1º Concurso RetroRelatos de RetroManiac
Los juegos de Paco, por Xisco Conde
Paco va a cumplir 40 años, está casado y es padre de un niño de 5. Trabaja en una oficina de seguros. Su jornada empieza a las 9 y acaba a las 6, aunque siempre se queda hasta más tarde, no le gusta ser el primero en irse, causa mala impresión, así que espera hasta que algún compañero salga el primero. Cuando llega a casa lo primero que hace es jugar un rato con su hijo mientras su mujer le cuenta cómo le ha ido en el trabajo. Después toca baño, cena, dormir al peque y ver un rato las noticias hasta caer dormido en el sofá. Así día tras día, de lunes a viernes. Los fines de semana son igual de entretenidos, cuando no hay un cumpleaños de un amiguito del cole hay alguna comida familiar, o limpieza general de la casa, o planchar la ropa para la semana que viene, o comida con amigos, o lo que sea... la cuestión es que no tiene tiempo para él, las horas se le van en obligaciones, compromisos y todo tipo de deberes.
Un día, limpiando un trastero encuentra una caja con juguetes y cosas de cuando era pequeño. Allí aparecen unos clicks de famobil, un vagón de tren, un juego de agua de Geyper, unas figuras de Star Wars y, dentro de una bolsa de Galerías Preciados, encuentra su viejo ordenador Spectrum de cinta, el de 128K. En otra caja aparte aparecen los cassettes de los juegos. La caja está llena, debe de haber alrededor de 50 juegos y parecen estar todos en buen estado. Paco sonríe, le vienen a la cabeza recuerdos de cuando con 8 años sus padres hicieron el enorme esfuerzo de comprar ese ordenador, recuerda la noche en vela esperando que se hiciese de día para ponerse a jugar, del ritual que había que practicar para poder jugar a esos juegos, introducir cinta, teclear una orden, darle al play y a esperar. Paco siente la necesidad de enchufar el ordenador y comprobar si los juegos funcionan y de volver a sentir aquellas sensaciones olvidadas, pero la voz de su mujer pidiéndole que le ayude a doblar unas sábanas y la de su hijo enfadado pidiendo caramelos le hacen dejarlo todo como estaba, pero sólo por el momento.
Durante la semana siguiente Paco no para de pensar en el viejo Spectrum. Una noche intenta sacarlo de la caja y ponerse a jugar, pero su mujer le dice que vaya a la cama a dormir así que desiste de ello. Otro día, con la excusa de ver a un cliente se pasa por casa antes de volver a la oficina con la misma intención, hasta que suena el móvil y su jefe le invita a volver cuanto antes ya que la supervivencia de la empresa depende de un archivo que sólo Paco puede imprimir.
Es jueves por la mañana, Paco no para de pensar en su viejo ordenador, cada vez que ve la puerta del trastero resuena en su cabeza el sonido que hacía cuando cargaba un juego. Así que urde un plan para poder quedarse a solas con él. Ese fin de semana tenían que pasarlo con sus suegros, en la casa que tienen en el pueblo, pero Paco le dice a su mujer que no puede ir, el cabrón de su jefe le ha encargado para el lunes a primera hora un informe supercomplicado y laborioso de muchas páginas. La mujer de Paco se enfada, claro está, pero Paco no es el culpable, es la víctima, y así se lo hace ver.
El viernes por la tarde, Paco se despide de los dos, escucha las típicas palabras de despedida; que si te echaré de menos, no trabajes mucho, no te vayas a dormir tarde, ¿por qué papi se queda en casa?, etc,etc,etc...a las que Paco responde de igual manera; yo también os echaré de menos, qué más quisiera yo que irme con vosotros, papi tiene que trabajar, da recuerdos a tus padres de mi parte... después vienen los besos, se cierra la puerta del conductor, arranca el motor y observa como el Citroen monovolumen negro se aleja calle abajo. A Paco le entra durante un instante un inquietante sentimiento de culpa, no le gusta mentir, y nunca lo ha hecho, pero lo necesita, necesita uno o dos días para él, no es pedir tanto, ¿no?. Entra en casa y atraviesa el pasillo principal hasta llegar al trastero. Abre la puerta, coge la caja y saca todos los juguetes hasta aparecer la bolsa roja y blanca. La abre y saca de manera lenta y parsimoniosa el Spectrum, coge el transformador, el joystick, la caja de los juegos y se va con todo al comedor donde empieza a enchufar y conectar cables y conectores.
Le cuesta decidirse por un juego, ¿cuál tendrá el honor de ser el primero?. Después de unos segundos de sopesar valoraciones y de recordar mecánicas, se decide por uno. Load “” y enter. A continuación, salen las famosas rallitas, aparece el nombre en la tele, vamos bien, más rallitas, el sonido, la pantalla de presentación y … a esperar. Se le hace largo, pero ya había contado con ello. Se dirige a la cocina, abre la nevera y saca un pack de seis cervezas, de un armario coge una bolsa de ganchitos, vuelve, ya debe de estar por terminar. Segundos después aparece el menú, se limpia las manos y después de redefinir las teclas experimenta la misma sensación que tuvo hace 32 años. La noche se alarga con más juegos de todo tipo de género, plataformas, habilidad, aventura, acción, mientras las cervezas, los ganchitos y después una pizza ayudan a soportar las largas esperas de las cargas.
Al día siguiente Paco se despierta tumbado en el sofá, le duele la cabeza, huele mal y el comedor parece un campo de batalla con restos de comida, bebida y cintas de cassette alrededor de él. El televisor retransmite ruido. Lo apaga, se despereza y piensa que no le vendría mal una buena ducha.
Abre el agua caliente, ésta cae sobre su cara y una sensación de bienestar recorre su cuerpo, se enjabona la cabeza y al abrir los ojos ve como caen por la pared de azulejos de gresite unas piezas de colores acompañadas de una rítmica melodía de origen ruso. Paco se queda estupefacto, se quita la espuma que le cae por los ojos y vuelve a mirar la pared. No hay nada, extrañado se encoge de hombros y no le da más importancia a lo ocurrido.
El sonido de la cafetera le avisa de que ya está listo el café. Se echa una buena cantidad en una taza, se sienta y al acercarse la taza a la boca ve como sobre el líquido oscuro una pequeña navecita rota sobre sí misma y dispara sobre unos cuadrados irregulares, parecen meteoritos o asteroides. Paco extrañado baja la taza y en ese milisegundo que tarda en pestañear la escena desaparece. Mueve el café con la cucharilla esperando encontrar algún resto de algo, pero no aparece nada. Desconfiado toma un sorbo y sonríe complacido por el sabor.
Vuelve al comedor con la taza de café aún humeante, intenta encender el televisor pero éste no responde. Desiste. Enciende el portátil y entra en un periódico digital, en cuya portada destaca un gran titular “Comienza la Operación Lobo”, y debajo una fotografía muestra una escena bélica. Paco empieza a leer la noticia cuando unos sonidos de tiroteos y bombas le llaman la atención. El ruido sale de la misma fotografía que ahora parece cobrar vida, soldados de distinto tamaño, tanques, helicópteros, palmeras, barracones y hasta algún civil aparecen ante sí tan reales como el humo que desprende la taza de café. Paco asustado cierra el portátil de forma brusca, su corazón se ha acelerado y una gota de sudor cae por su frente. Después de unos segundos y ya más calmado vuelve a abrirlo, todo parece normal, el mismo titular y la misma fotografía pero nada más, todo parece en orden. Observa el café y dice:
- Creo que necesito algo más fuerte.
Se dirige a la cocina, rebusca en el armario donde guardan los licores y escoge la botella de Martini. Coge un limón de la nevera, hielo y una copa. Acto seguido corta una rodaja de limón con algo de torpeza por los nervios. Se da cuenta de que le falta la aceituna. Abre un bote con tan mala fortuna que éstas se desperdigan por la encimera. Entonces, ante sus ojos, aparece la rodaja de limón recién cortada que, emitiendo un sonido parecido a un “waka, waka”, comienza a tragarse las aceitunas. Ante tal visión Paco cae de culo sobre el suelo, se coge la cabeza con las manos y comienza a hacerse preguntas tan inútiles como, ¿qué me está pasando?, ¿porqué está sucediendo esto?, o ¿serán los ganchitos de ayer que estaban en mal estado?. Una vez se ha percatado de que no obtiene respuestas se levanta lentamente, asoma la vista por encima de la encimera y ve que las aceitunas siguen desperdigadas y la rodaja de limón en el mismo sitio.
- Estoy teniendo alucinaciones, tiene que ser eso, necesito descansar, dormir. Sí, eso haré, me echaré un rato en el sofá.
Paco se tumba en el sofá y se queda dormido. Al cabo de unas horas un ruido le despierta, es como de rayos láser y proviene del exterior. Se incorpora del sofá y corre la cortina de la ventana. Sobre el cielo nocturno de la ciudad sobrevuelan unos bichos cuadriculados, todos en perfecta sincronía acompañados de un rítmico sonido, mientras más abajo, lo que parece una especie de extraño cañón, no para de moverse de un lado a otro intentando esquivar sus ataques a la vez que se defiende disparando y refugiándose tras unas fortificaciones. Paco cierra la cortina, perplejo mira a su alrededor, ve el joystick del Spectrum, lo coge, se sienta frente a la ventana y vuelve a correrla. Sonríe mientras mueve frenéticamente la palanca de plástico dirigiendo el extraño cañón.
A la mañana siguiente se abre la puerta de la entrada de su casa y aparece la mujer de Paco.
- ¿Paco?, soy yo.
- Hola cariño, estoy aquí.
La mujer deja las llaves sobre el mueble de la entrada sosteniendo el móvil con la otra mano y se dirige al comedor.
- Me tenías preocupada, ayer te estuve llamando todo el día y hoy lo mismo, ¿se puede saber por qué no me has contesta... - no termina la frase, se para bajo el quicio de la puerta, se le cae el móvil al suelo mientras ve un sprite blanco de metro ochenta en medio del comedor ofreciéndole el joystick.
- Qué, ¿echamos una a dobles?