1º Concurso RetroRelatos de RetroManiac
¿Te lo paso Tron?, por José Vicente Civera
Eran las 19:30 y en teoría los recres no cerraban hasta las 20:00. Sin embargo el encargado empezó a apagar máquinas. Yo estaba jugando al Street Fighter II con Ryu. A mi lado tenía al típico mirón pesado que te daba consejos y decía: “¿Te lo paso?” Claro muchacho, para eso he metido la moneda... aunque no le contesté mal, no fuera que se marchara cabreado y volviera con algún primo de Zumosol, o peor aún, con alguno de Albacete (por el tema de la navaja y tal).
El encargado salió a la calle y bajó las persianas de los escaparates laterales. Volvió a entrar, y nos dijo a los pocos que aún quedábamos dentro que fuéramos terminando.
“Venga chico, que hoy tengo que cerrar antes para ir a un recado”
Pero bueno, ¿dónde están las autoridades cuando se las necesita? Seguro que aquel atropello estaba tipificado en alguna ley como infracción grave contra la diversión pública, o algo así. Protesté sin mucha esperanza:
“Es que acabo de echar una moneda y estoy empezando la partida”
El hombre sacó una moneda de la riñonera del cambio:
“Toma, yo te la devuelvo”
¡Mierda! pensé, mientras le daba el golpe de gracia a Dhalsim, que caía a cámara lenta.
Me aparté de la máquina y cogí la moneda. Curiosamente, vi que el encargado no apagaba esa máquina como el resto. En lugar de eso se fue hacia el almacén trasero del local.
Vaya hombre ¿tanta prisa y ahora resulta que no la apaga?
Para más inri, mientras me marchaba y miraba de reojo la pantalla que dejaba atrás, vi algo muy raro que nunca había visto antes.
Extrañamente, el derrotado Dalshim alargaba el brazo desde el suelo hasta alcanzar una palanca oculta en la pared del escenario, la activaba y entonces aparecía una especie de portal luminoso. Dejé de andar hacia la puerta y me quedé parado. Por aquel entonces mis ojos todavía no acusaban la miopía que me provocarían los largos años de estudio, así que desde varios metros pude distinguir perfectamente como el personaje de Ryu empezaba a distorsionarse y difuminarse, y era absorbido por ese extraño portal, apareciendo en otra pantalla completamente distinta. Un templo donde le esperaba... ¡el mismísimo Mr Bison!
No podía creerlo, ¡el siguiente enemigo al que debía enfrentarse era el jefe final del juego! Nunca había podido verlo en acción, como mucho había visto a otros jugadores vencer a los luchadores seleccionables, a Balrog, a Vega, y llegar hasta Sagat, pero de ahí ya no habían pasado.
Era una oportunidad única y me la iba a perder porque el cebollo del encargado había decidido cerrar antes precisamente hoy...
El pasivo Ryu empezó a recibir un duro castigo por parte de Mr Bison. Esos segundos de indecisión se me hicieron eternos... pero decidí rebelarme y volver a la máquina para jugar hasta que el encargado saliera del almacén.
Lo que yo no sabía, es que no había dejado encendida esa máquina por casualidad. El interruptor de encendido fallaba y aunque había intentado arreglarlo haciendo una ñapa con el de otra máquina más antigua que ya habían retirado de los recres, una del videojuego Tron, seguía chisporroteando al tocarlo, así que prefería dejarla encendida todo el rato, hasta por la noche. El gasto de electricidad tampoco era muy grande y no lo pagaba él, y la pérdida de recaudación si la máquina quedaba fuera de juego sí que la notaría el dueño.
En esas que estaba yo jugando con Ryu ya muy tocado por los instantes en que la máquina había estado abandonada, cuando de repente se apagaron los tubos fluorescentes de los recres. “Buf, ahora las luces”. Menos mal que por esa época del año ya entraba una buena cantidad de luz por la puerta principal, y no te quedabas completamente a oscuras.
Perdí el primer combate y empezó el segundo. Cuando el encargado volviera y me pillara todavía jugando se iba a cabrear de verdad, pero era una oportunidad que no podía dejar escapar...
Sin embargo, el encargado de los recreativos nunca salió por la puerta del almacén. Después de apagar las luces, salió del local por una puerta metálica lateral pintada del mismo color que la fachada del local, de cuya existencia ni siquiera me había percatado antes, ya que siempre estaba cerrada. De repente empecé a escuchar el ruido de la persiana de la puerta principal de los recres bajando. Me quedé helado, sobrepasado por la situación. Atemorizado por la segura bronca que me esperaba, no hice lo más sensato... salir corriendo hacia la puerta para aporrearla por dentro y gritar que me había quedado encerrado... 5 segundos, 10 segundos, 15 segundos... allí seguía inmóvil, buscando en mi mente alguna manera de salir airoso de aquella situación, una buena excusa que minimizara la bronca, qué sé yo...
Bueno, no totalmente inmóvil. Sin soltar los mandos de la máquina, me concentré completamente en el juego, como un adicto que buscara desesperadamente evadirse de la realidad circundante. Y jugando así empecé a remontarle a Mr. Bison y pude ganarle el segundo combate.
En la pausa antes de empezar el tercero, volví a la realidad y pasaron por mi mente muchos pensamientos acerca de qué hacer después. ¿Quedarme allí a dormir? ¿Esconderme en algún rincón e intentar salir al día siguiente cuando abrieran, como si acabara de entrar? No colaría. ¿Y qué iban a pensar mis padres, que me había fugado o que me habían secuestrado? En aquella época aún no tenía teléfono móvil.
Podía empezar a aporrear la persiana por dentro hasta que me oyera algún viandante, que llamaría a la policía, que llamaría a mis padres, y al dueño del local después de preguntar a los vecinos... ¡Qué cagada, camarada! ¿Por qué no aporrearía la persiana justo después de que la bajara?, la bronca no hubiera tenido ni punto de comparación con lo me esperaba ahora.
Recordé que alguna vez había visto al encargado hablar por teléfono. ¿Y si llamaba a mis padres y les decía que había ido a jugar a casa de mi amigo Carlos, y que como se había hecho muy tarde me iba a quedar a dormir allí? Aunque así de repente, sin haber avisado antes, un lunes, sin que la madre de Carlos hablara con ellos... Ridículo. ¿Y qué haría en cualquier caso cuando me viera el encargado al abrir el día siguiente, y pensara que era un ladrón o algo así?
No quedaba más remedio que contarle la verdad mis padres, para que después de soltarme una buena bronca, llamaran a la policía, y al dueño. Maldita adición a los videojuegos, qué mierda, tenía ganas de machacar a alguien, por ejemplo a mí mismo.
Pero lo que me esperaba inmediatamente era el tercer combate contra Mr Bison, y ya puestos iba a disputarlo. Supongo que toda la rabia interior que sentía me ayudó a derrotarle de nuevo. “Métete el torbellino volador por el culo”. En fin, al menos vería la escena final del juego, una pequeña recompensa frente a todo el lío que se me vendría encima después.
Sin embargo en la pantalla sucedió algo raro. El personaje de Mr Bison se incorporó y empezó a hacer gestos con la mano, como para que me acercara. Y apareció este mensaje:
“Enhorabuena. Te has ganado participar en la edición especial del Street Fighter II, Virtual Champion Edition”
¡Qué raro era esto! Igual la máquina llevaba una placa “bootleg” y algún programador pirata había cambiado cosas del juego.
Decidí apagarla y volver a encenderla, para que así se reiniciara y cuando viniera el encargado de los recres no viera que había tenido los santos huevos de seguir jugando con ella mientras estaba allí encerrado, lo que no casaría muy bien con la excusa de que todo había sido un despiste involuntario.
Busqué el interruptor, ese que aunque yo no lo sabía, no iba del todo bien, y que provenía de una antigua máquina de Tron. Al estar las máquinas tan juntas, no podía meter el cuerpo entre ellas, y tuve que estirar el brazo para tratar de alcanzarlo. Por fin lo sentí entre la yema de los dedos. Era de los de palanquita metálica, en lugar de los de botón basculante de plástico. Durante un instante tuve un mal presentimiento, sobre si aquello podría dar la corriente. Pero vamos, menuda tontería, si la máquina estaba encendida y no daba la corriente al tocarlo, cómo iba a darla al apagarla. Así que moví la palanquita a la otra posición y... una brutal descarga recorrió mi cuerpo entrando por el pulgar e índice de mi mano derecha. La explosión eléctrica me hizo saltar despedido hacia atrás, cayendo de espaldas sobre el suelo, en estado de shock...
Lo más desconcertante fue cuando empecé a recobrar la consciencia, y vi que había un grupo de gente extraña gritando a mí alrededor en una jerga incomprensible. Mientras me ayudaban a incorporarme, miré hacia mis brazos, torso y piernas. Iba vestido con una especie de kimono blanco, y estaba la hostia de musculoso. Hubiera podido flipar durante horas mirando aquello, si no fuera porque alguien gritó ¡Fight! y la pierna de una tipa china vestida de azul se lanzó hacia mi cara a la velocidad del rayo, con un movimiento de vaivén tan rápido que su visión se difuminaba en el aire.
Al verla con ese traje y el pie tan levantado sentí la tentación de mirar a su entrepierna, pero una vez superada me centré en soltarle un tremendo hostión levantando el puño desde más abajo de mi cintura hacia el cielo, impactando de lleno sobre su barbilla mientras gritaba una especie de grito de guerra “Sho Ryu Ken”.
Sin darle tiempo a levantarse, junté toda la energía que sentía fluir hacia mis manos formando una especie de bola luminosa junto a mí, y la lancé con otro grito, “Ha Dou Ken”, logrando que impactara de pleno sobre ella justo al terminar de ponerse de pie.
Al fin lancé una tremenda patada voladora con tanta fuerza que parecía que fuera a mantenerme en el aire eternamente. Convertido en una peonza humana, encadené varios impactos seguidos en su cuerpo y cara, y la china quedó inconsciente en el suelo. Cerré los ojos y cruce los brazos, mientras el viento hacía ondear la cinta que rodeaba mi cabello. Cuando los abrí, estaba delante de la máquina del Steet Fighter II en los recres de siempre. Eran las 19:30h según mi reloj Casio y un chaval me decía:
¿Te lo paso, Tron, te lo paso?