El pasado jueves 2 de abril tuve mi primera cita con la psicóloga de mi clínica de fertilidad. No sé si os lo había dicho antes, pero era la primera vez que acudía a un psicólogo, a pesar de que en diferentes puntos de mi vida me hubiera ido bien visitar alguno.
Resulta que los tratamientos de fertilidad de mi clínica incluyen este servicio, y dado a que pasé unos días muy malos con mucha ansiedad antes de la transferencia embrionaria, me animé a probar.
La cita fue muy amena. Le conté, básicamente, cuál era mi historia, y por qué estaba allí. Le hablé, sobre todo, del Síndrome de Buscadora Rabiosa que últimamente aparecía demasiado fácilmente, y me dijo que era totalmente normal, por lo que podía dejar de sentirme como una mierda por ello.
Sorprendentemente, esta betaespera la he estado llevando muy bien. Mi plan tuvo mucho éxito, y no he tenido ansiedad alguna. También es cierto que, dado que las esperanzas no eran demasiado grandes, directamente asumí un no.
La psicóloga me dio varios tipos de ejercicios de relajación para practicar, y el que para mí era más importante, uno para controlar la ansiedad que yo manifiesto dándome atracones (no muy exagerados, solo comiendo guarrerías a piñón).
Salí muy contenta de allí, con deberes por hacer, y con unas pastillas de homeopatía que me ayudan a dormir mejor (no a conciliar el sueño, sino a no levantarme en mitad de la noche con mi sonambulismo a tope).
Ojalá hubiera echado mano de esta profesional antes. Quizás no hubiera llegado a los límites de ansiedad a los que he llegado, aunque ahora mismo, parece que está todo controlado.
Someternos a tratamientos de fertilidad es algo muy cargante, tanto emocionalmente con físicamente, y estamos expuestas a constantes cambios de planes, a noticias negativas y a una vorágine de hormonas increíble.
¿Alguien más que haya necesitado psicoterapia por aquí?