1º Concurso RetroRelatos de RetroManiac
En el bosque, por Enrique García Gálvez
Llevaban poco de viaje, pero Ax ya estaba empezando a sentirse inquieto. El bosque nunca había sido un lugar recomendable, pero en esta ocasión tenía la certeza de que lo era menos. Además, no cabía otra opción: era el camino más corto hacia VillaTortuga.
Su compañera de viaje iba a su lado, en silencio. No había dicho nada desde que salieran de aquella tarbena donde acordaron abordar esta búsqueda juntos. La venganza común los había unido, lo cual era un sello muy fuerte en el contrato verbal que habían pactado, pero no sabía si, tal como le había asegurado, ella lo sería tanto para afrontar esta búsqueda.
Ax tuvo que interrumpir sus pensamientos.
"¡Ahí! ¡Vienen tres!"
Casi no le dió tiempo a procesar el aviso de su compañera. Cuando quiso darse cuenta tenía a dos esbirros de Death-Adder encima, atacándole con mugrientas y oxidadas mazas de combate. Afortunadamente los reflejos y la experiencia en combate de Ax, volvieron, una vez más, a salvarle la vida. Con un automatismo casi inconsciente, Ax había abatido ya a uno de ellos y conseguido, al menos, derribar al otro.
Por los gritos desgarradores de dolor que le llegaban desde atrás, parecía que su compañera se estaba desenvolviendo bastante bien con el tercer guerrero anónimo que les había asaltado.
"¡Vienen más!" - gritó su extraña compañera.
Ax no tenía que mirar para saberlo, los soldados surgían de entre los árboles, uno detrás de otro, y seguirían haciéndolo bastante tiempo. Ya no había marcha atrás y tendrían que terminar lo empezado.
Cinco, seis... ya había perdido la cuenta de a cuántos había dado muerte. Pero seguían llegando. Ax comenzó a notar un regusto salado en la boca. Era sangre, y no podría asegurar si provenía de sus rivales o de él mismo. Pero eso no importaba, seguiría luchando y despedazando enemigos mientras tuviera fuerzas.
"¡Malditos perros bastardos!" - Un crujir de cráneo acompañó su exabrupto. -"No habrá piedad con ninguno, ¿me oís?" - jirones de carne, sangre, huesos... Ax seguía abriendose paso entre la jauría enemiga.
Con el rabillo del ojo pudo medio apreciar a su compañera... ¿cómo se llamaba? Tyris, dijo llamarse. Se encontraba en una situación similiar a la suya, rodeada de enemigos, aunque parecía llevarlo algo mejor que él, o al menos eso le pareció a Ax.
"¡¡¡Aaaaaaaargh!!!" - Ax no pudo reprimir el grito. El dolor fué tan grande, tan fulminante, tan inesperado, que le provocó náuseas y casi le hace perder la consciencia.
"¿Qué demonios?..¿fuego?" - efectivamente, una llamarada enorme le había alcanzado. No tardó en averiguar su origen. Por encima del hedor que desprendía él mismo, a sangre, sudor, carne y pelo quemado, le llegaba uno más intenso, más penetrante y mucho más insoportable. Sólo había unas criaturas en la tierra que desprendían ese olor inhumano, los dragones. Era escamado y azul, y una guerrera enemiga lo montaba. Se apoyaba en las patas traseras y lo manejaba con soltura. Y era de los que podían escupir fuego por sus fauces. Eso ya lo había sufrido Ax, pero no se volvería a repetir. Antes siquiera de que la atípica jinete se diera cuenta, una carga de Ax con el hombro la había derribado de su montura. Ax alzó su espada para cortar la cabeza del dragón de cuajo, pero un grito le paró la acción.
"¡No! Está dominado con mágia, es dócil... ¡lo usaré contra ellos!"
Antes de terminar la frase, Tyris ya estaba tirando de las riendas e intentado dirigir a la bestia contra sus enemigos, que ante el vuelco de la situación, habían permanecido, por unos instantes, paralizados, entre miedo y desconcierto.
El combate tomó otro cariz, y el apoyo de Tyris a lomos de la bestia hizo que cogieran ventaja. Pudieron avanzar un poco más...