Como no podía ser de otra forma en nuestros días, han aparecido en los últimos años lo que podríamos denominar investigadores genealógicos virtuales, es decir aquellos cuya actividad se desarrolla íntegramente a través del ordenador e internet. Las ventajas y comodidades son evidentes respecto al clásico genealogista que avanzaba lentamente tras programadas visitas a los archivos, pero la búsqueda de las raíces familiares únicamente desde el sillón debería en algún momento traspasar la pantalla y convertirse en una experiencia tangible y real.
En muchos casos entre los principiantes existe lo que podríamos llamar miedo escénico a los archivos. Desde el exterior se contemplan muchas veces estas instituciones como espacios reservados en exclusiva a sesudos historiadores que hayan acreditado estar realizando complejas investigaciones, ante las cuales nuestras búsquedas de historia familiar pueden parecer secundarias. Pero lo cierto es que los genealogistas constituimos un porcentaje cada vez mayor de los usuarios naturales de los archivos. Los fondos de interés para la historia familiar son conocidos y apreciados por los archiveros, conscientes del volumen de consultas que generan, tanto entre especialistas en la materia como aficionados, ya sean veteranos o novatos.
Otro argumento en contra de la visita personal a los archivos suele ser el hecho, cierto, de que decenas de archivos cada año se incorporan a la red y de que en conjunto el volumen de fondos digitalizados parece progresar exponencialmente. No obstante, debemos ser conscientes de que no todo está en internet y no sabemos cuando lo estará, si es que llega a estarlo. Las autorizaciones para digitalizar, que unas veces se conceden y otras no, la escasez de fondos en muchos casos, la priorización de determinada documentación que puede que no sea la que nos afecta directamente… Podemos prever que algún día todo o casi todo estará en internet pero ¿dejaremos estancadas nuestras investigaciones hasta esa fecha incierta?
Dicho esto, ¿por qué recomendar a un aficionado a la genealogía que acuda por primera vez a un archivo? pues por muchos motivos, los fundamentales podría ser estos:
-El contacto con la documentación antigua supone una experiencia insustituible. Tener entre nuestras manos legajos antiguos, su tacto, su olor, el relieve de la tinta y los trazos que nos acercan a la época en que se escribieron. Con suerte, la firma e incluso la letra manuscrita de nuestros antepasados y, cuando menos, compartir con ellos documentos que fueron importantes en sus vidas. Nada de esto se puede apreciar cuando repasamos imágenes digitalizadas, utilísimas para la obtención de información, pero nulas a la hora de transmitir todos estos matices.
-Los archivos serán el pilar básico de nuestras investigaciones presentes y futuras ¿cómo no conocerlos? Visitar como investigador un archivo nos permite observar, aunque sea de pasada, la organización y el esfuerzo que supone mantenerlos, el personal técnico que se requiere para su funcionamiento, las continuas labores de catalogación y de puesta a disposición de los usuarios…
-En tercer lugar, y no menos importante, estará el contacto personal con los archiveros. Para el genealogista que hemos llamado virtual el papel de los técnicos de archivos muchas veces se reduce a la labor de localización y reprografía de documentos que se solicitan. Lógicamente un archivero es mucho más, es normalmente el mejor conocedor del archivo, la persona de referencia y, lo que es más interesante, el mejor asesor con el que podemos contar para nuestras investigaciones, quien muchas veces nos podrá aportar la clave para encontrar en alguna sección insospechada la información que necesitamos.
-Y, como ya hemos mencionado, no todo está en internet. Una visita nos permitirá consultar fondos aún no digitalizados y avanzar en las líneas estancadas, sin que tengamos que quedarnos a la espera de que en una incierta futura fecha se puedan consultar en la red.
Es posible, y cada vez más frecuente, que el genealogista viva lejos de los archivos que guardan más información sobre su familia, pero seguro que hay alguna rama o algún dato que siempre podremos localizar en los que se encuentran a nuestro alcance; no lo dejemos pasar. Es más, se trata de una buena excusa para organizar un viaje familiar a la tierra de origen de nuestros antepasados y disfrutar de los paisajes donde vivieron y, cómo no, ¡de sus documentos familiares!
Antonio Alfaro de Prado