La primavera nos alegra cada año con su entrada, nos despierta del letargo invernal, nos inyecta las ganas de vida, de aire libre y sol cálido sobre nuestros cuerpos. La luz es cada día más extensa y el imperio de la sombra queda relegado a otras estaciones más recogidas. Aunque hayamos asistido a su milagro durante numerosos años, siempre nos sorprende su explosión de color, su promesa de dicha durante unos meses benévolos que despliegan ante nuestros ojos la generosidad de la naturaleza.
Como indicaba Emily Dickinson de forma exquisita, sin olvido de la materia mortal de la que estamos hechos:
A fin de venerar los simples días que se llevan y traen las estaciones, hace falta tan solo recordar que de mi o de ti ¡se llevarán también la baratija que aquí llamamos muerte!
Porque Emily, en su encierro blanco lleno de versos, nunca se engañó y dio fe del paso de los días y de la irrupción de la primavera al margen de tópicos manidos:
Y aún así, pensativa, vuelve la Primavera -
Supo que las estaciones influyen en el estado de ánimo de los seres humanos, en su percepción del mundo y de las cosas:
Y más tarde, en Agosto ya, tal vez - cuando yacen sedientas las praderas, ¡oh, ten cuidado entonces, no sea que tu arroyo se seque en el ardiente mediodía!
Y rogó porque en ella la benevolencia del carácter se instalara como el buen tiempo sobre los días más benignos:
Concédeme, Señor, una mente de verano - ¡para sobrellevar tu voluntad borrascosa!
A mí, la entrada de la primavera me ha llegado repleta de satisfacciones. Linaje oscuro sigue conquistando lectores y comentarios elogiosos, ayer publicaron una entrevista en la muy completa y cuidada página Letras Inquietas y hoy Francisco Jesús Portela León saca una reseña de Aroma de vainilla en su blog Un lector indiscreto. Os he dejado los enlaces de ambas páginas por si os apetece leer la entrevista y la reseña.
En definitiva: os deseo a todos una feliz primavera, sin alergias ni otras molestias propias de este tiempo. Hemos inaugurado la estación de la luz.