Y llegó la hora del vestido de novia…
Mentiría si dijese que nunca había imaginado como sería mi vestido de novia. Recuerdo conversaciones geniales entre mi hermana y yo, con mi madre atónita de espectadora, sobre vestidos de novia cuando solo teníamos 15 y 13 años. Siempre nos ha divertido leer revistas de moda y durante un tiempo tuvimos el recorte de un vestido de Jesús del Pozo en el corcho de nuestra mesa de estudio… Las dos queríamos que nuestro traje fuese así. También recuerdo que en esa época los vestidos con aires flamenco de Victorio y Lucchino (que hoy me recuerdan a los de Vicky Martín Berrocal) nos encantaban. Pero como todo, con la edad, los gustos evolucionan… y ahora, ya con 32 años, tenía muy claro lo que quería y no quería y la verdad es que no se parece en nada a lo de entonces.
Siempre que me visto para una boda me siento un poco disfrazada y pensaba que de novia iba a ser aun más exagerada esa sensación. Quería un vestido con el que me sintiese yo. Después de ver muchos post de bodas con novias ideales (y otras no tanto) me hice una composición de lugar clara y me puse manos a la obra. Dediqué el mes de enero a ver a cinco diseñadores. Sé que no son muchos porque hay novias que se recorren decenas de talleres y ateliers pero tenía el estilo tan claro que no quería volverme loca. Fui a ver a Nacho Aguayo, Helena Mareque, Jorge Acuña, Cordón y Beba’s Closet. Quería un vestido romántico, ligero, sencillo pero con algo especial, con un punto campestre y delicado. Todos dieron en el clavo y me hicieron propuestas increíbles, bocetos preciosos y mágicos. Me encanto comprobar una vez más la calidad y creatividad de la moda española. ¿Cómo tome la decisión? No es nada fácil, es un día único y especial en el que todas queremos estar espectaculares y guapísimas pero yo creo que en estos casos hay que dejarse llevar por la intuición… por las tripas… cuantas más vueltas le des peor… y en el mes de febrero me decidí. La verdad es que los pendientes vintage de oro blanco y brillantes que me regaló mi padrino me ayudaron a decidir, a verlo aun más claro. ¿Y quién me está haciendo el traje? Jejeje eso os lo contaré después de la boda, ¿habrá que guardar algún secreto para que tenga cierta emoción, no?
El proceso del vestido de novia es súper emocionante y un poco estresante al tiempo. Después de decidir qué es lo que quieres en base a un boceto basado en una muñeca de piernas infinitas, a la que le sentaría bien hasta un saco de patatas, hay que escoger las telas, los posibles adornos, el velo, etc. ¿Y si me equivoco? ¿qué hago si me queda mal? Son preguntas que te rondan constantemente porque al no verlo terminado en el fondo es un acto de fe y por eso hay que confiar plenamente en quien te lo haga porque si no te puedes volver majara. La primera prueba es la toile, un prototipo del vestido que en mi caso estaba hecho con un algodón grueso, sin teñir, que no es que me sentase mal… ¡lo siguiente! En la segunda prueba en ya te sueles ver algo más, el vestido ya tiene la tela definitiva y por lo menos a mi me dio un poco de impresión. ¡Me caso!, pensé al verme de blanco… Esto va en serio…
El lunes tuve la tercera prueba, que es casi la definitiva en mi caso. El vestido ya estaba terminado y sólo había que hacerle un par de pequeños cambios. Como este sábado tengo la prueba de peluquería y maquillaje aprovecharé para ir ya “maqueada” a probármelo y llevármelo a casa…
Los zapatos fueron otra larga historia. Aprovechando un viaje a Paris con mi novio en el mes de marzo, le volví medio loco (¡vaya paciencia tiene!) y nos pateamos todas las tiendazas de Rue Saint Honoré, Le Marais y la sección completa de zapatería en las Galerias Lafayette buscando unos zapatos especiales. Me negaba a ir con unos blancos, quería un zapato divertido. Me enamoré de unos de Sonia Rikiel y otros de Prada en tonos rosa maquillaje ideales pero le mandé las fotos a mi familia y al diseñador y ninguno se entusiasmo demasiado… si no más bien al contrario (aún sigo sin entender por qué..
En Madrid me recorrí todas las zapaterías buenas porque, aunque es verdad que cuestan un auténtico dineral, un día es un día. Me sentí como un poco Carry Bradshow probándome en Manolo Blahnik, me dio un subidón tremendo imaginarme con las suelas rojas de Louboutin, y dudé si atreverme con los brillantes falsos o la purpurina de unos Miu Miu pero al final me decidí por Jimmy Choo porque, aunque no son los más especiales del mundo, tienen taconazo y son comodísimos porque tienen una horma perfecta para mi pie; ¡y además son preciosos!
¡No queda nada! ¡Nos casamos el 12 de julio!
Rocío
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