Por de pronto, el Gobierno ha adelantado la elaboración y aprobación de las cuentas del Estado para poder utilizarlas como reclamo electoral y ocultar lo evidente: que el Gobierno se ha pasado la legislatura empobreciendo a los ciudadanos y recortando, cuando no eliminando, todo gasto social. No es la primera vez que este Gobierno del Partido Popular utiliza los Presupuestos como arma electoral. En 2012, en vez de adelantar su aprobación como acaba de hacer este año, la retrasó tres meses para que no perjudicar a su partido, en las elecciones andaluzas, con las fuertes medidas de “austeridad” que figuraban en aquel Presupuesto. La primera medida económica de este Gobierno consistió en ocultar sus intenciones de liquidación del Estado de Bienestar, y la última ha sido la de hipotecar el margen de maniobra del nuevo Gobierno que surja de las urnas en diciembre con un Presupuesto ya aprobado que no se lo cree ni Bruselas.
Queda por ver si, tras esta burda utilización propagandística de las cuentas públicas, el resultado satisface a los intereses del Partido Popular como ellos confían. Los precedentes son inquietantes. Si retrasar los Presupuestos no sirvió para ganar en Andalucía, adelantarlos ahora puede que no consiga que los conservadores se mantengan en el Poder. Y ello desata los nervios y las ocurrencias a la desesperada.
Bruselas arremete contra unos Presupuestos inviables mientras la descomposición del Partido Popular, aquejado del mal de la corrupción en las propias entrañas de Génova (sede nacional del partido, donde tenía despacho, secretaria y chóferLuis Bárcenas como gerente y tesorero), provoca el “fuego amigo” de los que dejan de ser “una piña” para empezar a distanciarse y “quejarse” de la falta de liderazgo e ideas. El primero de ellos José María Aznar, expresidente del Gobierno y presidente de honor del partido, que no hace más que cuestionar la labor de su designado a dedo, Martiano Rajoy. Y detrás de él, todos los que se huelen la hecatombe y temen perder sus poltronas, como Esperanza Aguirre y los que el ministro Cristóbal Montoro señala al afirmar que “hay compañeros míos que se avergüenzan de ser del PP”.
Si con estas torpes y burdas iniciativas piensa el Gobierno que va a convencer a los parados, a los trabajadores en precario, a los pensionistas, a los sanitarios, a los maestros, a los del mundo de la cultura, a los estudiantes, a las mujeres que a punto estuvieron de ser condenadas por abortar, a los empleados públicos y, en general, a toda la población que ni es empresaria ni banquera, está aviado. A ninguno de ellos ha llegado la voceada recuperación de la que se vanaglorian estos gobernantes y siguen sufriendo las carencias de una política de austeridad que los ha empobrecido innecesariamente. Hacen falta algo más que bailecitos y promesas de holguras con cuentagotas para demostrar que se va a aplicar otra política más social y justa. Eso no se lo cree ya nadie. Ni Bruselas.