Esta mañana por fin me decidí a cosechar la primera calabaza de la temporada.
Después de consultar y preguntar por aquí y por allá para saber cuál era el momento óptimo para su recolección y escuchar varias teorías como que al golpearla con los nudillos tenía que sonar a hueco o que el rabito que la une a la planta tenía que estar marrón y seco, respiré hondo, cogí coraje y me acerqué con un cuchillo en la mano para cortarle su nexo de unión a la planta pero, para mi sorpresa, estaba prácticamente desprendida.
No podía equivocarme y recolectarla antes de tiempo, ya que no estamos hablando de una calabaza de 500 gramos de peso ni tampoco de una planta que tiene 30 calabazas sino de UNA CALABAZA DE 9 KILOS y una planta que sólo me ha dado 6, de las cuales 2 se han perdido porque al estar en contacto con el suelo se pudrieron. Aprendida la lección, puse las 4 restantes sobre listones de madera para que no estuviesen en contacto con la humedad del suelo.
Aunque parezca una ridiculez, llevé una báscula al huerto para pesar la calabaza antes de cortarla ya que me intrigaba saber cuánto podría llegar a pesar. Una vez recogida y pesada, comenzó el reparto ahí mismo en el huerto. Le había prometido a Anabel, una vecina hortelana, que le dejaría un trozo de calabaza en su huerto.
Al cortarla me preocupó y decepcionó un poco que el color interior fuese un poco pálido porque pensaba que sería todo anaranjado, y puede que así sea, ya que no sé realmente qué variedad es.
Dos horas después, estaba cocinando un trozo junto con una patata para hacer puré y poder así verificar si estaba madura o no. Debo decir que el puré más bien terminó siendo una crema a la que le añadí queso de cabra para darle sabor.
Conclusión: No está nada mal, es suave y cremosa pero hay que añadirle algo que le dé un toque de sabor como, por ejemplo, nuez moscada, queso de cabra o roquefort en pequeña cantidad, mantequilla o nata, etc.
Os dejo con una fotografía de mi espectacular calabaza!.