Después de casi medio año en Asia es todo un cambio volver al siglo XXI me siento casi como si hubiese vuelto a casa. La dinámica para moverse por la ciudad es conocida, ya no hay miradas extrañas si cojo un autobús local y nadie intenta venderme un paseo en tuktuk, la única diferencia es que en lugar de ver palomas por la calle ves pájaros de picos tan largos como medio brazo, ranas del tamaño de mi mano y animales que jamás esperarías ver a menos de un metro de ti. El coste de la vida es alto comparado con España, ligeramente elevado comparado con Londres y en un universo paralelo comparado con el sudeste asiático. Por eso los albergues están llenos de mochileros, sobretodo alemanes, que aprovechando acuerdos de trabajo entre la mayoría de países europeos pueden venir a trabajar siempre que no estés con el mismo empleador por más de 6 meses. Vienen, trabajan, aprenden un poco el idioma y ganan dinero para seguir viajando o volver a su país y pagarse los estudios, la casa o lo que quieran comprarse.
Pero dejarme empezar por el principio, la entrada a Australia es un poco especial. Aunque es muy grande tiene tres zonas horarias diferentes, seis zonas climáticas y 7.687.850 km2 de superficie, Australia es una isla y no quieren que ningún producto les venga a contaminar su ecosistema único. La mayoría de mamíferos y peces australianos sólo se pueden encontrar aquí y no quieren que venga una batería y se los mate. Puede sonar un poco paranoico pero seguro que ellos no traerían el ébola a su país para esparcirlo libremente. De ahí que te hagan jurar por Odin y Thor que no llevas productos que les puedan contaminar, que no hayas pisado ríos con tus zapatos y varias preguntas más. Además te lo repiten constantemente con carteles y anuncios. En mi avión llegaron a parar las televisiones individuales de los asientos para poner un vídeo de 20 minutos en el que te explicaban porqué has de ser bueno y no meter comida extrajera en el país. Pero como no son tontos a la salida del aeropuerto te escanean las bolsas para estar seguros que no mientes. Además no quieren inmigrantes ilegales que vengan a molestar la paz en su remanso de tranquilidad y el trabajo ilegal está muy perseguido. Así que cuando una chica llega a la 1 y media de la madrugada desde Kuala Lumpur rodeada por Australianos y Americanos con su pelo recién cortado, para parecerse todavía menos a la foto del pasaporte, su cara de “dejarme dormir por favor que es la una” intentando leer la guía de Perth y su tarjeta rellenada prometiendo que no lleva nada que se pueda considerar peligroso no se lo creen. Mientras la mujer me secuestra el pasaporte me mira fijamente a los ojos y me pregunta: “Tienes billete de salida de Australia?”, se hace un silencio en la sala, un policía acerca su mano al arma, a mí se me congela la sangre, la manecilla del reloj gigante deja pasar un segundo, se escucha la respiración de los policías armados con sus chalecos antibalas, me pongo en posición de correr, se preparan para hacerme un placaje y respondo: Sí. Me hacen pasar a un lado, me piden que me siente en una silla y escucho como una mujer le pide a un hombre que revise mi caso. Cuando casi todo mi avión ya ha pasado la frontera el hombre se sienta a mi lado, me pide que confirme la dirección del lugar donde me hospedo, cuánto dinero dispongo en efectivo y en mis cuentas bancarias, si conozco a alguien en Australia a lo que respondo que sí para añadir rápidamente que hace 10 años que no veo a esa persona. Luego me preguntan qué peli he visto en el avión, qué cené hace tres días y cómo se llama el perro de mi vecino en mi casa de Hong Kong para gritarme Te pillé! Cuando diga un nombre. Vale, en realidad no me preguntaron nada de lo último, simplemente me pidieron confirmar mis datos de la tarjeta de entrada al país, mostrar el billete de salida y prometerles que tenía dinero suficiente para mantenerme esos días. Y no, no tenía pinta de indigente, sólo de muy dormida. A las 2 al fin soy libre para recoger mi mochila, pasar el control de comida y buscar un buen sitio para dormir en el aeropuerto hasta que el transporte público empezara a funcionar a las 8. Como una profesional saco mis tapones, máscara de dormir, me pongo la chaqueta, ato la mochilas, miro alrededor y Bona Nit!
Por la mañana al despertar empiezo a darme cuenta que he aterrizado en un país muy raro. Me incorporo para sentarme en uno de los dos asientos que me han servido de cama y todavía no me he levantado cuando ya he escuchado a una mujer repetir “Fuck” siete veces. Me giro preocupada pero está sonriendo y no parece en peligro inminente. Me incorporo para ir a buscar algo de agua, lavarme los dientes y recuperar mi condición de ser humano pero la gente con la que me cruzo es demasiado alta para ser reales, estoy segura de haberme equivocado de avión y haber aterrizado en una isla que pertenece a algún tipo de experimento genético. Está bien, puede que lo de la altura esto sí sea porque vengo de Asia donde mi metro 70 era bastante superior a la media. Escucho varios “Fucks” de camino al autobús, primero una lanzadera hasta la terminal de vuelos domésticos y luego el bus local 37 o 40 hasta el centro de la ciudad. Las casas son unifamiliares, algo que ni soñaríamos en la superpoblada Europa, si nosotros crecemos en vertical ellos tienen tierra de sobras para tener bonitas casas horizontales con su garaje, su jardín y su barbacoa. Para cuando llego a Perth he visto varios señores con el gorro de Cocodrilo Dundee y ya he escuchado más veces la palabra “Fuck” que en cinco años viviendo en Inglaterra. Me he convertido en una snob o estos extraños seres de cien metros de altura son todos unos mal hablados. Con todo son extrañamente simpáticos, en cuanto me ven mirar el mapa del móvil o buscar algo en un panel de la calle no pasa ni un minuto que una sombra cubre el sol a mi lado y por extraño que parezca no es un eclipse sino un aussie (australiano) intentando ayudar. Al final hasta me ponen un poco nerviosa y tengo miedo a pararme.
Al mediodía estamos a 43º y aunque se pelean por la sombra siguen un horario inglés, es decir a las 18h cuando por fin refresca las tiendas están cerradas, a las 19:30 veo un camión limpiando la calle y a las 20h ya no hay nadie, ni siquiera restaurantes. Tengo que mirar la hora varias veces para asegurarme que no me he equivocado con las zonas horarias porque no me puedo creer que se encierren en sus casas justo cuando por fin la temperatura hace que no te derritas. Con el tiempo acabo descubriendo que en realidad se van a los parques a hacer barbacoas.
Aborígenes y un poco de historia
Si digo la palabra prehistoria seguro que imagináis a un hombre moreno en su cueva con su barba larga y avanzando dando saltos con los brazos colgados y flipando porque ha visto fuego. Pero como mi profesora de historia de 1º de BUP se empeñó en repetir la prehistoria se termina con los primeros documentos escritos, no con la aparición del fuego. La prehistoria de Australia dura hasta 1606 cuando los europeos avistaron las costas de la isla, a pesar que indonesia llevara comerciando con la costa norte varios siglos. Parece ser que españoles, portugueses y franceses conocían la existencia de la tierra pero querían mantenerlo en secreto así que no fue hasta el s.XVII que los holandeses cartografiaron las costas y la bautizaron como “Nueva Holanda”. No podían haber sido más originales. Aunque todavía tardaron un siglo hasta que en 1770 James Cook puso el primer asentamiento europeo reclamando la costa oriental y llamándola con el original nombre de “Nueva Gales del Sur”.
Por suerte en el s.XVIII los exploradores europeos no se dedicaron a comerse a los aborígenes con patatas como habían hecho en América así que en la actualidad todavía hay una población de 500mil aborígenes. En el siglo XVIII debido a la pérdida de las colonias americanas Inglaterra tenía un problema de superpoblación y no muy interesada en su oro, que no se descubrió hasta 1850, quiso usar Nueva Holanda como cárcel para sus presos. La primera expedición para asentarse en la actual Australia desembarcó en Sydney el 26 de enero de 1788, día nacional, con once barcos y 1500 personas. El transporte de presos fue abolido en 1864. Así que si lo pensáis bien la mayoría de los australianos son herederos de malhechores y maleantes.
Los nativos originales de Australia son relativamente fáciles de identificar por su piel oscura pero el término aborigen hoy en día es un poco más complicado y depende de la cultura y la sociedad en la que se sitúan. El hijo de un aborigen y un no-aborigen se considerará una cosa u otra dependiendo de donde se haya criado y no de su factor genético. No existen los aborígenes mestizos.
Aunque es cierto que los ingleses, holandeses, portugueses y españoles no se comieron a los aborígenes tampoco tenían ningún interés en ellos y les dejaron sin voz ni voto hasta 1962. Ese fue el año en el que finalmente se les reconoció el derecho a votar, para hacer una comparación el sufragio femenino en España empezó en el 1931 y en Australia en el 1902. En 1967 se aprobó el referéndum en la constitución para no hacer diferencias entre aborígenes y no-aborígenes. Por una vez fueron más racistas que machistas. En la actualidad casi un cuarto de las personas encarceladas son aborígenes y es que relegados a comunidades cerradas tienen grandes problemas sociales, económicos y sanitarios. La edad media es de 21 años con una esperanza de vida de 67 años.