Presidencialismo marginal
11 de julio de 2013Durante los años ochenteros, por las noches, en esta antigua máquina de escribir, muchos tipearon los textos de los panfletos que luego lanzaban a las calles durante los días de protestas contra la dictadura militar.
Poco antes del Plebiscito del 5 de octubre de 1988, en plena campaña por el NO, alguien que no recuerdo quien podría ser, la trajo a la Oficina de Prensa de una de las sedes de los equipos de trabajo que se constituían para impulsar la campaña y encauzar las movilizaciones sociales hacia el objetivo de derrotar a la dictadura militar, venciendo miedos, y dentro de la propia la cancha constitucional rayada por el general Pinochet. Era una donación anónima destinada a fortalecer el quehacer comunicacional del equipo de prensa y difusión del Comando Socialista por el No y la Izquierda Unida. Ambas organizaciones por entonces se articulaban, funcionando en una antigua casona de la calle Agustinas, vecina al barrio del Vaticano Chico y al barrio Brasil.
En esta vieja máquina de escribir, se escribieron cartas dirigidas a los dirigentes o a los integrantes de las mesa directivas y o Comisión Política de uno de los principales partidos políticos al interior de la naciente Concertación de Partidos por la Democracia. Era un período en que los partidos políticos estaban proscritos, y por ello todos habíamos entrado a las filas del Partido por la Democracia, PPD, que surgía como una organización instrumental.
A la sede del comando por el NO, poco antes del Plebiscito, cada día llegaban más y más personas, en su mayoría dirigentes que salían de la clandestinidad, algunos que venían directo desde el aeropuerto con la familia y las maletas en mano, y los del movimiento social, quienes encontraban aquí un espacio de encuentro y reencuentro, un camino a las esperanzas e ilusiones para botar al dictador con un voto de papel.
Era un periodo que se cerraba, o quizás se abría; la marginalidad, al otro lado del río, entrando al palacio presidencial y parlamentario, el revés de la máquina de escribir y su sello presidencial que descubro precisamente en el día del Periodista, en que tengo el honor de presentarla en sociedad. Debo reconocer, ahora que lo pienso y la registro públicamente, recién acabo de darme cuenta que tiene puesto un escudo nacional dorado, un sello según dice un colega, tal vez habría pertenecido al Senado… o a la Presidencia porque dichas instituciones de la República usan el escudo nacional en dorado.
Tras el triunfo del No, en la recta final del régimen de Pinochet, el comando cerró sus puertas. Cada cual partió a sus aguas organizacionales políticas y ciudadanas.
No mucho después de aquel histórico 5 de octubre, regresé a las oficinas del comando. Iba en búsqueda de unos libros que no quería perder. Gran sorpresa fue encontrar en la que era la oficina de Prensa, a la vieja máquina de escribir que un día alguien trajó y nunca supimos quién. Estaba tirada en un rincón, sucia y abandonada.
Entonces, mirándola, recordaba aquellos intensos días de reuniones, una tras otra, casi interminables, algunas incluso clandestinas. Mayoritariamente abordaban las estrategias de movilización, los planes de triunfo y también de contingencia.
La oficina estaba vacía. Quedaban los muebles de mimbre, el living de la Prensa, donde muchos periodistas llegaban en búsquedas de opiniones políticas frente a la disyuntiva de aquella fecha que definía los destnos de Chile. La máquina de escribir estaba tirada en el suelo, abandonada a su suerte, dejando sus horas combativas, sus largas noches, junto a quienes, trazaban la recuperación de la ansiada democracia. Al parecer ya no servía. nadie fue por ella, y claro, la lucha ya no estaba en las calles sino que pasaba a los escritorios y torres de cristal.
La tome en mis brazos, y como si fuese una bebe la lleve conmigo, supongo, subiéndola a la micro que me llevaba camino a la comuna de Maipú, en donde residía por esos años. Tal vez, algún compañero nos llevo en su auto, pero en honor a la misma verdad, no lo recuerdo.
Desde aquel momento, esta Underwod me ha acompañado. No sé quién fue su dueño, pero si sé que estuvo en manos del movimiento social y ahora que descubro su escudo dorado, ella misma se releva a tiempos presidenciales; una parte de su historia y mi historia. ¿Quién habrá escrito en ella?. Quizás debería donarla para la memoria contra el olvido. Por cierto, lo pensaré.
- Luis Enrique Arnez Montiel Querida Myriam, Es la misma, o, es gemela de la otra, ( Eran dos ” Underwood”) que habían en el tercer piso de ese viejo edificio de agustinas. Recuerdo bien esto, porque en la Campaña del Compañero Allende del 63, el chico Lagos, fotógrafo oficial del Chicho, me llevo a la oficina del Comando de la ” Casa del Pueblo” y allí me presenta a Elmo Catalán jefe de prensa de la Campaña de Allende y me dice: mire compañero mañana tenemos que ir con una buena portada para el cierre de campaña y esa foto sería en el parque Cousiño. Me fui a la publicidad donde trabajaba y retire la Rolley tamaño 6 x 6 y tome la gran panorámica de la multitud con un título en dos lineas ” SE ACABÓ LA PELEA, ALLENDE PRESIDENTE” .Llevamos la muestra de la foto tamaño Mercurio, con Gustavo Gana y Goyo Yuz a la oficina de Prensa.Elmo ve la ampliación y dice: Puta la foto buena y también de ponerle ese título, se las muestra a los otros colegas Pategua Suarez y Puccio (padre). Que se hagan 6 fotos “El Mercurio”, “Las Últimas Noticias” “La Tercera” “Ultma Hora”, “Clarín” y “El Siglo” una foto de portada para cada diario. Se despacharon las fotos para su publicación. El candidato no salio, cerraron la casa y no se cancelaron los avisos de las fotos de portada de los diarios capitalinos. Esas máquinas, son las que manejaban los viejos periodistas, por lo dura que son. Tito Mund , era tan rápido para escribir que la teclas se enredaban una con otra. Esto es sacado de mi libro,( pronto ha salir) …