La primera batalla del Covid-19 parece terminar, a la espera de las sucesivas este blog retomará la senda que llevaba antes de la pandemia. Probablemente estemos sumidos en un hartazgo por lo que hemos padecido estos días, otra vez las muestras salvajes de las derechas que actúan como si este país fuera solamente suyo y, por consiguiente, solo ellos tienen legitimidad para gobernar. Hasta las narices de aguantar tanta crispación, en las redes sociales, en las instituciones, entre las élites políticas, viendo las trampas montadas por variadas instituciones, judiciales, de orden público, parlamentarias, autonómicas… que controlan en gran medida las derechas a través de sus cuadros medios, cuando no directamente desde los puestos de mando, sumen la gran patronal metiendo palos en las ruedas tratando de condicionar al gobierno, pidiendo más y más subvenciones y ayudas, al Estado, ¡pero ojo! al tiempo vociferan contra los impuestos y contra el déficit, que ellos generan con sus peticiones.
Además, hemos visto la locura de medios de comunicación y periodistas fabricando teorías conspiranóicas, la traición de los llamados patriotas que en Europa se alían con los adversarios de ayudas europeas, los azuzan para que las medidas europeas contra la crisis exijan contramedidas, piden recortes, para hundir como sea al gobierno y al país, crece el odio, el resentimiento y se rompe la posibilidad de arreglar algo de lo mucho que está roto. Por la otra acera también vemos a los de ¡maldita España¡, soñando con volver cientos de años atrás a los reinos de cada pueblo para que todo sea mucho más difícil de resolver con cualquier virus, que, según sus ideas, debe ser fácil frenar su expansión ante cada frontera y más sencillo resolver los problemas de abastecimiento, los sanitarios, la educación, o los problemas del mercado de trabajo, las desigualdades. Para esa gente las soluciones parecen condensarse en su idea de avancemos regresando al pasado, ¡Vivan las tribus!
Una vez más, durante la Covid19, parecía que las costuras de esta sociedad española se romperían, resurgen viejos rasgadores que se dedican a ello con fruición, son los viejos demonios, a los que se añaden nuevos, la derechona, con sus antiguos ingredientes y los modernos ultras mimetizando al resto de ultras europeos. Ellos prefieren romper todas las instituciones que sustentan el edificio antes que despejar el camino de construcción de un futuro, el cuanto peor, mejor. Uno de los aspectos diferenciadores con el resto de Europa que hacen posible estos continuados intentos de la reacción en España, es la poca fuerza que encuentran enfrente, amplias mayorías de población no se identifican como parte interesada en la democracia española, existe oposición a sus rasgos ultras, pero poco interés por la defensa de la democracia, valores, símbolos, relatos, de esta sociedad democrática concreta en la que vivimos aquí y ahora.
Y sí, algunas costuras del estado federal que somos se rompieron. Muchos de los problemas que hemos tenido han sido consecuencia de la ineficaz coordinación federal, la organización de este estado no funcionaba, todos protestaban, pero nadie decía por qué no estaba funcionando, los unos porque no se atrevían a reconocer que hay que meter mano a esta organización federal, los otros porque consideraron que era buen momento para desgastar hasta tumbar al gobierno central ya que éste había asumido todas las competencias, en teoría, porque la organización de 17 sistemas sanitarios no estaba centralizada, y seguía sin estarlo, el lío de los datos era evidente que no estaban centralizados los 17 gobiernos, los comunicaban cuando y como querían sin ajustarse a patrones comunes. Y los datos de detección, de utilización de medios, de acumulación de material, su estudio, seguimiento, contraste, difusión entre los expertos, son vitales en una pandemia para combatirla. Ni siquiera había conexión informática en tiempo real, no había protocolo común de elaboración, ni de comunicación centralizada, ni de difusión a los profesionales sanitarios y científicos virólogos, epidemiologos, investigadores... No estábamos preparados, durante enero y febrero cada uno de los 17 sistemas que tenía la responsabilidad plena, interpretaba como quería las señales que difundía la OMS, ninguno hizo acopio de materiales, que luego el 15 de marzo exigían al gobierno central, ninguno de los 17 trató en meses anteriores de enlazar, de coordinarse con los otros sistemas sanitarios vecinos, ninguno exigió un organismo centralizador, coordinador, ninguno amplió plantillas en asistencia primaria ni exigió dotaciones adecuadas en las residencias de ancianos, pero todos los gobiernos autonómicos protestaron después sacudiéndose las pulgas.
Este asunto requiere la mayor colaboración de los partidos, de la sociedad, de las instituciones federales, de institutos de investigación científica, de organismos sanitarios y de asistencia social, requiere colaboración entre administraciones, entre funcionarios públicos de distintas administraciones. Requiere colaboración entre ciudadanos de uno y otro lugar, colaboración entre ciudadanos de izquierda y derecha, colaboración entre ciudadanos de arriba y abajo, todo lo contrario a lo que hemos visto y vivido en las redes sociales, y en las calles, todos contra todos buscando culpables en los de enfrente, todos eran expertos en culpabilizar a los gobernantes por los muertos, o en interpretar lo que ocurría desde enero e interpretar mejor que cualquier científico o experto nacional o internacional, eso sí, sin haber leído en su puta vida un libro. Esto era la imagen del trumpismo aquí cerca. Si la ciudadanía y los medios de prensa, aflojan un poco su crispación, quizás los políticos puedan encontrar algún arreglo, coser las costuras del estado federal es necesario y urgente. Nadie reparó en el disloque que supone desde el comienzo, en que teníamos 17 teléfonos de aviso llamada del covid, en vez de uno solo como el resto de países europeos, fueran o no federales. En esta situación uno se imagina que podría haber pasado si hubieran estado dando la cara diariamente otra gente distinta a Illa y Simón, pacientes, sensatos, tolerantes, educados, inclusivos…