inversiones justas, eticamente sostenibles y que permitan a la ciudad de Cádiz y localidades aledañas salir de esta maldita crisis. Nos merecemos empezar a considerarnos pre-ocupados para que nuestros hijos y nuestras hijas dejen de estar simplemente pre-parados. Estoy a disposición de los que quieran unirse a esta causa.