Ya se están preparando los insecticidas de última generación para este año 2023. Las balsas abandonan el perezoso silencio del invierno. Las ranas comunes, son las primeras en montar los coros tanto de día como de noche. Arriba vemos una foto de una con los sacos fonadores hinchados. Aunque los ancestros de las ranas se conocen desde hace más de doscientos millones de años, yo me quedo con los diez millones de años ingeniería genética realizada por la selección natural que han tallado a nuestra rana común como el insecticida más perfecto. Una rana fósil es el logo de la sociedad de amigos del museo paleontológico de Zaragoza. Recientemente, en las minas de azufre de Libros, un pequeño pueblo del sur de Teruel, se ha vuelto a encontrar un fósil de rana que data de hace unos diez millones de años. La especie, Pelophylax pueyoi, es del mismo género que la de nuestra rana común actual Pelophylax perezi.
Hay que decir, que en aquellos entornos en los que no puede vivir nuestra rana común, aparecen otras especies de ranas pardas como la rana bermeja, (
Rana temporaria), la rana patilarga, (
Rana iberica), la rana pirenaica, (
Rana Pyrenaica) y otras especies que quiero destacar como las ranitas meridional (
Hyla meridionalis) y de san Antonio (
Hyla arborea) a la derecha, una foto. Antaño, poblaban las huertas que abastecían Zaragoza de hortalizas y frutas. Hoy, han sido sustituídas por venenos varios que emponzoñan la comida y realizan una selección muy perjudicial sobre las poblaciones de animales. Uno de los objetivos de las balsas y el entorno boscoso de mi casa-jardin es recuperar las poblaciones de la ranita de san Antón que un día perdimos.
Al anochecer y tras el último riego, los sapos corredores (
Epidalea calamita) como el de la foto de la derecha, han despertado también. Se oyen cantar entre las plantas del huerto. Las coles no han tenido orugas de la mariposa de la col, (
Pieris brassicae) y creo que algo han tenido que ver los sapos. Ya hicieron una limpieza brutal con las babosas, en una sola noche entre varios individuos. No obstante la falta de lluvias no termina de hacerlos salir de su letargo invernal que transcurre bajo el suelo, a salvo de las heladas. Espero con impaciencia oír tambien los pitidos de los sapos parteros (
Alytes cisternasii) que vivirán entre las grietas de las lajas y piedras cercanas a la balsa.
He visto también larvas muy grandes de tritón palmeado (Lissotriton helveticus) que presentan aún las branquias pero no he visto todavía adultos en las balsas. En unas semanas espero que comience un nuevo ciclo consolidando la balsa como un refugio para anfibios con la mayor variedad de especies posible en unos años.
Comienzo la entrada hablando de insecticidas de nueva generación. Y lo digo por un motivo. La evolución por medio de la selección natural de los mejor adaptados, es un proceso de día a día, lento e inexorable. Los animales, se ven sometidos a la tarea de comer y ser comidos. El juego de la vida y la muerte. Una “carrera armamentística sin fin. Tal y como sostiene la hipótesis de la reina roja, en evolución. Esta hipótesis toma el nombre de un episodio de la novela Alicia a través del espejo, de Lewis Carroll. En dicho episodio, el país de la reina Roja comienza a moverse y Alicia y la propia Reina han de correr para poder permanecer en el mismo sitio. Quizá el ejemplo más gráfico es el del guepardo y la gacela. Los guepardos han de ser rápidos y cautos antes de iniciar la carrera para poder capturar a la gacela. Los mejores en ello son quienes obtienen más éxito y se reproducen más, dejando más descendientes, pero a su vez, serán las gacelas más cautas y la más rápidas quienes dejarán mayor descendencia, lo que obliga a que el guepardo sea seleccionado igualmente.. Se trata de un delicado equilibrio entre velocidad, agilidad, camuflaje, atención ante los depredadores, resitencia a las enfermedades, capacidad reproductiva, habilidad en la caza y en la huída... pues eso es lo que se reproduce en cada temporada sobre cada brizna de hierba, sobre cada árbol, en la charca y en el cielo. Un laboratorio genético de perfección de los seres vivos que comienza cada año con la época reproductiva y que es un ciclo sin fin.
A nadie se le escapa, que los insecticidas artificiales no actúan del mismo modo, sino que seleccionan a “saltos”. Durante un tiempo actúan del mismo modo y efectuando una selección brutal en las poblaciones, eliminando todo tipo de ejemplares salvo quienes genéticamente son más resistentes o directamente inmunes al compuesto. No existe ese equilibrio en el que además de los más capaces sobreviven otros algo menos capaces, y donde también ejerce influencia el conjunto de la población de animales, permitiendo la huída a ejemplares menos capaces que prosperan a costa de los jóvenes más lentos, los enfermos o los viejos. No juega la baza del camuflaje, la defensa, ni niguna otra. Establecemos otras reglas del juego. Además eliminamos no sólo al insecto presuntamente dañino, sino a una variedad tan grande de seres vivos que somos incapaces de saber el roto que hemos producido, alterando el equilibrio de forma brutal. Como un meteorito. Las poblaciones de animales o plantas resultantes tras el desastre ha de alcanzar un nuevo equilibrio. Y eso es costoso, además de imprevisible.
Con respecto a lo imprevisible de introducir una nueva variable en un sistema complejo, existe un concepto conocido como “Teoría del caos”. Pequeñas variaciones en un sistema complejo pueden tener desenlaces imprevisibles a largo plazo. Es la famosa la frase del efecto mariposa: “
una mariposa bate las alas en Pekín y se desencadena un tormenta en Nueva York”. Nunca seremos conocedores del resultado de no haber introducido estas variables químicas en los sistemas naturales, y todavía somos incapaces de valorar el resultado final. Sabemos que muchas especies han bajado sus densidades poblacionales de forma alarmante, lo que genera nuevos escenarios. Más aún sabiendo que las especies “que queríamos eliminar” no han sido las únicas afectadas, y otras que eran claves para el funcionamiento de los cultivos desaparecen de forma alarmante. Sabemos que los productos son tóxicos y que tienen efectos indeseados en nuestros alimentos, que contienen compuestos ajenos a los mismos y que son perjudiciales. No sabemos como actúan los cócteles de varios de esos productos en los seres vivos incluídos nosotros. Con estas prácticas iniciadas hace tan sólo unas décadas podríamos haber comprometido 5000 años de agricultura y ganadería, pues el futuro, como la teoría del caos dice, es imprevisible. La agricultura, ha sido hasta hace unas décadas el fruto no sólo de las personas sino principalmente de los insectos, y en mayor medida, de aquellos que considerábamos perjudiciales. Nunca fueron perjudiciales, sino beneficiosos. Todos. Pero eso será contenido para otra entrada del blog.