1º Concurso RetroRelatos de RetroManiac
The early years: Sol Negro, exámenes y listados BASIC, por Frank Romero
Dejadme que me presente. Quiero contaros mis primeras experiencias con los ordenadores; experiencias reales, porque tengo ya unos cuantos años, y aunque a los de mi quinta algunos analistas nos llamen “pioneros de la Era Digital”, no recuerdo los 80-90 como esa fantasía retrofuturista de diseño de algunos anuncios.
El ocio de mi infancia, y la de los demás chavales de mi barrio se limitaba a los juegos de toda la vida: El escondite, las chapas, carreras con coches, batallas con soldaditos.
Poco a poco a algunos nos compraron ordenadores: Un vecino mío tenía un Amstrad CPC; otro, un ZX de 128k, y otro que vivía un poco más lejos, un MSX1 HX10 de Toshiba. La excusa que ponían en las tiendas para comprarlos era que valían para la Educación; en mi caso la excusa de una de mis hermanas era que “quería practicar mecanografía”. Eso, y mis notas altas en clase hicieron que en casa le diesen vueltas al asunto.
En fin, que mis padres por fin se dieron por convencidos, y la mañana de Reyes del 89 teníamos un MSX1 de Sony (HB20P).
Durante un tiempo, en verano alquilábamos cartuchos de Konami, yo me maravillaba con aquellas creaciones digitales que aparecían en nuestra TV (no, no había monitores).
Tuvieron que pasar 3 ó 4 años para disfrutar más conscientemente de él, haciendo pequeños trabajos para casa conseguía unos duros (no, tampoco había Euros) y compraba juegos en cassette (que ya escaseaban).
Enseguida me empecé a interesar por la programación BASIC. Eran otros tiempos, no había Internet ni tutoriales en los que inspirarse, pero algunos de aquellos listados (programados en solitario, a veces nos juntábamos hasta 3 chavales) fueron únicos.
Cuando casi nadie nos entendía, yo ya empezaba a familiarizarme con términos como Lógica Binaria, Sprites, Hexadecimal, Pokes…
Aunque me gustaban los juegos en general, recuerdo con mucho cariño los plataformas. Uno de los primeros que compré fue Sol Negro (cuando el MSX ya no se vendía en las tiendas).
Aquel juego para mí era impresionante, porque me encantaban los cómics americanos de Marvel y DC, y los personajes de aquel juego, aunque monocromos, parecían salidos de una página de viñetas (hasta tenían onomatopeyas).
La portada mostraba a la pareja de protas, Bully (un fortachón tipo Marine con un rifle futurista), y Mónica (una enigmática guerrera del futuro). Recuerdo haber recorrido minuciosamente cada centímetro de aquella portada, una gozada visual: la geometría de las letras del título, las texturas del arma hechas a pincel aguado, las botas deshilachadas de la chica ondeando al viento, el perfilado comiquero de toda la escena, la fuerza de sus miradas con el eclipse de sol de fondo... por aquella época hacía una especie de fanzine totalmente casero (MSX1 Revista), y en un número entinté y coloreé un A3 con la portada de Sol Negro (esto ayudó mucho al Sobresaliente en Clase de Dibujo, jejeje). Años más tarde, me enteré que el autor original era un ilustrador muy famoso en la Cimoc y en el cómic hispano, Juan Giménez (y que hizo muchas portadas para los juegos de Ópera Soft).
De hecho y sin saberlo, unos años antes había visto una portada de Microhobby en los Kioscos “Soviet”, también dibujada por Giménez, y también me impactó.
Pero aquel juego con portada especial era especial por más cosas: Las animaciones y onomatopeyas al recibir golpes, el carisma de los personajes, todo el ambiente de aventura de la 1ª carga, detalles que complementaban un mundo con muy poca resolución gráfica: setas gigantescas de fondo, un bicho elástico cuya boca abierta ocupaba casi media pantalla, unos marsupiales saltarines que te mandaban al otro barrio si te rozaban...y un montón de buitres volando en formación.
Unos detalles simpáticos: el Prota tenía una mochila voladora (Jetpac), y si volabas demasiado tiempo sin repostar, empezaba a echar nubecillas de humo y se caía. Si perdías la vida, Bully se convertía en piedra y se rompía en pedazos.
Yo era muy malo jugando, y el avanzar poco lo suplía con la imaginación de ver nuevas pantallas (en mi defensa he de decir –sobre todo a los más jóvenes lectores- que en aquellos juegos no podías grabar partidas ni existían complicados walkthroughs, si tu personaje moría, tenías que empezar desde el principio). Enseguida me consiguieron fotocopias de El Pequeño País con el comentario del juego, y la combinación de teclas para conseguir vidas infinitas (lo que me permitió ver todas las pantallas, y aprender más adelante a comprender el sistema de “tiles” usados en los plataformas).
En esas hojas también venía la clave de acceso a la 2ª fase, y ya con 15 años vi la 2ª carga, que fue como ver un juego nuevo, no tan ilusionante como el 1º, pero sí muy curioso (con la chica de protagonista, disparando a los peces en un fondo submarino).
Y además todo ocurría en un contexto postapocalíptico, tema que aún estaba de moda en muchos juegos de las consolas de 16 bits (y que lo hacía más atemporal).
La única pega era el formato: Sol Negro venía en un cassette (blanco con pegatinas rojas), e instrucciones impresas en papel, para la 1ª primera partida había que cargar el juego durante 15 minutos, después de escuchar un montón de ruídos “blip” infernales –tipo Fax). Mis amigos y yo suplíamos la espera flipando con la pantalla de carga -una pseudo digitalización con las caras de Bully y Mónica-.
En 1999 y con la ayuda de un colega, programamos un arcade para MSDOS con dibujos escaneados; Sol Negro y la peli de Terminator fueron mis principales inspiraciones a la hora de crear los gráficos.
Después conseguí el Emulador FMSX y pude volver a ver Sol Negro moviéndose y sonando en una pantalla digital. Se cerraba el círculo.
Por eso, cuando al leer revistas (o al hablar con algún chaval que no llega a los 20 años) me hablan de leyendas de los videojuegos, y me enseñan pantallas de Mario o Zelda (esos juegos tan herederos del cartoon Disney, tan “redondos” e impecables), yo también quiero decir que hubo un tiempo en que unos adolescentes en Madrid, Barcelona o Valencia (y aunque fuese a un nivel más bajo) contribuyeron a sentar las bases del videojuego. Otros más jóvenes como yo, esperábamos el relevo generacional, y soñábamos.
(Recuerdo que en una ocasión, y tras una mala carga, conseguí crackear el listado del Megachess, y así leí las dedicatorias de los programadores, en 4 ó 5 líneas de las muchísimas que tenía de código).
Muchos como yo no acabaríamos en trabajos relacionados con la Informática sino fuese por estas joyas. En mi vida he probado muchos videojuegos (más que jugarlos), pero son pocos los que he disfrutado tanto como Sol Negro (¡y de los pocos que he jugado con Joystick!).
ANEXO: Googleando hace un tiempo, descubrí que en su momento los chicos de Ópera Soft querían adaptar la peli “Lady Halcón” (1985) a los micros de 8 bits, pero no consiguieron los derechos de la 20th Century Fox, y por eso lo llamaron Sol Negro y obviaron cualquier referencia. Como no he visto nunca esa peli, puedo decir que aún no lo sé todo sobre Sol Negro, aunque el juego me gustará toda mi vida, ja.