También hubo un mocoso que me tiró un globo de agua mientras bebía de una fuente. Y el padre riendo. Se hubiera reído mucho más si hubiera llevado libros en una bolsa y me los hubiera mojado, porque le habría hecho pagarlos. Por suerte para todos, mi maleta estaba a una distancia prudencial y me limité a echarle una bronca (al padre, no al niño).
- El racaneo de marcapáginas y monerías literarias sigue creciendo por parte de las editoriales. Alcanzó su máxima expresión en Oz editorial, que no solo no da sus tarjetas con las portadas a los no-compradores que las piden, sino que además, ¡te dicen que si las quieres tienes que pagar cinco céntimos! Que dijeran que solo para los que compran y punto es respetable hasta cierto punto, pero eso es una cutrez que les hace quedar fatal. Esta clase de cosas son las que ocurren cuando uno piensa que el marketing literario es solo hacer portadas bonitas, pero en fin... cada uno a lo suyo.
- Las casetas de los libreros (de librerías no especializadas, me refiero) tienen los mismos títulos. En serio, ¿Cómo pretenden diferenciarse así? Cuesta creer que gente que se deja una pasta en alquilar una caseta no piense en lo siguiente: A la feria van dos tipos de personas: las que no leen mucho pero quieren comprar un libro en la feria y las que leen mucho y aprovechan el descuento de la feria para aprovisionarse.
En el caso de los primeros, si les dan a elegir y todos son iguales, se van a las casetas de Fnac, El corte inglés... que también tienen más de lo mismo pero son más grandes y hay más gente ("lo que significa que esas casetas son mejores"), con la ventaja de que a la par pueden echar un vistazo discreto a los autores famosetes que están firmando. En el caso de los segundos, probablemente, los títulos que tengan en mente no sean los bestsellers de turno, así que ni prestan atención a esa clase de casetas y se van directamente a las de las editoriales, que seguro que pueden hacerles recomendaciones mucho más personalizadas porque conocen mejor los títulos que están vendiendo.