Me he propuesto leer algunas de las obras fundamentales de la historia del pensamiento económico. Lo más lógico me parecía empezar por el principio, así que el pasado diciembre leí La riqueza de las naciones (1776) de Adam Smith, el libro que se considera la cuna de la literatura económica moderna (ver AQUÍ reseña). Compré también hace poco Principios de economía política y de tributación de David Ricardo, publicado en 1817 y de gran influencia durante más de un siglo en los designios económicos de Occidente. Al hojear el libro de Ricardo, uno puede percatarse de que cita profusamente a Adam Smith y también a Thomas Robert Malthus (1766, Surrey Inglaterra-1834, Bath, Inglaterra). Así que, antes de acercarme al libro de Ricardo, decidí comprar en la Fnac de Callao el Primer ensayo sobre la población de Malthus, publicado en 1798, al que tenía echado el ojo desde el pasado septiembre. La verdad es que el fondo editorial de Alianza es impresionante.
Prólogo de J. M. Keynes: El libro de Malthus viene precedido de un extenso prólogo de J. M. Keynes, quien llama a Malthus el primer economista de Cambridge. Varias cosas me han llamado principalmente la atención de este prólogo: 1) La forma en la que Keynes ensalza a Malthus como economista y carga contra David Ricardo. Ricardo y Malthus eran amigos y mantuvieron una extensa correspondencia. Tras citar varias cartas, Keynes apunta: “No se puede salir de la lectura de esta correspondencia sin la sensación de que la obliteración casi total de la línea de pensamiento de Malthus y el completo dominio de la de Ricardo durante cien años ha sido un desastre para el progreso de la ciencia económica” (pág. 38); o bien en la página 41: “¡Si Malthus y no Ricardo hubiera sido el tronco del que brotó la ciencia económica del siglo XIX, cuánto más sabio y rico sería hoy el mundo!.” 2) Keynes hace las anteriores afirmaciones tras mostrar, por ejemplo, un comentario que le hace Malthus a Ricardo: “En su ensayo sobre los beneficios supone usted constantes los salarios de los trabajadores.” Por poco que se sepa de economía, cualquier español podrá constatar que, con la crisis de 2008, los salarios medios reales actuales (en 2014) son menores que los de 2006, por ejemplo. 3) No sabía que Malthus, además de sus ensayos sobre la población, había publicado algún ensayo sobre economía. En sus Principios de política económica (1820), Malthus afirma, frente al hombre frugal propuesto por Adam Smith: “Yo diría que, en conjunto, emplear a los pobres en carreteras y otras obras públicas e impulsar a los terratenientes y a las personas acomodadas a mejorar y embellecer sus posesiones y a emplear obreros y sirvientes son los medios más a nuestro alcance y más directamente dirigidos a remediar los males que surgen de la perturbación del equilibrio de la producción y el consumo ocasionados por la súbita conversión de soldados, marineros y otras diversas profesiones que la guerra empleaba, en obreros productivos”. Para un lector atento, en el párrafo anterior está prefigurado –un siglo antes– el pensamiento de J. M. Keynes, que fue aplicado por el presidente Franklin Delano Roosevelt en Estados Unidos durante la Gran Depresión, el New Deal. 4) Keynes explica que el Primer ensayo sobre la población es una obra de juventud de Malthus, que llegó a escribir hasta un Quinto ensayo sobre la población, con una extensión cinco veces superior al primero, y en el que ensayo tras ensayo iba matizando sus opiniones. Sin embargo, Malthus le debe su éxito a su Primer ensayo sobre la población, porque fue el más incendiario, el que contenía opiniones más panfletarias y el que, en definitiva, generó más debate.
Primer ensayo sobre la población: Este ensayo de Malthus establece un debate abierto con La riqueza de las naciones de Adam Smith, y pretende llamar la atención sobre algunos aspectos de los que no se ocupó Smith. En las páginas 242-243, Malthus nos recuerda la definición de la riqueza de una nación que propone Smith (“El doctor Adam Smith define la riqueza de una nación como la producción anual de su tierra y su trabajo”), para apostillar: “[A. Smith] no se ha parado a examinar aquellos casos en los que la riqueza puede crecer (de acuerdo con su definición de riqueza) sin que aparezca la menor tendencia a aumentar el bienestar de la clase laboriosa de la sociedad”. Para Malthus el trabajo empleado en el campo es más importante y beneficioso para el país que el que proviene de las manufacturas o el comercio, porque estas actividades no ayudan a que se dé un incremento de alimentos en el país; freno, para él, del posible bienestar de las clases más bajas de una sociedad.
En realidad el enfoque de Malthus me parece más antiguo que el de Smith, pese a ser posterior, ya que Malthus parece estar más de acuerdo con la visión del mundo –criticada por Smith– de los fisiócratas franceses, para quienes la riqueza de una nación provenía del rendimiento de la tierra, y no de la especialización y el intercambio, como propone Smith; posiblemente es bastante más lúcido este último al percatarse de la importancia de los cambios tecnológicos (y por tanto sociales) que iba a propiciar la especialización.
Pero tal vez deba volver al comienzo del ensayo de Malthus para exponer su visión del mundo. Es en la página 68 de este libro (novena, tras descontar el prólogo de Keynes), donde Malthus enuncia su famosa sentencia: “Afirmo que la capacidad de crecimiento de la población es infinitamente mayor que la capacidad de la tierra para producir alimentos para el hombre. La población, si no encuentra obstáculos, aumenta en progresión geométrica. Los alimentos tan sólo aumentan en progresión aritmética”. Por afirmaciones como ésta, Keynes apunta que la obra de Malthus es apriorística en el método. La afirmación sobre las progresiones geométricas y aritméticas es contundente, llamativa, panfletaria… pero al mismo Malthus le cuesta sostenerla. De nuevo, cita a Adam Smith, aunque esta vez sin nombrarlo: en los últimos 25 años se ha duplicado la población de Estados Unidos (de esto hablaba Smith en La riqueza de las naciones), mientras que Malthus sostiene que sería difícil probar que la producción de alimentos se ha duplicado también.
En la página 143, al final del capítulo 7, podemos encontrar un resumen de las ideas principales de este ensayo:
“El crecimiento de la población está necesariamente limitado por los medios de subsistencia, la población crece invariantemente cuando aumentan los medios de subsistencia, y la superior fuerza de crecimiento de la población es contenida por la miseria y el vicio para que la población efectiva se mantenga al nivel de los medios de subsistencia”.
El ensayo del clérigo Robert Malthus respira un aire bastante sombrío, aunque Keynes nos comenta que en Cambridge tenía fama de estudiante alegre. Malthus sostiene que es imposible que la humanidad pueda erradicar el hambre y la miseria, y se basa para afirmarlo en la historia de la humanidad, en la que no puede constatar la existencia de ningún pueblo que hubiese vivido en la abundancia; porque en cuanto las condiciones de los hombres mejorasen, éstos se reproducirían más, y siempre crecerían en mayor proporción que la obtención de alimentos. “Evitar la reaparición de la miseria está, desgraciadamente, fuera del alcance del hombre” (pág. 116).
Quizás las opiniones más polémicas de este ensayo se encuentren en el capítulo 5. En él habla de las poor laws (o “leyes de pobres”), que serían una suerte de auxilio económico para los trabajadores desempleados, organizado por las parroquias (para poder comparar sus afirmaciones con el mundo actual, podríamos equiparar estas poor laws a las leyes del paro). Malthus escribe: “Es un tema de frecuente conversación y mencionado siempre en términos de gran sorpresa que a pesar de la inmensidad de la suma recogida anualmente en Inglaterra para asistencia a los pobres, continúe siendo tan penosa su suerte” (pág. 104). Para él, aunque se aumente el dinero que se da a los pobres, la situación no cambiaría, puesto que estas transferencias de dinero no generan a corto plazo la existencia de más alimentos, y de este modo la presencia de demandantes en el mercado con más dinero lo único que provocaría es el alza de los precios (en este sentido, esto se parece bastante a los enunciados de Milton Friedman un siglo y medio más tarde). Luego apunta, y aquí Malthus ya parece más keynesiano (más de un siglo antes de Keynes): “Se dirá, tal vez, que el mayor número de compradores para cada artículo serviría de incentivo a la industria y conduciría a un aumento de la producción global”. De todos modos, si esto ocurriera, y los pobres viviesen mejor, enseguida tendrían más hijos y la situación volvería a ser la del comienzo. Así: “Ningún tipo de contribución por parte de los ricos, particularmente en dinero, puede evitar de forma prolongada la recurrente miseria de las clases inferiores de la sociedad” (pág. 106).
Voy a opinar sobre este capítulo 5: incluso desde un punto de vista monetarista (Friedman), los precios del país no tendrían por qué incrementarse al realizarse una transferencia de dinero de una parte de la sociedad (los ricos) a otra (los pobres), puesto que el dinero total en circulación sería el mismo; y Friedman, en realidad, carga sus comentarios sobre la idea keynesiana de incrementar el gasto público emitiendo más dinero obtenido de la deuda futura del país. Pero en el juego de transferencias planteado por Malthus no hay incremento del flujo monetario; a no ser que ocurra lo que él mismo criticará en su ensayo de 1820 Principios de política económica, y que cita Keynes en el prólogo, cuando afirma que no es bueno para el país que los ricos ahorren retirando dinero del flujo normal del mismo. Según Malthus, las poor laws deberían desaparecer, porque lo único que consiguen es generar más pobres, además de fomentar el vicio. Si un trabajador sabe que en el caso de quedarse sin trabajo, alguien le va a dar un dinero para mantener a su familia, tendrá menos incentivos para ahorrar, y por lo tanto tenderá a gastarse su dinero en la taberna. La desaparición de las poor laws haría a los pobres más dirigentes y evitaría mayores casos de pobreza, aunque, eso sí, no se podrá librar a los pobres (“la raza de los trabajadores”, los llama en un momento dado) del vicio de la procreación y éstos seguirán trayendo pobres a un mundo en el que los alimentos crecen en una proporción menor a los nacimientos.
Considero que la primera mitad del libro es la más interesante, porque, pasada esta primera mitad, en la que ya ha dejado bastante claro su punto de vista, Malthus empieza a criticar las obras sobre futuros utópicos del inglés Golwin o del francés Condorcet. Y hacia el final (una vez pasados los capítulos en los que habla de Smith, y el libro era entonces más interesante), empieza a justificar su propia visión pesimista del mundo intentando que encaje en la obra de Dios, quien, según Malthus, “podría dar vida a miríadas y miríadas de seres, todos libres de dolor e imperfecciones” (pág. 271). Pero también piensa que Dios creó el mundo así porque las dificultades, y las leyes propias de la naturaleza y la necesidad, fortalecen el espíritu del hombre en su búsqueda del conocimiento. Cita a Locke: “Asegura que el principal estímulo a la acción en la vida no es tanto la búsqueda del placer como el afán de eludir el dolor” (pág. 275). Así que, si Locke tiene razón, sigue Malthus, Dios ha creado en el hombre la necesidad continua de proveerse de alimentos y, de este modo, esa necesidad estimulará el esfuerzo del hombre hacia la perfección.
Lo cierto es que a Malthus le cuesta, después de sus páginas incendiarias sobre la perpetuación de la miseria, hacer un balance positivo de la obra de su Dios; y observar sus requiebros para justificarlo no deja de ser divertido.
El estilo literario de Malthus es grandilocuente, mucho más efectista que el inteligente y contenido estilo de Adam Smith. Para ilustrar el estilo literario de Malthus he señalado una cita de las páginas 86-87 –páginas en las que habla de la expansión de los bárbaros europeos sobre las ruinas del Imperio romano–: “Dejando tras de sí un rastro profundo de terror y de muerte, sus masas congregadas oscurecieron el sol de Italia y hundieron al mundo entero en las tinieblas de una noche universal”.
Además de equivocarse en considerar que una transferencia de dinero creaba inflación, como he señalado antes, apuntemos (a pesar de lo consabido) en qué se equivocaba Malthus: 1) A pesar de la capacidad que le concede al hombre de avanzar gracias a las dificultades, no es capaz de prever la importancia que va a tener la división del trabajo en las fábricas para que los descubrimientos científicos y tecnológicos consigan que la producción en el sector primario se multiplique a un ritmo nunca antes conocido por el ser humano. 2) No puede concebir que el hombre pueda llegar a usar métodos anticonceptivos. 3) No se da cuenta, como sí hizo Smith, de que el nacimiento de nuevas personas hace que crezca el mercado. Esto lleva a que aumente la fuerza de trabajo, y que surjan nuevas industrias que –aprovechando los rendimientos de escala, o la gran producción– puedan abaratar costes de producción y así aumentar la riqueza real del ciudadano medio: disponer de más bienes, incluyendo alimentos.
Pero, a pesar de sus errores y sus afirmaciones drásticas y antisociales, sí que tenemos que hablar de un logro del Primer ensayo sobre la población: La riqueza de las naciones de Smith, tras sus críticas a los monopolios protegidos por el poder, era una obra optimista, que creía en la expansión ilimitada de los mercados y que no se percataba de los confines de un mundo en el que podían agotarse los recursos ni de la posible contaminación que genera su uso. A pesar de sus ideas alarmistas, Malthus supo ver un problema que sigue vigente en nuestro mundo: el número de personas vivas sobre el planeta es ahora, superados los 7.000 millones, el más alto de la historia y la tendencia sigue a la alza. La acción del hombre ya está cambiando los climas y las características de la atmósfera, en un mundo en que la idea capitalista del futuro parece seguir siendo la de fomentar el consumo y agotar unos recursos cada vez más escasos. Así que, a pesar de todo, como afirma Keynes al hablar del Primer ensayo sobre la población: “Este libro reclama un lugar entre aquellos que han ejercido gran influencia en el progreso de las ideas”.