Guillem es una muestra de que algo comienza a funcionar. No tendría que ser noticia, pero que lo sea es una alegría para los que siempre creyeron en los postulados de la Carta Universal de los Derechos Humanos. Hasta este sábado, las personas negras se asociaban a inmigrantes subsaharianos llegados en pateras, a las prostitutas nigerianas de S’Arenal o a los vendedores ambulantes ilegales. Por eso la alcaldía de Guillem Balboa Buika es tan importante como simbólica Fundador de SOS Racismo en esta localidad mallorquina, Buika considera su elección “un mensaje de integración desde el soberanismo” y sonríe cuando le llaman “el Obama de Mallorca”. Una sonrisa que mantiene en sus labios cuando descubre que el único alcalde negro de todo el Estado se encuentra en Villamantilla (Madrid). Se trata de Juan Antonio de la Morena Doca, hijo de padre español y madre ecuatoguineana, quien encadena tres mandatos con el PP. No esconde que se siente “más independista que nacionalista”. Y está convencido de que el proceso soberanista tendrá consecuencias en las Baleares.
El alcalde Balboa es la metáfora de una isla y una Europa que asume y valoriza a contracorriente su diversidad frente al fantasma del fascismo social. Si Cabrit i Bassa, los últimos resistentes del Castillo de Alaró fueron durante siglos un símbolo de la defensa, Guillem Balboa representa a la mallorquinidad transgresora y resistente del siglo XXI hecha desde el pueblo.