El viernes 24 de octubre asistimos a la presentación de la novela de Virginia Yagüe, La última princesa del Pacífico a la que habíamos sido invitadas por Editorial Planeta, en la Librería Lé.
Aunque llegamos con suficiente anticipación, ya se había congregado mucho público para asistir a la presentación, quedándose pequeño el espacio dedicado a la misma.
Fátima Santana, de Editorial Planeta, tomó la palabra para presentar a Virginia Yagüe, a la que acompañaban los escritores y guionistas Alicia Luna y Nacho Faerna.
El primero en intervenir fue Nacho Faerna que dijo que si él hubiese llegado a la novela sin saber que Virginia es guionista nunca lo hubiese sospechado. Es una novela que rezuma confianza en si misma a la hora de escribir, seguridad a la hora de manejar las herramientas de la novela, sin recurrir a las que son propias de los guionistas.
También hizo hincapié en que la novela está muy bien dialogada, lo que no es extraño en un guionista, pero que lo más importante no está en las secuencias de los diálogos sino en la narrativa y eso se nota en que no tiene miedo a los párrafos largos.
Para cerrar su intervención, Nacho Faerna comentó que se puede afirmar que Virginia Yagüe es una novelista consumada.
A continuación tomó la palabra Alicia Luna para comentar que si hubiera sido por la portada y por el título nunca se hubiese acercado a esta novela, ya que no entraría dentro del perfil de lector/a al que, "supuestamente", va dirigida, pero que en realidad todo se queda en la apariencia que estos dos extremos le imprimen.
Alicia Luna señaló que hay muchos puntos en esta novela, como la sintaxis utilizada, la gramática, el estilo, etc. que demuestran la gran escritora que Virginia lleva dentro, y hay que agradecer a las grandes editoriales que se lancen a publicar novelas de guionistas.
Virginia tiene el don y el talento de llevarnos por lugares sórdidos, frenéticos, incómodos, de revoluciones y situaciones violentas con unas palabras y un estilo tan sutil que hacen que leas la novela no como lugares por los que no quieres transitar, sino convirtiéndolos en espacios por los que fueras de paseo pero por los que nunca quisieras ir sola, transformando lo sórdido en algo suave.
También comentó que inevitablemente al leer la novela te haces preguntas ya que es una novela de grandes traiciones, traición social, política, histórica, traiciones que no nos son ajenas.
Alicia no quiso acabar sin señalar la profunda labor de documentación que Virginia ha llevado a cabo, y así lo demuestra los libros utilizados para ella y que aparecen en la nota de la autora que figura al final de la novela.
Alicia pasó la palabra a Virginia que lo primero que nos refirió es que este libro nace fruto de un encargo.
Hacía tiempo había trabajado con Raquel Gisbert, editora de El tiempo entre costuras y Palmeras en la nieve, en un proyecto que no llegó a fructificar. Después de bastante tiempo le propuso escribir una novela en la que el único punto que le puso sobre la mesa fue que tratara sobre Filipinas, una colonia española poco conocida y un tema que prácticamente no se había abordado.
A Virginia de Filipinas le sonaba el desastre del 98, los mantones de Manila, ... pero no muchísimo más, pero a partir de ahí se aproximó a su historia, se apasionó y se sumergió en la documentación que después de una semana hizo que viese la luz una historia muy concreta que tenía mucho que ver con la evolución, el recorrido y la independencia de la protagonista que facilitaba el encargo, pero con una libertad y autonomía total para escribir la novela que quería.
Nacho Faerna volvió a tomar la palabra para poner de manifiesto la familiaridad con la que Virginia se mueve con el entorno y refleja el cambio de siglo, de algo que se acaba y algo que comienza, la falta de pertenencia a una cosa y a otra, lo nuevo y lo viejo.
Virginia señaló que limitar los tiempos con la emoción de los personajes es difícil pero cuando eso se consigue resolver lo demás resulta fácil. Por eso llegó un momento en el proceso de creación de la novela en que le planteó a la editora, que le iba pasando lo que escribía, que si lo que había creado hasta ese momento no servía, sería imposible que hubiera novela.
Virginia Yagüe también quiso dejar claro, antes de que nadie le preguntase, que le gustan las historias de mujeres, que no tiene problema en reconocerlo, que encuentra en ellas un territorio estupendo para crear historias ya que suelen ser fuertes o descubren su fortaleza en el camino a recorrer y siempre garantizan el conflicto. Nacho Faerna aprovechó para señalar que si en esta historia el protagonista fuera un hombre no tendría la misma potencia.
Alicia tomó nuevamente la palabra para señalar, volviendo a referirse a la portada y el título de la novela, que no hay que quedarse en eso ya que es mucho más lo que encontraremos dentro, puesto que ocurren cosas: desastre del 98, habla de un camino de madurez a través de la traición, de pequeñas y grandes traiciones, de traición del que está al lado, de los gobernantes.
Y todo ello implica un proceso de madurez, una novela en que su autora hace fácil lo mordaz, lo sórdido, consiguiendo que no quieras dejar de leer, lo que quieres es terminar de leer la novela. Por duro que sea lo que lees, Virginia consigue convertir de lo que habla la novela y como lo hace en un regalo.
Antes de pasar a las preguntas Virginia no quiso dejar pasar un minuto más sin dar las gracias a todos los que allí estaban y mostrar la satisfacción que le producía ver que el espacio de la librería donde se estaba celebrando la presentación estaba hasta los topes.
De las respuestas a las preguntas pudimos saber que escribiendo esta novela se sintió completamente libre pero no liberada, que ha sufrido mucho, se ha enfrentado a muchas inseguridades, a técnicas distintas a las que está acostumbrada, pero a su vez ha encontrado un placer oscuro en seguir enganchada y libre al enfrentarse a este trabajo sin estar sujeta los parámetros televisivos.
Cuando se habló de la posibilidad de una adaptación a la pantalla reconoció verla difícil pero no imposible, que siempre se puede enfrentar ese reto. Que habría que valorar el relato de la historia, hacer una lectura real y práctica de lo que se puede hacer o no a la hora de abordar la adaptación.
Virginia volvió a darnos las gracias por la asistencia antes de despedirse y firmó ejemplares a todo aquel que quiso acercarse.
Desde aquí agradecer a la autora por este acercamiento a sus lectores y a Planeta por habernos invitado, una vez más, a actos como este.
FICHA DEL LIBRO