Hoy estamos teniendo un tiempo realmente primaveral donde vivo: temperaturas agradables (22 grados Celsius a las 2pm), un cielo azul precioso y, además, estamos de vacaciones, así que todo lo que había programado para hoy fuera de casa se convirtió en paseos para redescubrir nuestras calles bajo una luz que ya echábamos de menos.
La Plaza.
La verdad es que La Laguna sigue superándose. Continúa creciendo en todos los sentidos pero, sobre todo, en encanto. Incluso los rincones más asilvestrados tienen ese puntito de misterio y de historia que los hace atractivos…
El Barranco
…o nos regalan la promesa de una nueva vida que, casi con total seguridad, sobervivirá a varias generaciones de descendientes nuestros/as.
El pequeño drago
Si hay un lugar en el mundo con tradición de tertulias y diálogos de todo tipo, estoy segura de que es este, el sitio en el que vivo.
Aquí tenemos tertulias, ateneos, infinidad de tascas, cafeterías y otros espacios semejantes en los que los laguneros y las laguneras se reúnen alrededor de un vaso de barraquito, un leche y leche, una cerveza o un buen vino de la tierra solo para hablar.
Conversar es el deporte por antonomasia, ya sea para dar el parte de defunciones de conocidos lejanos, para arreglar los problemas del mundo o para poner de vuelta y media a quien no esté presente. Tan necesaria es esa actividad que en algunos sitios, a falta de bares y plazas, o además de ellos, podemos encontrar un pequeño saloncito en plena acera bajo las copas de los árboles que sobresalen de la finca vecina.
Y, además, para asegurarse el uso tranquilo y despreocupado del rincón, se adoquina el tramo adyacente. El resultado debe ser espectacular cuando lleguen las calurosas noches de agosto.
Mientras los bancos, la mesa y las butacas esperan ser ocupadas, la voz de los y las laguneros/as se escucha incluso cuando callan, porque aquí, si no podemos hablar, escribimos; unas en blogs… y otros, si hace falta, hasta en las paredes.
La Laguna, como sus hijos/as, siempre tendrá algo que decir.
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