El Catedrático llegó a Madrid el 12 de diciembre, el 16 tenía que encargarse de presentar el libro de María Pasquín, "33 desnudos en bata". La autora, para relajarse en los días previos, había huido a Cuba y desde allí le había mandado el libro a su presentador. Por desgracia el archivo se quedó enganchado en algún punto de la red cubana, solo hay que leer a Padura para comprender que esa estrategia tenía muchas posibilidades de fallar, y no alcanzó su destino. El catedrático, que desconocía el envío, permaneció a la espera, sin decir nada.
El 15 de diciembre, por la tarde, recibo una llamada desesperada de mi amiga. Toda la relajación cubana se había ido al garete en unos segundos.
-¡Tu padre no ha recibido el libro! Sin leerlo no puede presentarlo. ¿Qué hacemos?
-Mándamelo a mí y yo se lo hago llegar y le digo que al menos se lea los capítulos más representativos.
Hasta ahí suena fácil, pero era demasiado pronto para echar las campanas al vuelo. Me encontré con el contratiempo de que, como es habitual, ninguno de mis progenitores estaba en casa. Tampoco llevaban el móvil, el del catedrático no daba señal y la Señora no cogía el suyo, perdido en las inmensidades insonorizadas de su bolso. Me puse a leer como una desesperada. En caso de necesidad, le daría pistas a mi padre.
Finalmente localicé a la Señora y le expuse el problema.
-No te preocupes que yo me encargo.
¡Uff! ¡Qué alivio! Podíamos estar tranquilas, si ella se encargaba, la presentación sería un éxito. Llamé a María.
-Todo está arreglado.
A las 20:30 todos le esperábamos en el café, sin saber qué había ocurrido. Era la hora de la presentación y no llegaba. Encendí el móvil (¡menos mal que lo había cogido!).
-¿Dónde estás?
-Cerca, en la plaza. Acabo de preguntar, no encontraba el sitio.
Después de la proeza, no me extrañaba, seguro que tenía la cabeza saturada.
-Está al fondo, con un neón rosa. Salgo a buscarte.
Casi puntualmente, la presentación dio comienzo. El local estaba abarrotado. María siempre ha tenido un gran tirón, todas sus celebraciones son un éxito, además de multitudinarias. Esta no era una excepción.
El catedrático comenzó. No solo había leído la novela completa sino que la había analizado en condiciones (de un modo profesional en el que mis pistas no le habrían servido de mucho). Cuando le dije que escribiría una reseña, me dejó sus notas para transcribirlas (van en cursiva). La cita que abre esta entrada la escogió él para su disertación.
La primera pregunta es, como es lógico, la más básica:
¿Qué es este libro? ¿Novela o serie de cuentos?
Estructuralmente, que no en el contenido, se asemeja a la novela picaresca, capítulos independientes entre sí pero con un nexo común, en este caso el Centro de Salud. Aquí más vale recalcar que el contenido no tiene nada en común con las novelas picarescas.
Con respecto al tema:
¿Es un libro de sociología? ¿de viajes? ¿de costumbres?
Hay algo de todo.
Así es. Cada relato es distinto, al igual que cada vida es diferente. Cambian los médicos, los pacientes, las enfermedades y el ambiente. En el libro cambian las voces que narran las historias, hay referencias a épocas pasadas y observaciones basadas en la experiencia.
En realidad este libro es una "confesión general"... y cuando uno se confiesa, desnuda su alma, deja entrever más allá de lo que cuentan las palabras.
Una confesión general incluye:
-Hª familiar y biografía (el primer capítulo es autobiográfico).
-Hª social y del entorno.
-Retrato de la sociedad (hecho a base de historias de pacientes).
-Queja por las cosas que los demás hacemos mal (aunque también reconoce puntos propios a mejorar)
-Revisión de vida (de la experiencia y de lo que uno aprende cada día)
-Buenos propósitos (algo fundamental en la Medicina, donde la primera premisa del juramento hipocrático es Primun non nocere).
En el hilo de la vida de esta confesión hay luz al final, la luz de la capacidad humana en la verdad y la justicia. Cuando la literatura se suma a ellas, al final se gana, como en una película de Frank Capra.