Muchas veces me he metido con Mercedes Milá y su no querer medir a todos con el mismo rasero, pero lo de Jorge Javier es una sensación de estar ante una gran macedonia, en el que las frutas son los diferentes tipos de programas que ha realizado y que todos tienen algo en común: Yo (el presentador, Jorge Javier) hago y deshago, y soy el más ácido-gracioso de la zona, siendo además el único que sabe de qué va ésto que es la vida.
De los concursantes, mencionaría a el primero en invadir la casa (porque la casa estaría bien sin nadie que la viole al comienzo de cada edición), Miguel, y su striptease capilar, y con él la radiografía de lo que puede sentir por dentro. Podría ser nuestro vecino... eso sí, si viviéramos con Hans Solo cerca.
Jorge Javier se saltó a la torera el teleprompter, ese televisor en el que leen el guion, para venganzas personales dándole un gran corte a Ismael, primer ganador, y otro a más de veinte metros, y sin darle opción a replica, a Pepe. En los dos momentos, en los dos zascas, Jorge Javier fue muy cobarde. A Ismael Beiro le pilló en frío, como un niño preguntado en una reunión de mayores, y en el caso de Pepe Herrero, ni se acercó, porque sabe que si algo tiene el madrileño es labia, desparpajo y mala milk para los que le buscan, y Jorge Javier no es que le encontró, sino que presuntamente hasta pudo abusar de él.
Eso sí, si queréis sangre, habrá y mucha, incluso, a lo mejor o a lo peor, el de una virgen.
Este vecino, a sus años, prefiere ya mirar hacia las buenas situaciones, a las buenas maneras. Porque si quisiera lo contrario, simplemente con ver una sesión de los Diputados sería suficiente.
Ni que decir tiene, porque ya se vislumbra por los comentarios, que no me ha gustado nada. Una gran decepción; con personajes con fuerte sabor añejo.
Por un momento pensé que la gala de ayer iba a terminar como “Los Serrano”: "Todo era un sueño, un mal sueño". Y quizás hubiera sido lo mejor... Yo, me borro.